Capítulo 33

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Ángel:

Un olor muy conocido para mi sistema llena mis fosas nasales. Mi cuerpo duele tanto, que parece que me hayan dado una paliza anoche. Abro los ojos con pesar, para darme cuenta de los grises edredones que tenían su perfume, de la blanca alfombra que pisaron sus pies, y al fondo de todo, el gran ventanal por el cual la vi corriendo escaleras abajo.

«Estoy en la casa de mis padres»

Me levanto despacio, medio desnudo. El suelo baila bajo mis pies y un tremendo dolor de cabeza nace en mi cráneo. Sin darme cuenta me vuelvo a tumbar sobre la cama para aspirar su aroma, volviendo al día en el que la tuve desnuda entre mis brazos.

Frustrado por la desesperada necesidad que tengo de verla entro a la ducha. Y tras un buen baño de agua fría consigo despertar. Cojo mis cosas que faltaban por llevar de mi cuarto y bajo las anchas escaleras. No veo a nadie, así que salgo discretamente de casa, no tengo ganas de discusiones. Pero cuando voy a arrancar mi moto alguien se posiciona delante de mi. 

«Papá»

— Ésta casa no es un hotel. No puedes venir a pasar la noche, y levantarte y salir sin decir nada. Al menos da las gracias

— Te aseguro que si voy a abrir la boca no será para dar las gracias— arranco para salir de ahí, pero no se quita del medio

—Al menos dime qué he hecho mal— dice haciéndose la víctima

Mi sangre hierve, apago el motor de mi moto y bajo para encararlo

— Espera, ¿Te haces la víctima? No me apoyaste cuando fui a tomar mi propio camino, luego cuando viste que las cosas se te van de las manos decidiste pasearte enseñando un video personal a gente cercana a Melek ¿Y ahora te colocas aquí, haciendo de padre protector cuyo proyecto falló?— Mi padre no dice nada. Simplemente me mira atento— Te lo explico mejor, yo quiero a Melek, con locura, y ella acabará siendo la madre de mis hijos. Para que te vayas haciendo a la idea

Lo dejo sin habla, con los ojos fuera de sus órbitas. Giro sobre mis talones y me dirijo a mi moto

— Ángel, siento tener que llegar a éste punto— me giro para mirarlo— Ésta vez es serio, o nosotros o ella— miro por encima de su hombro, para ver la cara apenada de mi madre. Baja la mirada cuando papá gira la cabeza para mirarla— No puede haber una mujer como ella en nuestra familia

Río sarcástico

— Por lo que lleva sobre la cabeza ¿cierto?— no dicen nada— ¿Tú también mamá?— ella no despega la mirada del suelo

— Lo hemos decidido todos, incluso tu hermana Claudia. No quiere verte si es con esa mujer

— No sabéis lo que estáis diciendo. Desde luego no dejaré a esa mujer por un par de ideas racistas. Por si no lo habéis entendido ella es el oxígeno que respiro, y sin ella estoy muerto. Siento deciros que aunque me lo pregunten miles de veces la elegiré siempre a ella— veo cómo mamá se lleva las manos a la cara, pero papá no deja su posición orgullosa. Les doy una última mirada y me pongo el casco, antes de acelerar lejos de ellos

Me paro en una cafetería y me pido un café mientras reviso mi correo. Cuando todo mi mundo da un vuelco. Tenía como cinco llamadas de Melek, que cuando vuelvo a llamar no lo coge. Bajo la barra de notificaciones de nuevo y leo un e-mail que me sacó una enorme sonrisa llena de esperanzas. Era del propio juez, y decía que aceptaban mi petición para la autorización de Mohammed para salir del país. Entonces entiendo por qué me había llamado tantas veces. 

* * *

Ya he ordenado mi casa, limpiado, y puesto toda la comida al frigorífico. Cuando mi móvil vibra en señal de llamada. Por poco me da un infarto al leer el nombre de la persona que me llama

La Chica del Hijab ©Where stories live. Discover now