Capítulo 3

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»Tío esta tarde iremos a ver a Nacho compitiendo« decía el mensaje de Carlos. 

Nacho era de los mejores sobre la pista. Casi siempre quedaba primero y con diferencia. A parte de que era un muy buen amigo mío. Trabajaba de mecánico, mientras estudiaba ingeniería automovilística. Me encantaba verlo sobre la pista, pero esa tarde la tenía muy ocupada.

»No puedo tío, tengo que estudiar«

Me vuelve a vibrar el móvil »oy oy oy con nuestro estudiante. Ajajajaa. Esta bien pero esta me la pagas chavalote« Reí, puse el móvil en modo avión y seguí escribiendo. 

Llevaba encerrado en casa dos días enteros, la comida me la traían al cuarto. Busqué casos parecidos, los comparé con el mío, saqué conclusiones y formas de defender al niño. Era menor de edad y había apuñalado sin querer a su compañero de clase con un cutter. El compañero del niño salió con una herida de cuatro centímetros de profundidad en el costado derecho. El caso parecía fácil, pero era casi imposible que el menor saliera inocente. Como mínimo le caía una multa. Puse todo tipo de argumentos para defenderlo. 

Entonces la puerta se abrió y apareció detrás de ella Miriam. Se apoyó contra el marco de la puerta y me miró con una sonrisa picarona. 

— El estudiante del año, mi querido Ángel— se despegó del marco y comenzó a caminar en mi dirección. 

Con una patada cerró la puerta. Se subió encima del escritorio y se abrió de piernas. Las colocó sobre mis hombros y se fue desabrochando los botones con lentitud. Eso me encendía, pero esta vez, no fue así. Me acercó con sus piernas hacia ella y deslizó su mano por debajo de sus pantalones. Un gemido se escapa de entre sus labios, empiezo a sentir el calor bajar a mi entrepierna. Ella sigue gimiendo y moviendo la mano bajo sus pantalones. La sujeto de las caderas y tiro de ella poniéndola a horcajadas sobre mi. Se lanzó a besarme, mientras su mano aún trabajaba bajo sus pantalones. Yo deslicé mi mano por sus pantalones, le quité los dedos y comencé a jugar con su punto más débil. Ella muerde mi labio y corre sus manos por mi abdomen hasta mi entrepierna, me desabrocha el pantalón y saca mi miembro. Con brusquedad me quita mi mano de sus pantalones, los baja y me entra dentro de ella. Ella suspira y se queda algunos segundos quieta, antes de comenzar a subir y bajar sobre mis piernas. Cierro los ojos porque no puedo mirarla mientras le doy placer, ella acelera la velocidad de sus saltos y cuando estoy apunto sus ojos aparecen en mi mente. Sus curvas bajo la falda, su busto voluminoso y escondido tras la blusa. Aquellos labios voluminosos, y su mirada... ¡Dios! Miriam se queda apoyada en mi pecho respirando agitadamente. La suJeto de las caderas, salgo de ella y me levanto dejándola sentada sobre la silla.

— Miriam, vete. Voy a estudiar— dije quitándome la camiseta antes de entrar a la ducha. Ella me miró enfadada, se levantó, se subió los pantalones y salió dando un portazo. 

La chica del velo aún no salía de mi mente, sobre todo por su mirada ¿Qué me hacía desear tanto que me mirara? Puedo entender que por su religión no se atreva a mirarme directamente... Pero aquella noche me sujetó de los brazos y me miró directamente. Me tiro del pelo con frustración al no haber disfrutado al completo de Miriam. El agua me quemaba en la piel, pero eso era lo de menos, quería ver a esa chica.

Decido que el trabajo ya está terminado después de releerlo cinco veces, y decido llevárselo a papá para que me diera su opinión. Al entrar veo a mamá sobre la mesa del escritorio de papá, y él con la cabeza dentro de su vestido. Mamá suelta un suspiro, y al levantar la cabeza me vió y me sonrió:

— Ufff... Ya sois mayorcitos para estas cosas

— Mm... Si vienes a dejarme tu trabajo...— comienza papá besaba a mamá— déjalo por ahí y danos algo de intimidad

«como si me gustara estar ahí» Dejo mi trabajo en la mesa de la puerta y salgo asqueado.

Decido que no hay más que hacer, ya que mis ojos se cerraban por sí solos. Me tiré encima de la cama y no desperté hasta las siete de la madrugada. Era aún muy temprano, así que me di una ducha rápida y salí de casa a dar un paseito en coche.

Me perdí entre las calles del barrio. Hasta que me encontré en el barrio de Nicolás. Sin querer recordé el sonido de sus tacones, sus manos sobre mis brazos, sus labios... Aceleré y decidí salir de aquel barrio y tomar algo para el desayuno. Desayuné en un restaurante cerca de ahí y fui a casa a corregir los errores que había encontrado papá.

Me había dejado el trabajo en mi escritorio y algunas anotaciones y recomendaciones. Lo reescribí, me subí al coche y recé por que la chica del velo fuese quien recogiese los trabajos.

Subí las escaleras de dos en dos, y al llegar a la puerta dejé el trabajo con el profesor, y por desgracia la chica del velo no estaba. Le pregunté al profesor y me dijo que ella tomaba sus clases al otro lado del edificio. 

Sin pensármelo dos veces la busco por los pasillos. Nada, como si nunca estuviera por aquí. Finalmente decido ir a la cafetería. Al entrar siento todas las miradas sobre mi. En otro momento habría sonreído, pero ahora sólo quería ver a Melek. Y ahí estaba. Llevaba unas gafas, que la hacían parecer más sofisticada. Esta vez llevaba unos pantalones, que mostraban sus largas y bonitas piernas, y una blusa larga por la espalda y algo por debajo de sus caderas por delante. Conjuntados con unas bonitas botas de tacón que marcaban mejor sus piernas. Llevaba un libro entre manos, y una taza enorme humeante. Estaba sola en la mesa en el fondo de la cafetería. Me acerco a la barra y pido una taza de café. Cuando me giro a ir a sentarme con ella, ya no está.

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YYYYY Aquí vuelvo, ya sabes vota, comenta y compártelo con tus colegas si te ha gustado

Y en la multimedia Miriam

La Chica del Hijab ©Where stories live. Discover now