Desvelo (Kardia X Dégel)

1.8K 125 16
                                    

DÉGEL


Las calles eran tan sólo iluminadas por los faroles que resplandecian en el frío de la noche. Mi mirada estaba perdida en los adoquines, no había una razón por la cual estuviera caminando a esas horas de la noche, pero tampoco había razones ahora para quedarme en mi hogar.

Todo había sido demasiado rápido, en un instante estaba en mi casa, llegando del arduo trabajo y al otro me encontraba a mi querida esposa con otro hombre besándose apasionadamente. Pude haberle gritado, pedido explicaciones, pero no hice nada de eso.

Sólo salí afuera sin que me viera, pensaba que dentro de mi hace tiempo sabía de eso. Mis pasos eran constantes, unas gotas comenzaron a caer en la calle desierta. Llegué hasta una plaza, los árboles frondosos se alzaban por todo el lugar, el pasto resplandecia ante el brillo de la Luna.

Me senté en uno de los bancos, apoyé todo mi cuerpo sobre la vieja madera que sólo crujia, lentamente mis prendas de iban mojando, gotas se resbalaban por mi rostro. Ni me inmutaba, tan sólo miraba a la nada, jamás me había sentido tan cansado como en aquel momento.

Cerré mis ojos y descanse mi cabeza sobre mis manos, no estaba triste, ni feliz, no sentía nada en absoluto. Muy en mi interior sólo quería dormir y levantarme para cumplir la misma rutina que siempre.

Abrí mi rostro para encontrarme con el rostro de un joven, su cabello violeta caía al rededor de su rostro, mi mirada se perdió en aquellos ojos tan pecualiares. Me encontraba un poco aturdido, tenía que volver mi mente a la tierra nuevamente.

-¿Te encuentras bien?- Su voz retumbó en mis oídos, me empecé a descompezar, mis piernas comenzaron a temblar y por un segundo perdí el equilibrio. Sentí como con sus brazos evitaba que impactara contra el suelo, me sostuvo y lentamente me sentó junto a un árbol, se sentó junto a mi y me miró fijo a los ojos- ¿Quiere que lo ayude a llegar a su casa?

-No...prefiero quedarme aquí- Los recuerdos de mi esposa besándose con aquel hombre volvieron tan lucidas como si jamás me hubiera movido del umbral de la puerta.

-Señor, lamento decirle que aunque quiera no lo puedo dejar sólo en las condiciones en las que está, le podría pasar algo- Su mirada parecía sinceramente preocupada, una sonrisa se formó en la comisura de sus labios cmo tratando de mostrar que podía confiar en él.

-Está bien...-Sabía que al final aquel hombre tenía razón, no podía andar tambaleandome por ahí.

Se quedó sentado en un total silencio, sin embargo no era uno incómodo sino que le traía cierta paz, sentí que por primera vez en mucho tiempo podía tener un momento de paz. Durante los últimos meses mi vida había sido una seguidilla de trabajo y peleas, mi relación con mi esposa hace tiempo que pendía de un hilo, por eso no me sorprendía que me estuviera engañando.

Me concentré en el sonidos que la noche me podía traer, pensé en la vida miserable que estaba llevando, en la constante rutina de trabajar y volver a aquella casa que parecía vacía. Vivía en un círculo vicioso, en el cual siempre terminaba sólo y cansado.

Sentí unos brazos envolverme, levanté la mirada y aquel chico de rizos púrpuras me abrazaba. Entonces entendí, estaba llorando, mi yo de todos los días se hubiera apartado porque no difrutaba del contacto físico pero en ese momento eso era lo que más necesitaba un poco de apoyo, alguien que me demostrara un poco de cariño. Tal vez no lo conociera, pero esa persona me había dado más sentimientos reales de los que había obtenido en mucho tiempo.

No me preguntó porqué lloraba se limitó a abrazarme cuando mi llanto se apaciguó me dejó recostarme sobre sus piernas, mientras pasaba su mano con dulzura a través de mi cabello. Lo miré a los ojos y el tan sólo sonrió, aquella noche hablamos de muchas cosas y sin duda aquella fue una de las mejores noches de mi vida.

Cuando el sol comenzó a hacerse paso a través de los edificios, el continuaba contando una anecdota, de algo que le había sucedido hace mucho tiempo. Hecho una mirada al reloj en su muñeca y me avisó con pena que dentro de poco tenía que volver a su trabajo. Ambos nos levantamos y en la esquina de aquella plaza nos despedimos.

Jamas mencionó su nombre y yo tampoco el mío así que las posibilidades de volvermelo a cruzar eran pocas. Lo miré alejarse tarareando una canción la cual no conocía. Tal vez jamás me fuera a cruzar a aquel hombre, tal vez jamás sepa lo mucho que influyó en mi vida pero mientras volvía a mi casa con una sonrisa en los labios supe que jamás volvería a ser el mismo.



Pequeñas historias (Saint seiya)Where stories live. Discover now