Capítulo 8

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El pitido constante y molesto no me deja dormir. Me doy cuenta de mi cuerpo, me duele, pero me puedo mover. Abro los ojos, las cegadoras luces que tengo encima hacen que los vuelva a cerrar. Una vez que se acostumbra mi vista a la luz los vuelvo a abrir. El pitido viene de una maquinita encima de mi cabeza, ligada a un aparatito en mi dedo. En mi pecho hay colocadas unas pegatinas con cables, y estoy completamente desnudo, solo llevo un delantal de hospital. 

Escucho una leve y relajada respiración. Me giro y al verla ahí, sentada sobre una silla, con la cabeza sobre sus brazos cruzados encima de una mesita que hay al lado de mi cama. Lleva el velo ligeramente soltado y se puede ver un mechón de su castaño cabello. Lleva un pijama rosa, con la parte de arriba bastante larga. Bajo un poco más la vista y veo que lleva unas zapatillas. No puedo evitar sonreír como idiota ante una imagen tan tierna.

 Busco mi móvil y lo encuentro sobre la mesita, al lado de su cabeza. Me estiro, lo cojo y congelo aquel momento. Guardo la foto en la galería, bloqueo la pantalla y me vuelvo a estirar para dejarlo en su sitio, cuando calculo mal y se cae al suelo haciendo el ruido que evité desde un principio. Melek se sobresalta y abre los ojos. Al verme despierto, me sonríe

— Ya estás despierto dormilón— se arregla el velo sin quitárselo. Por respeto miro a otro lado

— Uf si, este pitido no deja dormir a nadie, no entiendo cómo te quedaste tú dormida— ella ríe y niega con la cabeza

— ¿Tienes hambre o sed?— dice levantándose

— La verdad es que tengo sed, agradecería un buen trago de agua— ella asiente y sale de la habitación, arrastrando las zapatillas como si anduviera por casa

Un minuto después viene con un botellín pequeño de agua y una napolitana.

— No creo eso de que no tengas hambre, y el doctor me dijo que tenías que comer para recobrar energías

En ese instante todo explota en mi cabeza: Los gemidos de la morenita, la frustración, la corriente en mi hombro, mi derrape, mi choque contra la barandilla... Ella me mira preocupada, con la napolitana y la botella de agua tendidas. Mi cara debe ser un poema, y no de los bonitos. Espero que no haya quedado destrozada.

 Cojo la napolitana y le doy un gran bocado. Mmmm que buena, la devoro saboreando cada bocado, como si no hubiera comido en semanas. Luego de terminármela le doy un sorbo a la botella de agua, y luego otro, hasta que siento que mi estómago se ha llenado de agua. La mano de Melek me quita la botella casi vacía

- ¿Sabes que puedes morir por el agua?- me mira, y tras ver mi desconcierto, sonríe y me explica- Las células se ahogan por el agua- deja el botellín y se vuelve a sentar sobre la silla- Tu novia te ha mandado un mensaje hace un par de horas, no he querido llamar a nadie ni decir nada hasta que te despiertes

«¿Qué? ¿Miriam me había mandado un mensaje y Melek lo había leído? Jodido»

— Mejor—eso es lo único que pude decir.

Entonces entra el doctor

— Bueno, aquí nuestro señor Salinas se puede ir, te colocarán las vendas y te podrás ir— dice examinando mi informe médico

-— Y... ¿Qué tengo?— aún no me lo han dicho, y quiero saber de qué es esta molesta corriente que siento en el hombro

— ¿No te lo ha explicado la señorita?— Mira a Melek, que me mira sorprendida

— P-perdone doctor, pero se me pasó completamente

— Bueno, yo me voy a ver a otros pacientes. Usted se lo explica— dicho esto sale del cuarto.

