Capítulo 36

2.2K 191 8
                                    

Melek

Me arrodillo a su lado y tiro de él hacia mi pecho para abrazarlo. Se hace un ovillo y solloza más fuerte

— Ya basta cariño, a ellos no les gustará que llores así— acaricio su espalda

Él desliza su mano hacia las tumbas y cierra en su muño la tierra. 

* * *

Aparco el coche frente a casa, aún no me atrevo a llevarlo al aparcamiento. Mohammed sale del coche y se dirige a casa sin decir nada, le afectó mucho que lo llevara a visitar a papá y a mamá. Cuando salgo yo mi corazón se dispara en latidos. 

Ángel estaba con la arpía de Stacy. La rubia operada le ponía la mano sobre el brazo mientras reían a carcajadas. Se le ve muy cómodo

«Te enseñaré lo que es ser así de traidor»

Camino hacia ellos decidida, y saludo airadamente a Stacy ignorando al imbécil

¿Qué tal tu novio?

¿Jones? Lo dejamos

No, me refería a Rob

¿El rubio? Era cosa de una noche tú también— y comienza a reír, aunque no tenga ninguna gracia

No, Rob el pelirrojo

El pelirrojo no era Rob, ese era Ronn, Rob era el moreno Mexicano

Ah bueno querida, tengo que responder a una llamada— y dicho ésto descuelgo la llamada que me había llegado 

«justo a tiempo»

— ¿Mike? ¿Qué tal?... Ayy gracias— siento mi costado vacío, Ángel acaba de entrar. Me alejo de la rubia plástica— Gracias Candela. Te lo explico luego ¿sí?

Al entrar a casa lo veo con su revista sobre el sofá. Sé que está enfadado porque no lo llevé conmigo cuando le prometí pasearlo por Carolina. Pero no podía llevarlo al cementerio, primero porque es algo íntimo, entre hermanos, y por otra parte porque no quiero que el primer sitio que visite sea el cementerio. 

— Mohammed cariño, necesito tomate para la cena ¿Puedes ir a comprar?— le doy el dinero y lo echo de casa

Luego me quito los zapatos y me siento a su lado en el sofá

— ¿Te has enfadado?— no dice nada— No podía llevarte. Fuimos al cementerio. 

Él se mueve para pasar su brazo alrededor de mis hombros. Me dejo llevar y me apoyo sobre su pecho

— ¿Era Mike?

— Celoso. Y no lo era, era Candela— vacía sus pulmones del aire y me abraza más a su pecho—Stacy es una plática operada. Si te va la silicona...

— ¿El celoso era yo?— suelta una risita— preguntaba por vosotros. Me dijo que solíais jugar cuando erais pequeños

— Antes de que se opere medio cuerpo— suelta una carcajada y me encierra más en un abrazo

— Melek— dice interrumpiendo el silencio— ¿Puedo decirte algo? Pero tómatelo lo mejor que puedas

— Claro— su tono parecía serio

— En un principio me parecías atractiva— voy a levantarme, pero no me lo permite—No te voy a mentir, no fueron pocas las ocasiones en las que me acosté con una mujer y aparecías tú en mi mente. Pasado un tiempo, después de lo de tu hermano, no podía siquiera conciliar el sueño sin pensar en ti, no de forma obscena, ésta vez las cosas van más allá. Necesitaba verte sonreir, necesitaba verte alegre. Y podía hacer cualquier cosa para conseguirlo. Melek, sé que ya lo sabes porque no sé disimularlo, aunque tampoco quiero. Pero quiero aclararlo, realmente te quiero, y no como juguete sexual, sino como apoyo, como alguien que me alegra, o que me enfada, pero como alguien que siempre estará ahí— se queda en silencio unos segundos, para luego aflojar su agarre y darme la oportunidad de levantarme, oportunidad que aproveché con toda rapidez. 

Su confesión fue como un golpe muy duro de realidad, un golpe que me despertó del sueño que yo misma estaba creando

— E-esto... M-mañana t-tenemos una z-cena f-familiar y em... Iré con mi hermano a la casa de mis a-abuelos, y nos q-quedarem-mos hast-t-ta el domingo. Esto... Si q-quieres pued-d-es q-quedarte aquí en casa— nunca he tartamudeado tanto

— Claro— ni siquiera me mira. 

Subo las escaleras y una vez en mi cuarto cierro la puerta con seguro. Me siento como una perra. Nunca le había roto el corazón a un chico de ésta forma, nunca. Y ahora que realmente el pobre se confiesa lo trato así. Me siento como la peor mujer del mundo.

* * *

Mi abuelo y mi hermano no se soltaron hasta que lloraron los dos y se desahogaron. Al igual que todos mis tíos y primos. Lloramos todos porque llevaba tiempo sin verlos, porque nada más verlos recordé ese día

Cenamos todos entre risas y yo subo al cuarto de arriba para hablar con mis primas. Después de un ratillo entra mi tía con una enorme sonrisa, y detrás de ella está mi abuelo. Les dice a todas las chicas que salgan mientras que me retiene a mi dentro. Al quedarnos los tres, cierra la puerta y se sienta a mi lado en la cama

— Ha venido alguien a pedir tu mano. Dice que fue tu compañero de trabajo

— Off, tita. No quiero casarme aún

— No puedes decir eso sin haberlo visto— me regaña— Además viene con el Imam, tienes que bajar.

— Off tita...

— Thalía, déjala ya ha dicho que no— regaña mi abuelo a mi tía

«Alguien le cae mal al abuelooo» canturrea mi subconsciente

— Papá, no sé qué haces aquí. Esta niña impertinente va a bajar a conocer a su futuro marido, o cuñado. Porque te aseguro que no lo dejaré ir. O te lo quedas tú, o mi hija.

Saca a mi abuelo del cuarto, me viste y me maquilla. Cuando voy a mirarme al espejo me quedo pasmada

— Tita, uno: el vestido es para las bodas, y ésto es solo una fracasada pedida de mano; y dos: parezco la veneno con éste maquillaje

Me desvisto, me pongo un vestidito de andar por casa, arreglo mi velo como peor sé, y me maquillo algo natural, nada de sobras negras ni labios rojos puta

Voy bajando las escaleras y mi tía va susurrándome al oído lo que tengo que hacer y lo que no, como mirar directamente a los ojos, o dar dos besos, o reír como una loca (Sí, todo eso lo hice cuando vino Mike, para ahuyentar a su familia)

Entro a la sala, no me atrevo a levantar la mirada, porque mi abuelo está ahí. Total, que me siento mientras el imam comienza a hablar

— Señorita, hace algunos días éste jóven vino a la mezquita queriendo cambiarse a la religión. Me pidió que por favor lo ayudara. Ahora reúne todas las características de un buen musulmán, incluida la circuncisión. Y hoy, aquí delante de todos, Junaid Salinas, viene a pedir la mano de su nieta señor Barakat

«¿Salinas?»

Levanto la mirada y lo veo. Mis ojos se pierden en los suyos, y una sonrisa ilumina su rostro. Quiero gritar, quiero lanzarme a él en besos, abrazos y lágrimas. Pero no me sale nada. Mi tía carraspea desde la otra punta de la sala, para que yo diga mi respuesta

— Ya la escucharon, señores mi hija no quiere casarse— pronuncia mi abuelo

— Señor Barakar— Ángel habla, digo Junaid— Su nieta no pronunció ni una palabra.

— Sólo déjenos unos días para pensarlo. Yo me comunicaré con usted antes del fin de semana que viene, señor Imam

***************************************************************************************

Y ¿Qué os parece? VOTA, COMENTA Y COMPARTEEEEEEEEEEEEE

La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora