Capítulo 33

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"Me encontraste magullada y dolorida, con los hombros cansados y con el corazón aún más. Estaba llena de heridas de batallas perdidas que luché hasta el final porque creía que perder no sería tan doloroso como rendirse a tiempo. A tiempo, nunca llego a tiempo.

La vida me pesaba tanto que de repente ya no la necesitaba, dejé de engañarme con esperanzas y hasta los atardeceres dejaron de parecerme bonitos. Y todos los días estaban nublados sobre mi cabeza a pesar de que hicieron un sol horrorozo que sacaba a todos los niños a jugar y yo era incapaz de escuchar cualquier risa.

No te haces ni una idea de cuanto tiempo llevaba sin mirarme directamente a los ojos cuando me refleje en los tuyos.

Comenzaste a cuidar todas mis heridas y jamás te rendiste porque pensabas que dejarme perder era mucho más doloroso. Yo jamás te pedí nada y tú hiciste todo lo que incluso ni sabía que necesitaba y ahora que ya no tengo más heridas que curar no te me haz ido y yo aunque tú siempre me haz dicho que no te debo nada, estoy tan en deuda con la forma en la que me quieres.

Gracias por rescatarme."

Ya había pasado un mes más. Sofía seguía sin despertar y casi era navidad. Lorena seguía insistiendo en llamarme mamá... Bueno, ahora era mamí. Todo con Lauren iba muchísimo mejor y me hacía feliz... Muy feliz.

Lauren me había estado apoyando en todo lo de mis terapias y eso había logrado que nuestra relación se fortaleciera, también aprovechabamos nuestro tiempo al máximo. Junto a Lorena parecíamos una familia... Aunque quería que Sofía despertara pronto.

Desperté una vez más a su lado, hoy nos quedamos en mi casa a dormir; se estaba convirtiendo en una droga para mi, verla dormir... Su serenidad. Tomé una fotografía de ella que se encontraba boca abajo y con su cabello reborujado, me tomé la libertad de subirla a mi instagram.

-¿Qué vas a hacer?- preguntó Lauren, cuando sintió que me movía, me miró mientras yo me levantaba de la cama. Se veía tan adorable con su carita adormilada.

-Necesito un cigarrillo...

-Camila...

-No lo puedo evitar, tengo mis bochornos del mes y me desespero.

-Lo mejor de todo es que siempre estás muy sencible.- levantó sus dos cejas con una sonrisa de complemento. Yo solté una carcajada.

-Eres la peor... Déjame.

-¡TE AMO!- gritó cuando salí de la habitación. Por impulso regresé, entré sin avisar y ella ya estaba de pie... Sin la sabana en su cuerpo.

-Yo también te amo.- le abracé por atrás sintiendo su suave piel. Dejé un beso en su cuello, una nalgada y salí de mi habitación.

-¿ADÓNDE VAS?- gritó mi madre desde la cocina.

-YA VUELVO...

-SUBIRÉ A TU HABITACIÓN Y NO QUIERO ENCONTRAR A LAUREN COMO LA VEZ PASADA.- reí al recordar que hace unas semanas ella nos vio... Ya saben.

-Madre dale su privacidad... Ya vuelvo.- dije entrando a la cocina para saludarla, le mostré la cámara que había tomado en el camino, sí, tuve que entrar de nuevo y después volver a salir de la casa.

Caminé por la calle rumbo... Realmente, sin rumbo. Tenía mi cigarrillo en la mano y mi cámara en la mano.

Es curioso como todo pasa tan rápido, que sin darte cuenta simplemente estás en el lugar que quizas no sea el indicado, pero es donde tus demonios dejan de hablar en contra de ti y desaparecen. Es como uno de esos días en que vuelves a casa después de un día tan pesado que todo está sobre tu espalda, tus pensamientos juegan contra ti y sólo quieres no levantarte mañana; en el camino piensas en todo lo posible que puede pasar y cuando por fin abres la puerta de casa y caes rendido en cama agradeces por poder descansar. Tal vez sea un patético ejemplo, pero Lauren se convirtió en mi zona de confort y estar a su lado era el lugar donde yo podía descansar y agradecer por un día más; era donde olvidaba esas voces dentro de mi que me decían que nada valía más la pena.

Letters (camren) Where stories live. Discover now