Capítulo 14

10.3K 530 2
                                    

Martina.

Coloco mis dedos sobre mis labios y sonrío por el beso que nos dimos ayer Jesús y yo.

Mi padre nos pide unas bolsas y el rubio y yo nos dirigimos hacia el almacén a por ellas.

Se agacha y veo como los vaqueros grises claro que lleva se ajustan perfectamente a su cuerpo.

Cuando se levanta y va a salir, me pongo delante de él.

Me mira extrañado pero no me dice nada.

Me acerco más a él y le beso.

Él se sorprende pero me rodea la espalda y me pega a la pared.

Se dirige a mi cuello, lo muerde ligeramente y yo respondo con un gemido.

Al hacer eso, algo parece cambiar en él, ya que se separa y empieza a negar con la cabeza.

-¿Qué pasa?- cuestiono extrañada por su reacción
-Martina, lo siento, pero esto no puede ser-

Siento como mi cuerpo se congela ante lo que acaba de decir.

Miles y miles de insultos pasan por mi mente.

Pero no se, por alguna razón que hasta yo desconozco, decido callarme y no decirle nada.

Una vez alguien le dijo a mi madre:
El mejor desprecio es el no aprecio

Así que eso haré.

-¿Por qué?- pregunto dolida pero sin dejar ver que me afecta
-Yo... Lo siento mucho- balbucea -pero podemos ser amigos-

Este tío es gilipollas.

-Claro- miento.

El sonríe poco convencido, pero es que ahora mismo ya, me da igual.

Bueno, igual no me da.

Pero joder, eso ha sido un golpe muy bajo.

Salimos del almacén con las bolsas y en cuanto se las doy a mi padre, me dirijo a una estantería a seguir ordenando el género.












******












-Que hijo de su madre- comenta Renata impresionada cuando le cuento lo que me ha pasado con el rubio
-¿Y ya no habéis hablado?- cuestiona Alaska recogiéndose el pelo
-Poco, cuando le hablo, le hablo seca-

La morena de ojos verdes hace una mueca dándome a entender que lo siente, y la pelirroja de ojos azules no dice nada ya que el sonido de la vibración de su móvil la ha distraído.

Sonríe tontamente y nosotras intercambiamos una mirada para después posar nuestros ojos en ella.

-Es Gonzalo- sonríe
-Igual si específicas un poquito más...- le digo haciendo que Alaska ría
-El de la discoteca- contesta mientras teclea algo en el aparato electrónico.













******













En cuanto le veo entrar por la puerta, cojo rápidamente el género y me voy a una estantería que está alejada de la entrada.

Me pongo a colocar de manera algo torpe y rápida.

Me centro en las estanterías y en no pensar en el rubio que me está volviendo putamente loca.

Después de todo lo que ha pasado, y sin siquiera saber porque ha pasado, me sigue gustando joder.

Me gusta demasiado.

Sin darme cuenta, él ahora mencionado, se está aproximando a mi.

Hago como que no le veo y paso cerca de él rozando su brazo.

-¿No saludas?- pregunta con algo de sorna cosa que me molesta a medias
-Hola- contesto seca y sigo mi camino.

Me dirijo a otra estantería y continúo colocando las carátulas.

Noto una mano en mi hombro y me sobresalto un poco. 

Veo al de los ojos azules con expresión algo triste.

-¿Sigues enfadada conmigo?- me mira y yo decido rehuirle la mirada y seguir con lo que estaba haciendo
-No he estado enfadada contigo en ningún momento- le miento sin mirarle
-Me estás mintiendo- asegura.

Ignoro lo que me acaba de decir aunque sea cierto.

-Cuando mientes, entrecierras el ojo derecho y aprietas la mandíbula- me sorprende que sepa todo eso.

Porque eso quiere decir que se fija en lo que hago.

¿Qué coño estoy diciendo?

-Martina. Lo siento, pero en algún momento lo entenderás- sus disculpas parecen sinceras.

Aprieto los labios y me contengo para no ponerme a llorar y partirle la cara aquí mismo.

Mis opciones son simples.

O le pego o le beso.

Decido quedarme callada.

Él, al ver que no tengo intención alguna de hablar, se va.

Una lágrima se resbala por mi mejilla, rápidamente la limpio con la manga de mi jersey.

No quiero que me vean mal, y menos aquí.












******













Estamos ya en nuestro piso por fin.

Tras unos cuantos días de haber trabajado, conseguimos juntar el dinero necesario para poder pagar esta preciosidad entre las tres.

A base de muebles que hemos comprado nosotras y algunos que nos han dejado nuestros padres, el piso está quedando muy bien.

Además es muy completo.

Tiene dos baños, una cocina muy amplia, un salón enorme, tres habitaciones, un cuarto a parte para guardar cosas y una terraza enorme y preciosa con vistas al centro de la ciudad.

Nos sentamos en el sofá y nos cubrimos con dos mantas.

Empezamos a hablar de temas diferentes hasta que yo les relato como van las cosas con Jesús.

-Martina, igual estás siendo un poco dura- Al hace una mueca y Renata concuerda con ella
-Piensa que si te ha dicho eso, tendrá alguna razón- añade la pelirroja
-Pero a ver, entendedme vosotras a mi también, nos besamos y todo genial, hasta que de repente a los tres días me sale con que no puede ser y que lo siente muchísimo- doy un sorbo al Nestea que se encuentra en mi vaso de cristal
-Es normal que te jodiese- me da la razón la morena de ojos verdes
-Pero una cosa- interviene la pelirroja de ojos azules de nuevo -¿te dijo que podíais ser amigos, no?-
-Si- contesto extrañada por su pregunta y Alaska se encuentra igual que yo
-Coño pues aprovecha eso para aclarar algunas cosas-

Renata habla como si hubiese dado con la solución universal a todo y mientras nosotras dos la seguimos mirando extrañadas.

Al ver que nuestras caras siguen teniendo el mismo toque de confusión de antes, niega con la cabeza pero decide aclararnos su reflexión.

-Me refiero a que los amigos quedan. Quedan con él- mis ojos se ensanchan y yo inmediatamente niego con la cabeza
-Quizá tengas razón- dice Alaska
-Claro que la tengo. Se supone que es un amigo, quedas con él como puedes quedar con alguna de nosotras o con Marco- se encoge de hombros.

Bueno, quizá no sea una idea tan descabellada como yo estoy creyendo.

Dieciocho años no son nadaWhere stories live. Discover now