Capítulo 38

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Melek

— Allahu akbar— dice la voz de mi abuelo, indicándonos que termináramos la rakaa colocando nuestras frentes sobre el suelo

Hemos cenado todos juntos, hoy es la pedida oficial, y a partir de hoy seremos novios delante de todo el mundo 

¡Pau Gasol cenó con nosotros!

¡Mi abuelo por fin aceptó a Ángel!

Me siento como la mujer más feliz del mundo. Mi abuelo, como siempre, dirige el rezo. Pero comienza a demorarse en seguir con el rezo para levantar nuestras frentes del suelo.

— Allahu akbar— mi corazón da un vuelco. Ésta vez no es la voz del abuelo la que suena, sino la de Ángel.

Tengo la tentación de levantar la mirada y ver qué está pasando, pero me concentro en el rezo.

— Assalamu alaykum wa rahmatu allahi wa barakatuh— y eso fue la única señal que necesitaba para terminar el rezo y levantar la vista.

Me quedo petrificada, como todo el mundo, mientras Ángel se tapa la cara y comienza a llorar. Mi abuelo se encontraba en el suelo, tumbado, con los ojos cerrados. Mi respiración se acelera, y mis piernas vuelan solas hasta donde está él, saltando por encima de los hombres que ocupaban la segunda fila. Caigo encima de él y un grito sale de mi garganta. Entierro mi rostro en el hueco de su cuello mientras sollozo, sintiendo decenas de manos tirando de mi. Me aferro al inerte cuerpo de mi abuelo, aún sollozando y gritando. 

Puedo escuchar a una de mis tías decir nuestra dirección a gritos, y segundos después un ensordecedor sonido de sirena se para frente a la puerta. Un par de enfermeros entran, y las decenas de manos que tiraban de mi se alejan, para quedarse sólo dos, que consigo identificar

— Amor, deja que lo vean— su voz tranquilizante llena mis tímpanos, haciéndome obedecer, y olvidarme de cualquier otro sonido que no sea el agobiante latido de mi corazón, o las tranquilizadoras palabras que me susurraba al oído, mientras me abrazaba contra su pecho

Las lágrimas no dejan de bajar por mis mejillas, aunque mi respiración y mis latidos ya no son tan rápidos. Me separo de él para girarme a mirar lo que pasa con mi abuelo, y descubro que una cremallera que tira de un saco de plástico estaba a punto de cerrarse en su rostro

— ¡NOO!— empujo a Ángel y me tiro sobre el cuerpo de mi abuelo

— Please, give her some minutes— escucho decir a Ángel para que los enfermeros no me aparten de él

Destapo su rostro y su cuello. Parece tan vivo, tan feliz y sonriente, que parece que todo esto es una broma pesada y que abrirá los ojos y se reirá de mi cara roja e hinchada de las lágrimas. Pero no, yo mejor que nadie sé que este día iba a llegar, sobre todo después de lo que me dijo hace dos noches

» —Sé, por la forma que miraste a ese chaval, que lo quieres, y también sé, del mismo modo, que él daría lo que sea por verte feliz— se sienta sobre la cama y me indica que me siente a su lado— Ya he vivido mucho, sólo esperaba éste momento, el momento de ver tus ojos brillar, después de que dejara de ver el brillo de tu madre. Siento que ésta es la señal que esperaba— voy a replicar— No, te voy a ser sincero Melek, nunca me he sentido tan feliz. Quisiera verte con tu vestido blanco, quisiera entregarte con mis propias manos al imbécil que está sentado ahí abajo— señala la ventana con la mirada, haciendo que la sangre suba a mis mejillas— Pero temo no llegar a tu momento— coge mi mano— hija, aunque muera antes de tu boda, quiero que la celebres, como si yo estuviera ahí. Sé feliz, cuida de tu familia y de tu hermano querida«

Por aquel entonces no lo tomé en serio, y me arrepiento de no haberlo besado, abrazado, aspirado su aroma. Y por eso lo hago ahora. Reparto besos por su rostro, destapo sus manos y las beso, y finalmente me recuesto sobre su pecho y cierro los ojos. Aspiro fuertemente su aroma, su olor, ese que sé que extrañaré. Y tras unos segundos todo vuelve a mí. Los sollozos de mis tías y de mi hermano, la voz de Ángel pidiéndome que los dejara ir, los pasos de los enfermeros corriendo de aquí para allá, mi tía contándole lo ocurrido al policía. Levanto mi cabeza del pecho de mi abuelo, para encontrarme con el rostro preocupado y lleno de lágrimas de Ángel. Me ayuda a levantarme y me abraza.

— Tienes que dejarlo ir, mi alma— me susurra

— Tengo que dejarlo ir— le susurro de vuelta, para girarme en los brazos de mi prometido y contemplar cómo se llevaban el saco negro que portaba el cadáver de mi abuelo

* * *

La gente va llegando al funeral. Todos fueron tan amables por venir, hasta la familia de Mike vino, él tenía trabajo. Ángel no se apartó de mi lado ni un segundo, fue muy atento y estuvo bastante preocupado por lo que me pasaba. 

Pero todo empeora cuando llega el mensaje. Es de Mike, por lo que me alejo de Ángel para leerlo

<<Encontraron a Craig colgando del techo en su propia ropa, y en tu buzón hay algo que envió hace algunos días. No puedo entrar ¿Puedes venir?>>

Mis piernas me fallan. Corro a mi coche y acelero a toda velocidad rumbo a casa de mis padres. Veo a Mike sentado sobre la acera de  mi casa moviendo la pierna con nerviosismo. Al verme su rostro se frunce en preocupación, ya que creo que la sangre ya no corre por mi cuerpo

— Melek, tranquila— lo empujo y abro la puerta. 

Abro el buzón y comienzo a rebuscar entre las cartas, hasta que veo el envoltorio amarillento de prisión. Corro a mi cuarto y busco unas tijeras, con las que abro el sobre y saco de él dos cosas. Una, la foto del matrimonio de mis padres recortada de un periódico; y la otra una nota que decía en letras mayúsculas y cursivas tan propias de ese criminal:

»SIENTO ASESINARLOS«

Un sollozo deja mi garganta, y caigo rendida al suelo. Unos pasos llenan el cuarto, y siento unos cálidos y reconfortantes brazos rodear mi cuerpo

— Ya pasó— me susurra. Me deshago de sus brazos para levantarme. Mike ha desparecido

— ¡Ángel no lo entiendes! ¡Llevo años intentando averiguar el porqué lo hizo! ¡Años estudiando y esforzándome, para que ahora se ahorque con su puta ropa! ¡Años sin ver a mi familia, para que todo sea fruto de un capricho de un anti-islamista e islamófobo! ¡Años muriéndome y sin dejar de pensar, para que ahora todo acabe de ésta forma!— mi puño choca contra el cristal de mi  espejo, haciéndolo añicos. 

Deslizo mis brazos con rabia sobre mi mesa, tirando todos los botecitos y los trozos de cristal del espejo al suelo. Choco mis puños contra la pared hasta que siento los brazos de Ángel levantarme del suelo y tirarme sobre la cama, antes de inmovilizarme con su cuerpo. Cuando me hube relajado, me permite girarme para poder abrazarlo.

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Impactante ¿no? Aún quedan sorpresas jejeje

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La Chica del Hijab ©Where stories live. Discover now