— Em... Tienes que ser fuerte— acerca la silla a mi cama— No sé cómo explicártelo— mi corazón se acelera... Me imagino lo peor. Su cara se ve seria, y no creo que sea una broma— Pues... uf... esque, es algo muy complicado— se lleva una uña a la boca nerviosa. Segundos después explota a carcajadas ¿Qué está pasando?— Dios tu cara es un poema— dice entre risas

— Ya seguro— digo algo enfadado— Ahora dime qué pasa

«Esque no puedo enfadarme con algo tan bonito»

— No es nada— baja la mirada ¿nerviosa? ¿avergonzada? no sé— Te vendarán el hombro, por el golpe del otro día. Se ve que con el cinturón estuviste a poco de dislocártelo. Las vendas son solo para prevenirlo.— me mira— y por lo demás tuviste bastante suerte. El casco ayudó a que tu cabeza no sufriera roturas , y como llevabas una chaqueta y unos pantalones las heridas no son nada grave, con un poco de cuidado sanarán enseguida

— Por poco me das un infarto, pensé que ibas a decirme que mañana me muero— dije indignado

— Oyy, solo fue una broma, si te hubieras visto no estarías enfadado— su tono es algo más confiado

Una enfermera entra y deja una bolsa al lado de mi cama

— Que se mejore— me dice antes de comenzar a desabrocharme el delantal. Melek se levanta, pero antes de salir la enfermera le habla— señorita, puede quedarse si quiere, solo le vendaré el hombro— ella se gira y me mira sorprendida. Sonrío para mis adentros satisfecho de todos aquellos días de trabajo duro. Se queda ahí, en la puerta, mirándome.

La enfermera termina de colocarme la venda, me quita todos los cables a los que estaba enchufado y sale por la puerta

— Yo voy al baño a cambiarme— digo bajando de la cama, que era bastante alta

— No, no, yo salgo a traer el coche, tú cámbiate y espérame— asiento y doy las gracias mentalmente porque el delantal cubre solo la parte de delante, y después de deleitar la vista de Melek con mis músculos, no quería cagarla enseñándole el culo

* * *

— Y aquí llegamos a tu casita— dice aparcando el coche frente a mi casa. Mi ropa estaba llena de sangre, y despellejada. Ella insistió en ir y comprarme ropa antes de salir, pero yo me negué rotundamente, no quería que se gastara ni un centavo de su bolsillo por mi.

— Pasa y nos tomamos algunas copitas— me arrepiento al segundo de lo que acaba de salir por mi boca. Su gestualidad se transforma a sorpresa, para luego pasar a algo entre vergüenza y seriedad.

— No bebo alcohol, y además tengo trabajo que hacer, estoy llegando tarde— «¿Me estaba echando de su coche?» Asiento amablemente y bajo, pero una pregunta sigue rondando en mi cabeza, me agacho y la miro desde la ventanilla

— ¿Y mi moto...?

— Ah, pedí que te la trajeran. Creo que ya está aquí— me sonríe, dejando ver sus hoyuelos. Asiento sonriente y me alejo para que ella pueda acelerar. La despido con la mano y entro por la gran puerta a casa.

Nada más cruzar la puerta la voz de Miriam grita. Escucho cómo corre hacia mí y salta a mi cuello. Me retuerzo de dolor y la aparto bruscamente

— Dios ¿Qué te ha pasado?— dice examinándome

— Un pequeño accidente, estoy cansado quiero irme a dormir. Avisa a mis padres por...

— Y un pijo— me sujeta suavemente del brazo, para no lastimarme— Esta noche tu padre ha invitado a gente importante, vendrán fotógrafos y tus queridos papis me dieron la misión de arreglarnos— salimos fuera. 

Puedo ver mi moto al otro lado del jardín, ni un rasguño visible. Me deshago de la mano de Miriam y me dirijo a verlo. Completamente nuevo ¿Esta chica se cree que me puede salvar la vida, arreglar mi moto y esperar que yo no le dé nada a cambio? Estaba chalada, y pensaba arreglarlo a la próxima vez que la veía

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Hasta aquí por hoy... Espero que te esté gustando y si es así házmelo saber dándole a la estrellita esa de abajo... Si esa.

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La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora