25. Sebastían

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Antes

Calabazas, él odiaba las calabazas.

-Odio las calabazas- dijo Sebas con su característica honestidad- ,son pegajosas, muy dulces y demasiado suaves para mi gusto como si estuviéramos comiendo caracoles. ¡Eso es! ¡Caracoles dulces!

Su madre que estaba junto a él lo miró mal. Delante de ellos estaba una mujer joven con apariencia delicada, en sus manos llevaba una charola con calabazas dulces. Sebastían la miró de arriba abajo, desde que llegaron sólo poca gente los había recibido, algunas les habían regalado tartas de pera y nueces, otros más habían llegado para invitarlos a colaborar con la actividades de la iglesia, él último antes de aquella mujer había sido un granjero, Ernesto se llamaba quien en una cesta con un moño les había obsequiado una gallina. Su madre le había explicado como doscientas veces a aquel hombre que no podía recibirla porque en la casa no había espacio para aves de granero, pero él no lo había entendido, sin en cambio le había explicado su alimentación y sus necesidades, desde entonces en las jardineras estaba Lola la nueva y única mascota que Sebastían había tenido.

La mujer le sonrío y el chico no tuvo más remedio que sonrojarse fuertemente. Era entendible, Marleen apenas si tenía 30 años y era una mujer saludable y hermosa, con el cabello extrañamente rubio y unos ojos claros que te atrapaban.

- Yo, lo siento. No sabía que no les gustaban- se disculpó encogiéndose de hombros.

La madre de Sebas regañó con la mirada a su hijo y con otra sonrisa amable recibió la charola- No se preocupe, en realidad a mi esposo y a mí nos encanta.- Y dicho esto le entregó las calabazas a su hijo quien tuvo que sostenerla fuertemente para que no se le cayera nada ¿Desde cuando estas verduras pesaban tanto?

- Sí bueno, espero que les guste aunque sea un poquito- dijo mirando especialmente al muchacho, por primera vez en mucho tiempo Sebastián sintió vergüenza- Mi hijo y yo las cosechamos.

Y ambos madre e hijo repararon que la señora Marleen no iba sola, detrás de ella, oculto como un ratón estaba un niño como de diez u once años que los miraba con miedo. Sebas le sonrió, en realidad parecía una figurita de porcelana, nunca había visto un chico tan pequeño y tan delicado. El chico miró a su madre quien asintió con la cabeza, temblando dio un paso al frente y le tendió como todo un señorito la mano a su madre quien encantada la acepto.

- Espero que les este agradando el pueblo- dijo una vocecita, Sebas no lo pudo reprimir, se rió tan estruendosamente. ¿Qué mundo era este? ¿Existían gente así? ¿Niños así? El niño lo miró con el ceño fruncido, tenía el cabello más castaño que había visto y sus diminutos ojos verdes parecían llenos de desconcierto.

- Sebastían- dijo su madre con los dientes apretados, él la miró asustado- ¿Por qué mejor no vas a dejar eso a la cocina?

Y había sido una orden, él conocía perfectamente a su madre enojada. Sebas asintió y sin decir nada más se alejó de la puerta.

-Siento eso- escuchó a su madre decir.

- No se preocupe, Antuan esta acostumbrado.

Sebas tuvo que volver a reprimir una risita ¿Antuan? ¿Quién le ponía a su hijo así?

Sebas tuvo que volver a reprimir una risita ¿Antuan? ¿Quién le ponía a su hijo así?

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El Chico del CementerioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora