Capítulo 43

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Ángel/Junaid

Corro como loco, con los puños cerrados y preparados a darle una paliza a ese bastardo. Él me ve y dirige el arma a mi dirección

— ¡Un paso más y te vuelo la cabeza!—grita, pero yo sigo corriendo

Hasta que tras el estruendo que venía de su pistola, mi pierna se paraliza y caigo al suelo. Escucho a lo lejos las sirenas de los policías, alzo la cabeza y el muy cabrón ya no está ahí.

Hago el esfuerzo de levantarme y acercarme a la persona que recibió los disparos. Justo cuando voy a asomarme a ver quién es, caigo al suelo. Levanto la vista y mi corazón se salta un latido. Me levanto ignorando el dolor y corro hacia su cuerpo. Me agacho y levanto su cabeza y la mitad de su cuerpo poniéndolo sobre mis rodillas

No oigo nada, sólo lo que susurra una y otra vez, con los ojos cerrados. Cojo su mano y la aprieto con fuerza

— Melek, amor, te suplico que respires. No me dejes mi vida, no lo hagas, no... Aún no

— Mi hi-hijo... m-mi hi-hijo— susurraba una y otra vez.

Escucho las sirenas de la ambulancia y una sonrisa esperanzada aparece en mi rostro

— Ya- ya están aquí... Melek— la llamo, no responde, ya no dice nada— ¿Melek?— me agacho sobre ella para ver si respira o no. Mi corazón se paraliza al ver que no— ¡Melek! ¡Melek!— grito una y otra vez zarandeándola

Unos brazos fuertes tiran de mi, y otros cogen a Melek y la colocan sobre una camilla. Yo colapso mirando la gran mancha de sangre sobre la cual estaba el velo de mi esposa

«No puede irse, No puede hacerlo, no me puede dejar solo» repetía mi mente una y otra vez

Me siento rodeado de gente, mucha gente. Cámaras, enfermeros, policías... Pero mi atención se centra sólo en una cosa: Melek está muerta

— Señor— escucho como dentro de una botella. Vuelvo mi cabeza hacia la persona que me habla— Súbase a la camilla para que podamos curar su herida— la enfermera me ayuda y me llevan a otra ambulancia. 

Con unas largas pinzas hurga en el agujero de mi pierna, las vuelve a sacar, coge otras pinzas para separar la carne y buscar la bala, y cuando la encuentra, vuelve a las otras pinzas para sacarla. En todo ese tránsito yo no siento ningún dolor, veo cómo sale sangre a borbotones de mi pierna, siento angustia, pero no hay dolor. Mi mente colapsó en una sola cosa, su voz susurrando con miedo «Mi hijo, mi hijo»

Me colocan en un sillón, ya con la venda sobre mi pierna, y cuando va a ponerme el cinturón para arrancar la ambulancia, salgo de mi trance. Empujo a la enfermera y arrastro mi pierna dolorida. Llego a la ambulancia, aún abierta, con como cinco enfermeros alrededor de la camilla de mi esposa. 

— ¡250!— grita uno de ellos, a lo que otro gira una manilla del cardiodesfibrilador que tenía a mano. 

Escucho un golpe en seco y veo el cuerpo de Melek elevarse y volver a rebotar sobre la camilla. Subo a la ambulancia y empujo a uno de los enfermeros, para verla ahí, tumbada, con la camisa rota, y el torso y barriga con cuatro agujeros. El doctor junta lo que son dos planchas ligadas a unos cables y vuelve a colocarlos por un segundo sobre el pecho de mi esposa. Ella vuelve a levantarse y vuelve a rebotar sobre la camilla

— ¡Nada!— grita una enfermera a mis espaldas

— ¡Última! ¡Vamos chica tú puedes!

«¿Última?»  «Dios no, por favor no»

Cojo su mano y la aprieto con fuerza, la beso un par de veces, viendo cómo el doctor vuelve a juntar las planchas

— Por favor amor, por nuestro hijo— digo en español, porque el inglés se perdió al completo.

Cuando el doctor vuelve a poner las planchas en su pecho, ella se levanta, y cuando va a rebotar su mano se aprieta a la mía. Aspira con fuerza y cae rendida a la camilla. Un enfermero se apresura a ponerle la mascarilla de oxígeno, y otro a pincharle algo en el brazo. 

— ¡Sí! ¡Muy bien querida!— gritó el doctor levantando la cabeza y llenando sus pulmones de aire

Los enfermeros corren como locos, las puertas se cierran y la ambulancia arranca a toda velocidad con las sirenas conectadas. La mano de Melek sigue apretando la mía, aunque sus párpados siguen cerrados. El enfermero a mi lado me indica una silla en la cual me siento, sin soltar la mano de mi mujer. 

«Melek sigue viva, ella vivirá» Las lágrimas bajan por fín de mis ojos y la sonrisa no tarda en aparecer en mi cara. Me acerco a su rostro y dejo un beso tierno sobre la comisura de sus labios. Y pensar que ésta mañana no quería besarme porque decía que me olía el aliento, aun habiendo lavado mis dientes y comido más de tres mentolines. Sonrío y me acerco a su oído:

— Muy bien mi vida, vamos, tú puedes. No puedes irte ahora, no cuando somos tan felices. Hazlo por nuestro niño, por nosotros y por el Dios que nos une. Te suplico que pelees— necesitaba soltarlo, no sólo por ella, por mi también. 

* * *

La entraron hace cuatro horas al quirófano. Después de ponerme una sutura en mi herida del pie fui a  la sala de espera, y cuando vieron que insistí mucho, me dejaron entrar a la pequeña sala de espera del quirófano. La enfermera me dijo que le sacaron con éxito las balas del pecho, pero aún quedan las del vientre, cosa bastante complicada porque está embarazada. 

Por si faltaba menos llegó la prensa hasta aquí. No les permitieron entrar al hospital, pero ni siquiera puedo salir a tomar aire porque están ahí. Desi y Carlos me llamaron para apoyarme y para preguntar por Melek, y Mohammed dijo que necesitaba un permiso para que viniera a ver a su hermana. Le pedí a Salva, uno de mis compañeros, que le consiguiera el permiso, porque ahora no estoy para trabajar. 

— ