Capitulo 23''Noticias buenas... Y unas no tan buenas''

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Luego de colgar con Chris, decidí a llamar a Brian para ver qué era eso tan importante que quería decirme, creo que si fuera muy importante ya me hubiera llamado.
Me acosté de nuevo en mi cama y luego marqué su número y este comenzó a sonar.
Al segundo pitido, el timbre de la casa sonó.
Resoplé resignada a que, me gustara o no, tenía que ir a ver quién era.
Trunqué la llamada y tiré mi celular en la cama para salí de la habitación.
Me preguntaba quién era a esta hora, luego recordé que las de servicio vendrían a las nueve, será una presentación rápida y luego iría a llamar a Brian.
Miré por el agujerito de la puerta y detrás de ella se encontraban tres chicas de unos veinte y algo de años.
Suspiré y luego les abrí la puerta para que ellas entraran.
-Hola. –las saludé. –Ustedes deben ser las de servicio que contrató mi padre, ¿no?
-¿Usted es la señorita Jean Jefferson? –preguntó una morocha.
-Exactamente. –sonreí.
-Entonces somos nosotras. –sonrieron.
Se ve que son muy simpáticas ya que ninguna dejó de sonreír ni por un momento, hasta me dieron miedo al decir verdad.
-Vengan, entren. –dije apartándome un poco de la puerta.
-Con permiso. –dijeron las tres juntas.
-Es su casa. –sonreí.
Ellas pasaron la mirada por toda la casa y estaban admiradas por lo que veían, yo sonreí por lo bajo ya que yo hice lo mismo la primera vez que vi esta casa.
<<Habíamos llegado a Madrid con mis padres y yo estaba muy mal ya que había dejado a mis amigos en California. Sin embargo, mis padres estaban muy contentos con la idea de vivir en Madrid ya que mi madre estaba enamorada de este lugar.
Subimos al auto que habíamos adquirido aquí y nos dirigimos a algún lugar que yo desconocía totalmente. En realidad desconocía todo ya que era la primera vez que yo venía aquí y no conocía nada.
Luego de conducir más de diez minutos, mi padre se detuvo fuera de una enorme casa de color azul. Por fuera era muy bonita, césped cuidado, algunos árboles con frutos, una fuente y muchos más complementos. Si así era por fuera no me imagino como era por dentro. Simplemente quedé fascinada con lo que había visto.
-¿Te gusta? –me preguntó mi madre.
-Es totalmente hermosa.
Eso me hizo olvidar por un momento toda la tristeza acumulada que cargaba.
-Ya verás cómo es adentro. –me animó mi padre.
Sonreí tontamente y bajé rápidamente del auto para dirigirme al interior de aquella casa.
Yo sólo tenía diez años, la ilusión de toda niña de tener una enorme casa con muchos juguetes y mucho espacio para jugar.
Mis padres bajaron del auto y abrieron la puerta de la casa para que yo pudiera entrar.
Al ver cómo era esa casa por dentro me había quedado anonadada, era lo más hermoso que había visto jamás. El complemento de los colores, la combinación de los muebles era totalmente perfecta y única, nunca había estado en una casa así, ni mi casa en California era así.>>
Viajé nuevamente al presente con la misma vista que había tenido de pequeña pero con la diferencia de que esta vez los muebles estaban llenos de tierra al igual que toda la casa.
-Señorita. –me habló una de ellas.
Eran tres, una rubia, una pelirroja y una morocha. La morocha era la que más hablaba y las otras nada más sonreían, en serio tenía miedo.
-¿Sí? –pregunté volviendo al mundo.
-No nos hemos presentado con usted. –me recordó.
-Oh, tienes razón. –le sonreí.
Aún estaba distraída, mi cabeza aún estaba en Brian y en lo que él tenía que decirme.
-Me presento, mi nombre es Trena Pettigrew. –se presentó la morocha. –Yo seré su cocinera, estaré a su servicio a la hora que sea, lo que quiera que le cocine yo le cocino. –sonrió.
-Un gusto, Trena. –le sonreí.
-Mi nombre es Wendy Lewis. –dio un paso a delante la rubia. –Pero puede decirme Wen. –sonrió. –Yo seré la encargada de la limpieza y mantención del patio delantero y trasero.
-Un gusto, Wen. –resalté su nombre.
-Y yo soy Jane Brown y seré la encargada de la limpieza y mantención de toda la casa. –sonrió tímidamente la pelirroja.
-Un gusto, Jane. –sonreí.
Todas tenían ese acento originario de España y resaltaban mucho la s al hablar.
-Si me permiten, iré a echarle un vistazo al patio. –les dije y me alejé de ellas.
Salí por la puerta trasera al patio y me llevé una gran sorpresa.
El césped me llegaba a las caderas, la fuente estaba tapada, vieja , con grietas y sin agua, las hamacas estaban descocidas y rotas. Sentí una gran tristeza al ver el patio de mi casa así, yo siempre jugaba allí, amaba esa fuente y ahora ya no estaba, todo había desaparecido.
Una lágrima corrió por mi mejilla y decidí volver a la sala, quizás Wen pueda arreglar esto.
-¿Quiere que empecemos? –preguntó Trena.
-Sí, por favor.
-¿Por dónde le gustaría que empiece primero? –preguntó Jane.
-Por la sala y la cocina, por favor. –le pedí.
-¿Y yo? –preguntó Wen.
-Por el patio trasero, por favor. –dije con la voz ronca.
-¿Qué le gustaría desayunar? –preguntó Trena.
-Un café con tostadas, o lo que se encuentre en la casa.
-De acuerdo.
Todas salieron de la sala y me dejaron allí sola.
Le di una mirada rápida a la casa y luego decidí subir las escaleras para llamar a Brian, pero entonces el timbre nuevamente sonó.
-¿Quién será ahora y a esta hora? –resoplé.
Me gustara o no tenía que abrir ya que a esta casa nadie la había habitado hace más de dos años y corría peligro de que llamaran a la policía, no tenía muchos ánimos para dar explicaciones.
Me bajé del primer escalón que había subido y me acomodé un poco la falda.
Llegué a la puerta y miré por el agujerillo nuevamente y vi la cara que reconocería sea donde sea.
La abrí con la alegría más grande, era lo que necesitaba ahora para pasar mis ratos y mis tristezas.
-Alexander. –grité cuando abrí y lo abracé.
-Jean. –me dijo con su cara pegada a la mía. –Qué bueno que es volver a verte. –sonrió.
No podía creer que Alexander Ó Conner haya venido a verme, hacía cuanto que no hablaba con él.
Unas lágrimas de emoción comenzaron a caer de mis mejillas.
-Alexander, ¿cómo has estado?
El chico rubio de ojos color miel que tenía en frente me estaba mirando con total alegría, con una emoción que emanaba de él.
-Muy bien, ¿y tú? –contestó.
-Muy bien, estás muy guapo. –lo halagué.
-Y tú no te quedas atrás, el tiempo te ha tratado bien, Jefferson. –sonrió.
-¿Qué te trae por aquí? –sonreí.
Estaba sonriendo como una boba, era la visita menos esperada, no esperaba que justamente él se acordara de mí. Estaba muy contenta.
-Me enteré de que habías vuelto. –contó.
-¿Cómo te enteraste? –pregunté confundida.
-Resulta que tu chofer es mi primo. –sonrió.
-¿Edward es tu primo?
-Exactamente. –asintió.
-Qué pequeño es el mundo.
-Sí, lo sé.
-Ven, pasa. –lo invité a pasar. –Disculpa la tierra, recién llego y las del servicio comenzarán a limpiar.
-No te preocupes, te entiendo.
-No sabes lo feliz que estoy de verte aquí. –lo volví a abrazar.
Alex había sido mi mejor amigo durante mi estadía aquí en España.
-No te imaginas la emoción que sentí yo. Apenas me enteré que estabas aquí, vine rápidamente a verte, tenía que verlo con mis propios ojos.
-Lo sé, es imposible creer que he vuelto después de que dije que jamás volvería a escapar de California. –conté.
-Es por eso que me extrañé. ¿Qué haces aquí?
-He tenido algunos problemas.
-¿Tus padres están bien?
-Sí, gracias por preguntar. ¿Tu abuela sigue bien?
-Sí, le venció al cáncer.
-¿En serio? –pregunté feliz.
-Sí. –sonrió orgulloso.
-Qué felicidad, sabía que ella sería fuerte y que no te dejaría solo.
-Muchas gracias por tu optimismo, hermosa.
-No es nada. –sonreí. –Siéntate, ¿quieres tomar algo?
-¿Tú ya desayunaste?
-No, ahora estaba por hacerlo.
-Entonces te acompaño, con un café. –sonrió.
-De acuerdo. –sonreí y le di la espalda para gritarle a Trena. –Trena. –grité.
-¿Sí, señorita? –dijo apareciendo de repente por la sala.
-Tráele un café al joven. –ordené suavemente.
-Claro. –dijo y bajó la mirada para volver a la cocina.
-¿Volvió la Jean mandona? –bromeó.
-Nunca se fue. –reí.
-Y, cuéntame. ¿Por qué volviste?
-Pues, empecé mis clases de baile, ¿te acuerdas que te conté que quería bailar?
-Sí, claro.
-Bueno, me enamoré de mi profesor. –dije casi atropellando las palabras.
-¿Qué? ¿De tu profesor? –se burló.
-Sí, no te rías. –le dije algo ruborizada.
-Debe ser muy guapo tu profesor para que te quieras enamorar de tu superior.
-Tiene veinte años.
-¿Y qué tiene que te hayas enamorado de él? ¿Acaso él no lo está de ti?
-Ese es el tema, él si está enamorado de mí.
-¿Y...?
En ese momento Trena entró con la bandeja que contenía dos tazas de café y galletas.
-Con permiso, si necesitan algo me avisan, estaré en la cocina. –sonrió y se fue.
Alex tomó una de las tazas en sus manos y bebió un sorbo.
-Sigue. –me pidió.
-Bueno, lo que pasa es que mi mejor amiga, o mi ex mejor amiga, también se enamoró de él.
-¿Y te peleaste con ella?
-Exactamente.
Lo bueno de charlar con Alex era que él entendía al instante y no había que explicarle todo.
-¿Por eso estás aquí?
-Sí, lo que pasa es que yo estuve un mes peleada con él porque le dije que ni soñara con que yo saldría con él y él se enfadó. Entonces Melanie aprovechó para acercarse a él y conquistarlo.
-Y tú te reconciliaste con él, ¿verdad?
-Sí, me besó, bailamos pegados, y eso a ella le hizo mal y me cantó todo el abecedario en la cara.
-Entonces ella nunca fue tu verdadera amiga.
-No lo sé, pero el tema es que estoy aquí, huyendo de los problemas.
-¿Huyendo de los problemas? –me miró confundido. –La Jean que yo conocía jamás hizo eso.
-Sí, todos me dicen lo mismo pero lo que pasa es que ella terminó siendo lo opuesto a lo que yo creía, no quería hacerle daño y es por eso que estoy aquí, le hice daño a muchas personas al enamorarme de Brian.
-¿Así se llama tu profesor?
-Sí.
-¿Y cuándo piensas volver?
-En unos días volveré para el cumpleaños de mi mejor amigo, dijo que no haría fiesta pero sé que la hará igual.
-¿Quieres que te acompañe?
-Esa es una idea genial. –sonreí. –Así no estaré sola.
-Y de paso conozco California.
-Te aviso que estaré las horas que dure la fiesta y luego subiré de nuevo al avión y volveré.
-No te preocupes, al menos conoceré de pasada. –sonrió.
Terminamos nuestro café y pasamos una hora conversando y poniéndonos al día con todo lo que había pasado durante estos dos años que no habíamos estado en contacto.
-¿Y ya tienes novia? –le pregunté.
-No, la chica que me gusta ya tiene novio. –dijo decepcionado.
-¿En serio? –lo miré triste.
-Sí.
-Ya encontrarás a alguien más.
Él miró su reloj y abrió sus ojos de par en par.
-Jean, discúlpame pero tengo irme, tengo algo importante qué hacer.
-No te preocupes.
-Fue un gusto verte de nuevo, espero que podamos vernos de nuevo.
-Cuando quieras.
Me despedí de él y luego, sin ninguna interrupción, subí las escaleras para ir a mi habitación.
Tomé mi celular que descansaba en mi cama y tenía tres llamadas perdidas de Brian.
Alarmada, marqué su número y él atendió al instante.

*Inicio de llamada*

-Jean, ¿por qué no atendías tu celular?
-Es que me estaba bañando. –mentí. -¿Qué ocurre?
-Quizás esto no te importe pero es sobre Melanie.
-¿Sobre Melanie?
-Sí.
-¿Qué pasó con ella?
-Anoche su hermano David me llamó para decirme que ella está tratando de suicidarse.
Me quedé helada ante aquella noticia. ¿Melanie estaba tratando de suicidarse?
-Jean, ¿estás allí?
-Sí, aquí estoy. –articulé con dificultad. -¿Cómo qué quiere suicidarse?
-David me dijo que ella está muy mal desde que te fuiste y que además no quiere seguir viviendo después de las palabras fuertes que le dijo Chris.
-¿Qué palabras fuertes le dijo Chris?
-No lo sé, sólo sé que ella se quiere suicidar a causa de eso. –dijo preocupado. –Debes volver cuanto antes y evitar semejante tragedia.
-Sí, gracias por avisarme.
-¿Cómo llegaste?
-Bien, luego te llamo.
-De acuerdo.

*Fin de la llamada*

Sin previo aviso, colgué la llamada y me quedé totalmente paralizada en mi habitación al lado de mi cama, no sabía sin ese momento me desmayaría o saldría corriendo a buscar mi avión.


Entre mi profesor y yo (Synyster Gates 1° temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora