Capitulo 26 '' Ahora yo la acompaño cuando se escapa ''

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Narra Brian:

A la media hora de irme de ese café donde estaba con Jean, me había arrepentido de haberme ido, de haberla dejado sola de nuevo. Por algo había venido a Madrid para estar con ella y lo primero que hacía era pelear y dejarla sola, eso me pasa por provocarla.
Salí del hotel en el cual me estaba hospedando y comencé a caminar hacia algún lado no específico para ver si me encontraba con Jean.
Yo conocía a Madrid como la palma de mi mano ya que viví la mayoría de mi infancia aquí y al decir verdad no había cambiado mucho, seguía siendo la misma ciudad hermosa en la cual había vivido hace unos años.
A pesar de que aquí había muchas chicas lindas, Jean seguía siendo la única y la más hermosa.
Algunas mujeres que pasaban por mi lado me sonreían y me regalaban un minuto de su tiempo, sin embargo, yo les devolvía la sonrisa pero no significaba más que un agradecimiento.
Seguí caminando y ya me estaba aburriendo, caminaba sin rumbo y la rutina diaria de la gente ya me estaba cansando.
Luego de media hora llegué a una enorme plaza donde había bancas, una enorme fuente en medio donde distintas figuras de agua salían de ella.
Recorrí con mi mirada la plaza y en una de las bancas reconocí a Jean sentada allí. Decidí acercarme a ella pero una chica rubia me ganó. No la reconocí así que decidí quedarme cerca de ella por si acaso.
No logré escuchar lo que hablaba con ella pero al cabo de menos de diez minutos, ella se levantó de la banca y tomaron un taxi las dos juntas.
Sólo para asegurarme de que ella estaba bien, tomé un taxi y le indiqué al hombre que siguiera al taxi que estaba en frente de nosotros.
Ella se metió a uno de los barrios más peligrosos de Madrid y se detuvo en una casa de ladrillo donde una mujer y una chica salieron de allí.
La chica rubia bajó del auto pero Jean no.
Cuando se despidió de ella, el hombre condujo de nuevo y la seguimos persiguiendo junto con el taxista hasta que ella llegó a la que, creo, era su casa. Una hermosa casa de muchos pisos, grande y de unos hermosos colores.
Le pagué al taxista y me bajé para golpear la puerta de su casa.
Primero decidí esperar un rato para ver si ella salía pero después de diez minutos de espera ella nunca salió.
Me exalté un poco debido a que mi celular comenzó a sonar. Rápidamente lo saqué de mi bolsillo y en el identificador de llamada estaba el nombre de Jean plasmado.
Decidí no contestarle y hacer algo mejor, tocar el timbre de su casa.
Me levanté de los escalones que daban a la puerta principal y toqué el timbre para que a los segundos ella apareciera detrás de ella.
-Brian. –dijo sorprendida.
-Hola. –contesté con una sonrisa.
-¿Por qué no contestaste a mi llamada? –fue lo primero que preguntó.
-Porque estaba a fuera de tu casa, no hacía falta. –contesté.
-Ven, pasa. –abrió paso y se corrió de la puerta para que yo pudiera salir.
Entré a la enorme casa y era algo hermoso, muy hermoso. Un olor a comida invadió mis fosas nasales y supe que ella estaba a punto de comer.
-¿A qué huele tan rico? –le pregunté girándome hacia ella.
-¡Mis fideos! –dijo alarmada.
Corrió hasta la que supongo era la cocina y se escuchó que el sonido del microondas al terminar de calentar la comida sonó.
Fideos, mi comida favorita.
-Discúlpame, estaba calentando algo para comer. –sacó la cabeza por el umbral de la puerta que daba a la cocina.
-No te preocupes. ¿No quieres salir a comer conmigo? –la invité.
-No puedo. –agachó la mirada.
-¿Por qué? –la miré incrédulo.
-Eso iba a contarte en mi llamada.
-Pues, cuéntame, estoy frente a ti. –la incité.
Ella se puso algo nerviosa y comenzó a jugar con sus dedos.
Me acerqué a ella y la tomé de la barbilla para que me mirara a los ojos.
-Jean, ¿qué ocurre?
-Es que... sé que te enojarás.
Ya podía imaginarme lo que me diría pero no quería sacar mis propias conclusiones porque simplemente no tenía ganas de pelear con ella.
-Dime.
-Prométeme que no te enojarás.
-No puedo prometer eso si no sé de qué se trata.
-Por favor.
Suspiré y la miré a los ojos, estaba afligida así que no le haría la contra.
-Está bien. –solté otro suspiro.
-De acuerdo. –tragó saliva.
Puso cara pensativa, supongo que estará pensando en cómo decirme eso que tiene que decirme.
-Necesito tu ayuda, Brian.
-¿Necesitas mi ayuda?
¿Necesitaba mi ayuda? ¿Iba a enojarme por eso?
-Sí.
