veinticuatro

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Me acuesto de espaldas sobre mi cama, pensando. Los grillos cantan afuera mientras el sol se hunde perezosamente en el horizonte, y toda la casa está en silencio con la soledad.

El sol se pone fuera de la ventana, proyectando una luz de color rosa-anaranjado tenue en la habitación. El cielo parece pintado, con otoño dejando su huella entre las nubes en trazos de color naranja y amarillo. Siempre me ha maravillado cómo se levanta el sol y se fija con un cambio tan grande en el color del cielo que nunca se sabe si siempre ha sido azul.

Harry reclina su cabeza contra mi estantería, mirando al suelo.

Él estaba aquí cuando mi madre y yo regresamos de la estación de policía hace unas horas, mirando algunos de los cuadros que se encuentran en mi tocador. No sé cuánto tiempo haya estado aquí, pero no me importa. Este fue su cuarto antes de que fuera mío, como sea.

—Caso sin resolver—dice Harry—¿Cómo pudo haber sido un caso sin resolver?

Lo veo en silencio, girando mi cabeza, así tengo una mejor visión de él. Yo le había dicho lo que la Detective Whitmore dijo sobre su caso de asesinato en la estación, y él había estado callado desde entonces.

—No lo entiendo—le digo, y levanta la mirada del suelo para enlazar ojos conmigo.

—¿No entiendes qué?

—Si tu cuerpo nunca fue recuperado, ¿cómo es que todo el mundo cree que estás muerto?

—No lo sé—dice—. Todos parecían saberlo. Nunca lo entendí; ¿por qué simplemente no fui informado como persona desaparecida?—sacude la cabeza—. Pero vi el funeral, vi la lápida engastada con mi nombre en él. Ellos sabían, de alguna manera, que yo estaba muerto.

Me siento sobre la cama.

—¿Crees que podría tener que ver con la policía? Alguien pudo haberlo intuido.

Él frunce el ceño.

—No lo sé. Nada de esto tiene sentido.

Suspiro.

—Me gustaría que tuviéramos algún tipo de ventaja, o algo así.

El asiente.

—Sí.

De repente, recuerdo el collar en mi bolsillo y lo saco, de pie y caminando hacia Harry.

—Lo tengo de vuelta—le digo, colocándolo en su mano abierta—. Tal vez deberías conservarlo a partir de ahora.

Miro a Harry examinarlo, sosteniéndolo frente a él. La delicada cadena de plata sostiene el colgante de calavera, con los diminutos huesos cruzados que brillan en la penumbra de mi habitación. Sé lo que está haciendo Harry. Está asegurándose de que no sea falso.

—Es el original—dice él, asintiendo con la cabeza.

—¿Cómo lo sabes?—pregunto.

Él sonríe de lado, tomando el colgante en su mano y dándole la vuelta. Él apunta la parte posterior de los dos huesos, donde se cruzan detrás de la calavera.

—Fíjate bien—dice.

Entrecierro mis ojos hacia los pequeños huesos, y puedo ver débilmente letras grabadas, dos palabras sobre cada hueso.

Mors non est finis—Harry lee, con profunda voz baja, como si las palabras significaran mucho para él. Él me mira a los ojos—. La muerte no es el final.

La corta frase me encanta, las pequeñas letras tan ordenadas y alineadas en cada hueso.

—Está grabado en latín—dice Harry, pasando su pulgar sobre las palabras—. No sé cómo ni por qué mi abuela lo grabó, pero ella me dijo cuando me lo dio que siempre había creído en la vida después de la muerte—gira el colgante de nuevo, aún pasando los dedos sobre él, como si deseara poder sentir el frío metal en su piel una vez más como lo hacía antes.

Phantom [h.s] •Completa•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora