Capitulo 11.

19.4K 1.1K 69
                                    

A Prueba

Capítulo 11

POV CAMILA

(Pasado)

—¿Alguna vez imaginaste esto? ¿Tal y como estamos ahora? —Pregunto Lauren quien estaba recostada junto a mi en el césped de su jardín. Mi cabeza se escondía discretamente entre su cuello y su hombro y solo me deleitaba con el aroma que emanaba su cuello. Una de sus manos me envolvía y la otra hacia cariños por mi espalda.

—Abrazadas… ¿acostadas sobre el húmedo césped esperando las estrellas? ¿así? —bromee un poco y enseguida la tierna cara de “bajaaa” de Lauren se hizo presente lo cual me encantaba.

—Camz… sabes a que me refiero.

—¿a ti? La reina Lauren Jauregui y yo la plebeya Camilla Cabello ¿Juntas?

—No digas eso Camz…

—No. La verdad es que nunca… —Sonrió y dejo un delicado beso en mi frente. —Bueno… ahora que lo pienso, si. Una vez.

—¿A si? ¿Cuándo?

—El verano pasado cuando me invitaste aquí mismo a tu jardín a pasar un rato en la alberca —Comencé a rozar mi nariz y mis labios por su cuello. No podía evitarlo. Provocarla me encantaba. —Diablos Michelle… hay gente que simplemente debería tener prohibido colocarse un traje de dos piezas.

—Karla por favor… —De un solo movimiento me separo de su cuello y quedo arriba de mi —Entonces… ¿solo después de mi insignificante exhibición en la alberca nos imaginaste? —¡¿INSIGNIFICANTE?¡ Pensé mientras pensaba en alguna otra probable vez.

—Hmmm sip. Solo esa. Como ya dije…Tu eras la reina de la escuela Lauren y yo a tu lado no era nadie. Era casi imposible…

—¡CASI!… casi. —Se acercó de a poco mirando directamente mis labios hasta que decidió dejar de torturarme y unirlos con los míos. Entraba en una enorme especie de frenesí cuando la besaba. Era estúpido siquiera pensar en apartarla. Sus labios tenían un sabor único y un perfecto encaje con los míos. —Y además… que pena.

—¿Qué pena de que, Lauren? —Pregunte exaltada por su comentario.

—Que pena porque yo nos imaginaba juntas todos los días. Toooodos. —Sonreí casi por inercia. Justo cuando creía que no podía ser más tierna conmigo sacaba algo para sorprenderme.

—Quien lo diría Jauregui… pero ahora lo se. Ahora se que no hay otro lugar donde me gustaría estar.

—Abrazadas… ¿acostadas sobre el húmedo césped esperando las estrellas? —Pregunto irónica, en efecto burlándose un poco de mi frase.

—Entre tus brazos, Lauren.

(Presente)

Abrí lentamente los ojos después de ese pequeño sueño, ese pequeño recuerdo, encontrándome con la ventanilla del avión. Por un momento quise arrojarme de este y regresar. No se en que momento Sandra me convenció de viajar, pero lo hizo. Ahora estaba aquí en camino a la ciudad que tanto me maravillo cuando niña. Ahora era el último lugar en el que quería estar.

Por más que me resista algo de lo que me dijo Sandra es cierto. No se que podría encontrar en Nueva York y nunca lo sabré si no lo enfrento como se debe. No va a ser fácil. Los últimos días de mi vida desde aquella llamada han sido un infierno. Pero algo… un pequeña parte de mi ser me impulsaba a creer que no todo estaba perdido. Un pequeño fragmento de mi alma seguía encendida y me decía que ella aún no se ha ido.

—Mila… ¿estas dormida? —Sandra toco levemente mi hombro.

—Acabo de despertar…

—Bien… aterrizaremos en unos minutos.

Entonces asome mi vista por la ventanilla y ahí estaba la ciudad tan imponente como siempre solo que ahora le hacían falta 3 cosas. 2 enormes emblemas nacionales y mi admiración.

En poco tiempo ya estábamos saliendo del aeropuerto y mis pequeños deseos por superar todo esto y seguir adelante habían desaparecido. Había pasado una semana exactamente desde aquella catástrofe y la ciudad aun estaba en caos. Subimos a un taxi y nos dirigimos a nuestro hotel. Sandra se había encargado prácticamente de todo. Era de admirar la enorme actitud de amiga que había tenido conmigo estos días. Ella era de esa clase de personas que aun pese a la tragedia luchaba por lucir tan normal como siempre y gracias a que la conozco desde hace tanto tiempo, se que algo le preocupe. Algo muy aparte de todo esto. Luce tranquila y determinada pero hay algo en su mirar que sin duda le esta robando el sueño. Puedo sentirlo. Pero no puedo hacer nada. Ella solo te dice lo que ocurre cuando se siente preparada. Si no lo ha hecho, es porque aun no lo esta. Y yo la esperaría una eternidad.

Dejamos nuestras cosas en la habitación y tuve que regresar a un distintivo taxi amarillo a hacer el pequeño viaje más difícil de mi vida. El hotel Royals, donde la persona que mas amaba en este mundo se hospedaba.

—Buenas tardes señoritas… ¿tienen reservación? —Pregunto el recepcionista. Ahora sentía que mi cabeza iba a explotar, sentía pequeñas lagrimas intentar escapar de mis ojos. Sandra lo noto y de inmediato tomo las riendas de la situación.

—No, no, es decir, buenas tardes. Mire es un tema algo delicado. ¿Hay alguna suite a nombre de… Cece Frey o Lauren Jauregui?

—Me temo que no podemos brindarles esa información señorita… es política del hotel.

—No no, usted no entiende… lo que pasa es que…

—Mi novia se hospeda en esa suite… —Interrumpí sin importar como salía el tono de mi voz —Hace exactamente hoy una semana que no se nada de ella ni de su amiga —Para este momento las lágrimas había comenzado a salir. —No tiene ni idea de lo desesperada que estoy. De lo desesperante que es saber lo que pasó en este lugar y que justo después de ello la persona que mas amas sobre la tierra ahora no se haga presente. No vine a quitarle su tiempo señor, pero en serio necesito entrar a esa habitación y hallar alguna pista de lo que le paso.

El pobre hombre trago en seco mientras me miraba. Parecía que estaba a punto de ponerse a llorar conmigo.

—Déjeme ver que puedo hacer ¿esta bien? —Dijo levantando el teléfono de la recepción.

—Se lo agradecería mucho. —Sandra me abrazo de lado mientras aquel hombre marcaba.

—Disculpe… ¿sabe cuál era el número de su habitación?

—Ammm si, me parece que era la 402.

El dijo algo en voz baja en el teléfono por unos instantes más y entonces colgó. Volteo a darme una mirada de pena que jamás olvidare. No me “molestaba”, tenía toda la semana acostumbrándome a ese tipo de miradas. Tecleo algo rápidamente en la computadora y volvió hacia nosotras.

—Efectivamente, la suite está a nombre de la señorita Cece Frey pero… no se cómo podría decirles esto. Según el sistema de verificación de las tarjetas llave, esa habitación tiene una semana sin ser abierta de nuevo.

Y entonces sentí mi mundo caer nuevamente. Ahora lo sabía, desde ese día ninguna de las 2 se había parado por aquel lugar. No se de donde saque mas fuerzas para formar otra frase pero lo hice.

—Cree que… ¿usted cree que haya alguna manera de que pueda entrar? Yo… yo le retirare la reservación y le pagare el diferencial de los días pero… por favor, déjeme entrar por sus cosas.

—No hará falta, querida. —se agacho un poco y volvió su mano hacia mi con una tarjeta llave. —Tome, con ella podrá entrar a la habitación. Tómese el tiempo que necesite. Solo le pido que anote su nombre aquí —Me paso una lista, me registre y tome la tarjeta entre mis temblorosas manos.

—Muchísimas gracias. No tiene idea de lo que esto significa. —Dijo Sandra tomándome de los hombros y guiándome hacia el elevador.

—No hay de que… han sido días… muy difíciles para todos. —Nos dirigimos hasta el elevador y cuando Sandra precioso el botón escuche de nuevo la voz del recepcionista. —Y… Señorita Cabello… —Voltee mi rostro para mirarlo —En verdad… lo siento mucho. —Le di la más falsa y amarga sonrisa que creo que he dado en mi vida y entre al elevador.

¿De verdad? ¿En serio esto estaba pasando? ¿Había recibido mi primer “pésame”? No podía creerlo.

No quería.

A prueba.Where stories live. Discover now