Capítulo 42

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Melek

Escucho cómo se abre la puerta y él se cambia los zapatos por las zapatillas, se quita su abrigo y entra arrastrando las zapatillas. Sus manos pasan por mi barrigota y se posan en mi vientre, y sus labios besan mi nuca, para posar su barbilla en mi hombro y pegar su pecho a mi espalda, expectante a lo que estoy haciendo. Mi bebé da pataditas dándole la bienvenida a su padre

Y cuando saco el molde de la tarta de queso que lleva en el frigo desde ayer por la noche, todo el relleno que llevaba se cae por la encimera.

— Esta mierda no cuaja— digo tirando el molde al fregadero con toda la mala leche que llevaba encima

— Entonces no comeremos de esta mierda— y me da un beso en a mejilla.

— ¿Desde cuando eres tan mal hablado?— giro en sus brazos para darle la bienvenida como se merece. Paso mis brazos por su cuello y acerco mis labios a los suyos

— Desde que a mi mujer no le salen bien las tartas de queso— y junta sus labios con los míos

En mi barriga mi bebé comienza a dar pataditas y a sacar su codo. Me apresuro a separar mis labios de los de mi esposo y le digo emocionada:

— ¡Dios pon la mano!— coloca su mano sobre mi barriga y una sonrisa se dibuja en su rostro al notar el bultito que sobresalía de mi barriga. Se arrodilla delante de mi y levanta mi camisón para revelar mi enorme barrigota. La acaricia con las yemas de sus dedos mientras emitía soniditos como si jugara con mi niño

— ¿Quién es el peque de papi? ¿Quién es el hombrecito de papi? Si, éste es el peque de papiiii— mi bebé en respuesta se movía y daba pataditas, que su padre sentía en sus manos

— Amor— él para de juguetear con mi barriga y me mira sonriente— Recuerda que nunca dejaré de amarte— mis ojos se humedecen y él se levanta para abrazarme

— AAAAy, de nuevo a llorar— deja un par de besos en mi hombro— Si tanto te apetece una tarta de queso mañana por la mañana vamos y la compramos

— Sí— y seguido de eso suelto otro sollozo

* * *

Desde que puse la cabeza sobre la almohada no ha dejado de molestar. Se mueve de un lado a otro y da patadas, no me ha dejado dormir ni un poquito. Consigo dar la vuelta, después de muchas vueltas en la cama, pero ésta vez con un propósito. Deslizo mi mano por el torso desnudo de mi esposo y lo zarandeo

— Ángel, Ángel— emite un gemido en respuesta— No me deja dormir, no para de dar patadas— vuelve a gemir, lo que me da a entender que le da igual lo que pase en mi cuerpo— claro, tú no tienes que cargar con el niño, sólo te dedicas a alterarlo para que me deje a mi sin dormir— y le doy la espalda enfadada

Pero no tardo en sentir sus manos alrededor de mis caderas, y escuchar cómo se sumerge entre las sábanas hasta llegar a mi vientre. Deja un beso en mi espalda baja y le susurra a mi barriga:

— Vamos cariño, deja que mami duerma— y seguido de ésto acaricia mi barriga con sus manos

Segundos después el niño deja de moverse, y Ángel saca la cabeza de las sábanas para pegar su pecho a mi espalda. Sorprendida giro la cabeza para habarle

— Te ha hecho caso, ya no se mueve

— Superpapi al rescate— se acomoda sobre el hueco de mi cuello y se queda dormido. Momentos después caigo rendida al cansancio también

Bajo de mi silla en el asiento trasero con los pantalones aún mojados, y puedo ver cómo la bala viaja desde el arma de Craig hasta el pecho de mi padre. Mi madre y mi tía se agachan ante el ensangrentado cuerpo de mi padre

Levanto la cabeza y veo otra bala, viajando despacio, hasta entrar en mi barriga. Sí, en mi barriga, miro al suelo buscando a mi padre, no está, miro a mi lado buscando a mi tía, tampoco esta. Por último miro a un costado del coche, en busca de la niña de los pantalones mojados, y en su lugar sólo veo el paralizado cuerpo de mi esposo. Miro la bala en mi barriga, que se va desinflando conforme va saliendo de ella sangre, y vuelvo a levantar mi mirada al viejo y arrugado Stephen que ahora lleva el arma.

— Muere niña débil— dice antes de apretar de nuevo el gatillo y dispararme otra bala, y otra, hasta que todo se queda en negro

Doy un brinco entre los brazos de mi esposo. Una gran presión se posiciona en mi pecho, impidiendo que respira con facilidad, mi niño se mueve en mi barriga, y una gruesa capa de sudor envuelve mi rostro. Me deshago de los brazos de mi esposo y me incorporo sobre la cama para cubrir mi rostro entre mis manos y llorar en silencio

«¿Y si todo es mentira y ese asesino vuelve para terminar con lo que empezó? ¿Y si mañana muero sin tener tiempo de disfrutar de mi hijo y mi esposo?»

La luz de la lamparita se enciende y las manos de Ángel envuelven las mías para desvelar mi rostro. Su mirada preocupada contacta con la mía, entrándome más ganas de llorar. Lo abrazo con fuerza y lloro en su hombro

— Melek por favor no me asustes ¿Qué te pasa?— sus manos recorren mi espalda

— Prométeme que nunca me dejarás sola— sollozo

— Te lo prometo mi alma— me aprieta en sus brazos, antes de separarnos, recostarme sobre su pecho y envolverme con sus brazos

* * *

— Amor, me he dejado la cartera en la casa ¿Puedes llevar la cesta hasta el maletero?— dice Ángel en la puerta

Asiento y le quito la cesta. Hemos decidido hacer un picnic, compraremos la tarta de queso e iremos al jardín a pasar un rato entre niños jugueteando felices en la hierba. Hemos preferido ir en el coche de Ángel, así que voy camino al aparcamiento de la comunidad, abro el maletero y meto la cesta dentro y cerrarlo. Al darme la vuelta la sangre se paraliza en mi cuerpo.

— Hooolaaaa niña impertinente— canturrea con su arma en alto

Mismo rostro, misma sonrisa, misma mirada asesina. Stephen Craig se erguía delante de mi con su arma en alto

— S-stephen— pronuncio

—Estúpida, Stephen murió. Yo soy Maroon. Por tu puta culpa tuve que colgarlo en su celda— la furia destila en su mirada— Pero ya llegó la hora. Hoy conmemoraremos la muerte de tus padres y la de mi hermano— sonríe y aprieta el gatillo

Siento una punzada de dolor en mi vientre, bajo la mirada y un enorme agujero del que salía sangre me alarma

— Mi hijo...— no llego a terminar la frase, cuando escucho otro estruendo que acaba en una punzada en mi pecho, luego otra, y luego... Negro...

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¿Qué pasará? Chan, Chan, Chaaaaaaaan.

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La Chica del Hijab ©Where stories live. Discover now