-No entiendo. –fruncí mis cejas.
-¿Qué no entiendes? –preguntó suavemente.
-¿Me iba a enojar por qué me necesitas? –pregunté confundido.
-No.
-¿Entonces?
-Déjame terminar de hablar.
-Sigue.
-Conocí a una chica en una plaza después de irme de la cafetería.
-Lo sé. –contesté.
-¿Lo sabes?
-Sí.
-¿Estuviste siguiéndome?
-No.
-¿Entonces como lo sabes?
-Salí a caminar para buscarte y disculparme contigo y te encontré sentada en una banca en la plaza y una chica rubia que llegó corriendo estaba contigo.
-Ese es el problema.
-¿La chica es el problema?
-Sí.
-Lo sabía.
-¿Cómo que lo sabías?
-Vi que subiste a un taxi con ella y yo quería cuidarte así que te seguí, vi que te metiste en un barrio demasiado peligroso y luego viniste a tu casa, es por eso que sé dónde vives.
-Creí que Alex te había dicho donde vivía.
-No.
-¿Sigo?
-Si por favor, me estás preocupando.
-Ella estaba secuestrada. –siguió.
Yo fruncí mis cejas, todo esto me parecía muy raro.
-¿Y...?
-Y, la llevé a la casa de su amiga pero me acaba de llamar un tipo de voz gruesa diciéndome que la habían encontrado de nuevo y que la habían secuestrado.
-¿Y tú qué tienes que ver?
-Yo la salvé.
-¿Y van a matarte por eso? –pregunté sarcástico.
-No, me pidieron un millón de dólares a cambio de su libertad.
-¿Un millón de dólares? Eso es mucho, Jean. ¿De dónde vas a sacar tanto dinero?
-Mi padre depositó tres millones de dólares antes de venirme a Madrid.
-Ah, claro.
-Necesito sacar el dinero de la cuenta, pero hay un problema.
-¿Cuál?
-Mi padre revisa mi cuenta todos los días para ver si me falta dinero o no y sospechará algo si ve que gasté un millón de dólares en menos de una hora.
-Dile lo qué paso.
-Es que me hará volver, diré que soy muy confianzuda.
-Pues, sí, lo eres. Yo te haría volver.
-Tú me harías volver por el simple hecho de hacerme un amigo.
-Tienes razón. –reí.
-¿Qué hago?
-¿Se puede saber en qué carajo te metiste, Jean? –me puse serio. -¿Sabes quiénes son estas personas? ¿Acaso no sabes que los tipos de la mafia de aquí son tipos pesados?
-Sí, lo sé.
-¿Entonces por qué te metiste en esto?
-Ella me dijo que la habían secuestrado y que...
-¿Qué sabes si todo esto en un plan y esta chica nunca estuvo secuestrada? ¿Si sabes que tus padres son millonarios y que tú estás sola aquí? Por algo te pidieron esa semejante cantidad de dinero.
-No necesito tus regaños, necesito que me ayudes.
-Si te voy a regañar porque antes de venir aquí tu padre me pidió que te cuidará. ¿Qué le diré ahora? ¿Nunca te dijeron que no debes hablar con extraños?
-Sí pero...
-Te lo repito. –la interrumpí. –No debes hablar con extraños. –separé en sílabas.
-Brian, no tengo dos años.
-Parece que sí, estás sola aquí, no tienes a nadie. ¿Qué ibas a hacer si yo no estaba aquí?
-No lo sé. –bajó la mirada.
Pasé las manos por mi cabello un poco exaltado.
-No podría soportar que algo te pasara. –le dije en un susurro. –Esto puede estar mal, tú puedes terminar muerta, ¿entiendes? O tus padres pueden terminar en banca rota.
-Tengo mucho miedo, Brian. –me abrazó fuertemente.
Yo la aferré a mi cuerpo, por más grande que ella fuera yo tenía que cuidarla como si fuera una niña, por algo su padre me la confió.
-¿Qué hago?
-Hagamos una cosa, saca el dinero de tu cuenta y yo te llevo a donde te dijeron que vayas, si vemos que algo no anda bien nos volvemos con el dinero y todo, no permitiré que algo te pase.
-Pero si no les doy el dinero tendré que dejar Madrid.
-¿Quieres volver a California?
-En parte sí, extraño mi vida allí. Extraño la academia, mis amigos, a ti.
-Entonces si vuelve yo estaría de nuevo dentro de la academia.
-¿Cómo que estarías de nuevo dentro de la academia? ¿Te corrieron?
-No, claro que no, lo que pasa es que como te fuiste no tengo pareja para el tour y me dieron dos meses libres ya que no me necesitarían, es por eso que estoy aquí.
-¿Y si mejor nos vamos a California y no hacemos nada de esto?
-Tienes el avión listo.
-Se supone que sí, le dije al piloto que lo dejara listo porque quería volver para el cumpleaños de Chris este fin de semana.
-Entonces que no se hable más, nos vamos.
-De acuerdo.
Ella subió a su habitación para empacar todas sus cosas y a cabo de veinte minutos ya estaba de nuevo abajo conmigo.
-¿Tú dónde estás hospedándote? –le pregunté.
-En un hotel que está a unas cuadras, no desempaqué así que sólo tengo que cancelar la reserva e ir por mi maleta, nada más.
-Vamos en mi auto.
-De acuerdo.

...

Tratamos de irnos lo más rápido posible pero antes de subir al avión el celular de Jean comenzó a sonar. La llamada era desconocida pero ella de todas formas contestó.
-¿Contesto? –preguntó.
-¿Quieres que lo haga yo?
-Sí, por favor.
Tomé el celular de Jean y contesté la llamada.

*Inicio de llamada*

-¿Bueno? –dije.
-Hola. –dijo una voz masculina. -¿Por qué no han venido con el dinero? –preguntó.
Era el hombre que le había pedido el millón de dólares a Jean.
-Porque no, no contamos con ese dinero.
-¿No cuentan con ese dinero? –preguntó enfadado.
Decidí ponerlo en alta voz para que Jean escuchará la conversación.
-No, no lo tenemos.
-Entonces la niña muere.
-Lástima, no podemos hacer nada. –dijo algo irónico.
No es que la muerte de alguien me diera igual pero yo cuidaría a Jean pase lo que pase, yo no quería que ella corriera peligro.
-¿Quieres escuchar cómo le disparo? –preguntó.
-No te atreverías. –intervino Jean.
-La niña habló. –rió. –Escucha como mato a tu amiga.
Un disparo se escuchó del otro lado de la bocina y el grito de una chica junto con ella.
-Listo, ¿contentos?
Jean comenzó a llorar y se dirigió a la puerta del avión para subir y dejar de escuchar esta conversación.
-Ese tema a nosotros no nos incumbía así que no estamos preocupados. –contesté.
-Tienes un corazón de piedra.
-Más que el tuyo no creo, no tengo todo el día para estar hablando contigo así que, adiós.

*Fin de la llamada*

Colgué antes de que él pudiera decir algo y subí al avión a acompañar a Jean.
Me senté a su lado y la abracé contra mi pecho para que se tranquilizara.
-Tranquila, ya todo estará bien. –le acaricié la espalda y di un beso en su cabello.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo.

Entre mi profesor y yo (Synyster Gates 1° temporada)Where stories live. Discover now