Capítulo 3

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Jesús.

-Jesús- me llama Lara y yo me giro
-mañana yo no me puedo quedar con Gabriela- nombra a nuestra hija, quién hace acto de presencia en la cocina
-Yo trabajo mañana- le anuncio guardando un plato en el armario
-Pero que tengo quince años ya, que me puedo quedar sola perfectamente- se cruza de brazos y yo la abrazo
-Prefiero que uno de los dos estemos contigo, rubia-
-Es que Gema no se puede quedar con ella- interviene de nuevo mi mujer, agobiada
-Le preguntaré a Damián si puede quedarse Gabriela ahí-
-Pero que voy a ser la única niña ahí- refunfuña
-Damián tiene una hija también-
-Mira que bien Gaby, ya no estarás tan sola- la castaña clara fuerza una sonrisa.

Damián a parte de ser mi amigo y compañero de trabajo, es mi jefe, y yo su encargado.









******









Entramos en la tienda Gabriela y yo.

Veo a Damián y a María del Mar, otra compañera, atendiendo.

Y a Martina colocando el género y sudando la gota gorda.

Martina no trabaja aquí pero últimamente está ayudando con las cosas mas básicas.

Colocar el género, ordenar estanterías, abrir cajas, etc...

Los saludo a todos y la última en aparecer es ella.

-Hola Martina- ella sonríe
-Oh hola Jesús- me mira a los ojos y luego mira a Gabriela -¿es tu hija?- yo asiento
-Rubia, saluda- mi hija ríe
-Hola- dice tímida
-Hola, yo soy Martina, ¿tu como te llamas?- al ser tan amable con ella la morena, mi hija se tranquiliza y parece entrar en confianza
-Gabriela- ambas sonríen
-Tienes un nombre muy chulo- la morena le guiña un ojo.









******








-Papá, Martina es super maja- susurra mi hija y yo sonrío
-Sabía que te iba a caer bien-
-Tenías razón- resopla y rueda los ojos.

Martina viene, coge una caja, la abre y empieza a colocar en las estanterías en género que había en ella, y mientras, mi hija la ayuda.

Y yo, al no haber clientes, me dedico a observarla.

Habla animadamente con mi hija y sonríe.

Tiene una sonrisa preciosa.

Su melena castaña oscura se mueve suavemente.

Sus glúteos se marcan más cuando se pone de puntillas para llegar a las estanterías altas.

Los vaqueros negros que llevan realzan su figura, y la sudadera gris claro le queda muy bien.

Al acabar de colocarlo todo, ambas se acercan al mostrador.

-¿Y tú cuántos años tienes?- le pregunta mi hija a la castaña oscura
-La semana que viene hago dieciocho, ¿y tu?-
-Yo tengo quince- sonríe
-Aun recuerdo mis quince años, que no fueron hace mucho, pero los recuerdo con cariño- ambas ríen
-¿Y tienes novio?- vuelve a preguntar la del pelo rubio.

Ante esa pregunta, algo en mi, quiere prestar atención a la respuesta.

En realidad si que quiero saber si tiene novio o no.

-No cielo, no tengo novio- por un momento nuestros ojos conectan.

Siento alivio.

-Gabriela, ya vale- rehuyo la mirada de la joven de diecisiete años para dirigirla a la adolescente de catorce, y con eso, llamarle la atención
-No pasa nada, que pregunte- le quita hierro al asunto la morena
-¿Y te gusta alguien?- mi hija insiste
-Eso sí- la morena me da una mirada rápida y un leve sonrojo amenaza con expandirse por sus mejillas.

¿Por qué se sonroja?

¿Por qué me ha mirado a mi?

-¿Y es guapo el que te gusta?-
-Yo le veo así- sonríe la morena
-¿Cómo es?-
-Pues es alto, así mas o menos- alza su mano intentando representar la altura del afortunado.

Espera ¿qué?

No se porque pienso que es 'el afortunado'.

A ver, es guapa, inteligente, amable, cariñosa, madura y alegre.

Cualquier chico con dos dedos de frente se fijaría en ella.

Lo peor de todo, es que yo me he fijado en ella.

No puedo decir que esté enamorado o que me guste al punto de la locura.

Pero me gusta.

Hay algo en ella que me atrae.

-Es rubio, y tiene unos ojos azules preciosos- concluye su descripción -pero bueno, se que nunca saldré con él- se encoge de hombros
-¿Por qué?- hasta yo me sorprendo de la pregunta que le acabo de hacer
-Porque nunca se fijaría en mi. Además, es mayor que yo, bastante mayor- la última frase la dice con un toque de resignación.









******









Llegamos a casa y veo a Laura cocinando.

-Hola mami- se acerca Gabriela y la abraza mientras la castaña clara sonríe
-Hola cielo- besa su coronilla -¿qué tal el trabajo?- se dirige a mi
-Bien- me encojo de hombros -¿y tu qué tal en la joyería?- se encoge de hombros dándome a entender que su respuesta sera igual que la que le acabo de dar yo
-Mamá, Martina es super maja- le cuenta la rubia casi quinceañera, emocionada
-¿Quién es Martina?-
-La hija de Damián- contesto a su pregunta dejando mi mochila en la entrada
-Si, además de ser maja, es una chica muy guapa- asegura y tiene toda la razón
-¿Cuántos años tiene esa chica, cariño?- su expresión se vuelve algo sería.

¿Tanto puede molestarle que otra adolescente le caiga bien a su hija?

De verdad que a veces no entiendo a esta mujer.

-La semana que viene va a hacer dieciocho. ¿Por qué?- frunce su ceño, confundida
-Ah por nada, por curiosidad- se encoge de hombros intentando disimular su ligera molestia
-Papá, si la ves, la felicitas de mi parte, por favor- enfoca sus ojos marrones claro en los míos azules 
-Vale- sonrío y ella también
-¿Y por qué tendría que verla tu padre?- ahora si está molesta
-Pues porque igual va a la tienda. No se, digo yo eh- mi hija exagera sus palabras y a mi me entran ganas de reír
-Si que te ha caído bien la tal Marina-
-Martina- la corrijo
-Bueno, como sea- resoplo.

Desde hace tiempo seguir llevando esta farsa de familia feliz se me sobre está haciendo pesado.









******









Gabriela está en su cuarto, supongo que hablando con sus amigas o viendo la televisión.

Lara y yo estamos en el salón viendo la televisión.

Aunque realmente no estamos prestando mucha atención al aparato electrónico.

Ya que ella está con un libro y yo con mi smartphone.

Viendo la foto que le hice a Martina mientras ella estaba hablando con mi hija.

-A ti también te cae bien esa chica ¿verdad?- la miro confundido
-¿Quién?-
-La hija de tu jefe- me aclara
-Es una buena chica- me encojo de hombros -nos ayuda en la tienda y es bastante correcta- la castaña clara de ojos marrones me mira algo desconforme
-Bueno, espero que solo Gabriela tenga la impresión que ha dicho antes-

Niego con la cabeza, ella cierra el libro que estaba leyendo y se va al baño.

Lo peor de todo es que intuye que no solo nuestra hija tiene esa impresión de la hija de mi jefe.

Aunque lo peor no es eso.

Lo peor es que puede que tenga razón.

Dieciocho años no son nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora