Capítulo 27

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Irene pudo convencer con facilidad a los padres de Chantal. Salió de su casa muy contenta de haber realizado con éxito su misión. Además, había quedado con Andrei a tomar algo como recompensa por haber completado su objetivo. Caminaba tranquilamente por la ciudad, ausente. Era una villa típicamente mediterránea, sin que fuera nada especial. Lo más "bonito" que veía de ella era la Catedral y el río Ebro pasando por ambos lados de la ciudad, y las montañas que veía lejos pero hacían de "escudo".

Paseando al lado del río, de camino al mercado, en donde había quedado con Andrei, se encontró con quien menos se lo esperaba:

-Hola, Irene.

-Vaya, Gibson, no esperaba verte por aquí.

-La verdad que no voy mucho por aquí, pero hoy he quedado. Me viene de perlas encontrarte, tenemos que hablar.

-Sí, tenemos que hablar. Gibson, hay algo que quiero decirte des de hace mucho tiempo.

-Me lo  imagino. Te gusta el ruso.

-Pero bueno. Mira, Gibson, eres el chico perfecto, y me enamoré de ti el año pasado, lo reconozco, pero no puedo engañarme más a mí misma. Me encantas, pero como amigo. Odio tener que hacerte eso, créeme, sé lo que se siente, pero no puedo seguir dándote falsas esperanzas.

Gibson se estremeció al oír esas palabras. Ella había sido sincera y se lo había dicho sin rodeos para no hacerle más daño del que ya le había hecho. Aun así, aquellas palabras le habían matado y no sabía qué responder. Veía como la chica se lo estaba pasando mal, porque en el fondo ella le quería mucho como para romperle el corazón de malas maneras, así que no le complicó más la vida a la chica e intentó tomarse la situación de otra manera:

-¿Pero no decías que me gustaba Lola?

-Eso lo dije para dejaros terreno libre y no incomodar nuestra relación, pero lo sabía des del principio. No soy tan inocente.

-Vale, ya veo. Bueno, la verdad es que había vuelto de Londres porque echaba muchísimo de menos la gente de aquí y todos mis amigos, y especialmente a ti. Quería ver si volviendo podríamos volver a empezar de cero, pero ya he visto que se me han adelantado.

-No es exactamente así. Tras tu partida, me cerré completamente en banda a toda la población masculina, no quería saber nada de amor. En todas las fiestas de fin de curso me habían hecho daño, y no iba a volver a dejarme pisotear más. Aunque, en verdad, lo que más me había dolido fue tu partida, porque ambos sabíamos que esta vez sí que iba en serio y  todo había sido cosa de las circunstancias. Como me sentía tan rota, no quise saber nada más de nadie.

-Pero apareció el ruso.

-Sí, bueno. Al principio no quería enamorarme de él, y mucho menos arrastrarme detrás suyo, así que intenté no hacer demasiado caso, pero fue inevitable. Quizá es que soy débil, pero el caso es que he me he dado cuenta de que realmente me gusta, y lo que no puedo hacer es seguir mintiéndome a mí misma y mucho menos mentirte a ti.

-Lo entiendo perfectamente, Irene, y lo respeto. Yo también vi que lo tenía todo perdido cuando conocí al ruso y me di cuenta de se había ganado tu corazón. No puedo hacer nada, yo he intentado de todas las formas posibles volver a reconquistarte, pero las cosas son como son y tampoco puedo agobiarte, y yo tengo que seguir con mi vida. Veo que Bárbara es una buena opción para pasar página, pero aun así me va a costar.

-No quiero terminar mal contigo. Quiero ser tu amiga, si es que me dejas serlo.

-Pues claro que sí. Quiero seguir contigo aunque sea como amigos.

-De acuerdo.

-Antes, pero, tenemos que cerrar nuestra "historia" como es debido.

El chico se lanzó y la besó como si nada. El beso que llevaba tantísimo tiempo esperando, aunque fuera de despedida. Ella le correspondió, aunque en el fondo le dolía dejarlo todo aquí, y no tenía demasiado claro que después de todo llegaran a ser amigos. Era un buen final para la historia, después de todo lo que habían vivido juntos lo habían hablado racionalmente y habían llegado a un acuerdo. Siempre les unirían los bonitos recuerdos que vivieron juntos.

El día del  partido fue todo un éxito respecto a las dos familias. Los padres de Marcel también habían pensado en hablar con la familia de Chantal, así que organizaron una cena en casa del chico y los jóvenes pudieron comprenderlo todo:

Años antes, la madre de Chantal trabajaba para la empresa de la familia de Marcel, pero éstos la despidieron. La mujer, después de muchísimos años de esfuerzo, consiguió abrir su propio negocio, pero la empresa de la familia de Marcel intentó hundirle el negocio al principio, aunque luego ya no le hicieron caso. La mujer se sentía enfadada con los padres del chico sin ser consciente de que ellos no eran los jefes de la empresa y no tenían la culpa de que éstos quisieran echarla, y los padres del chico veían mal a la mujer porque, según sus jefes, era competencia. Tras haberlo hablado detenidamente en aquella cena, ambas familias se dieron cuenta de que aquello era una tontería y que toda la culpa era de los jefes de la empresa y no de ellos. A partir de ese momento, aceptaron encantados la relación de sus hijos y terminaron haciéndose buenos amigos con el paso del tiempo.

Al fin se había hecho justicia en el caso de Chantal y Marcel, aunque aún quedaban muchos cabos sueltos para atar en las historias de los demás, especialmente la de Irene y Andrei.

¿Qué pasaría ahora que ya no estaba Gibson en medio? Irene le confesó a Andrei todo lo que había pasado con Gibson cuando lo vio poco después de haber hablado con él, y el ruso se quedó realmente sorprendido. No se esperaba para nada que Gibson se hubiera rendido y le dejara vía libre. Era muy raro viniendo del pelirrojo, y se lo preguntó un día:

-Mazorca de maíz, ¿de verdad te has rendido?

-Sí, rubio de bote. –respondió el londinense –Me di cuenta de que Irene no me quería y no era mi intención molestarla más, pero sí que hemos quedado como amigos.

-No lo entiendo, la verdad. Llegaste con el objetivo de volver a conquistarla y quitármela de mis brazos, y ahora te rindes.

-Créeme que me gustaría volver al pasado y que todo fuera como antes, pero las cosas han cambiado. Ella ya no siente lo mismo por mí, y jamás sería una molestia para ella.

-Lo entiendo.

-Me has ganado, ruso. Tienes vía libre. Ella te quiere, así que no te despistes y lucha por ella. Como me entere de que le haces daño o no la tratas como se merece iré a por ti, ¿vale?

-Vale, mazorca de maíz.

-De acuerdo, rubio de bote.

Los dos chicos sonrieron y se separaron. Andrei no daba crédito a lo ocurrido, pero sabía que no podía perder más el tiempo.

El Alumno NuevoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora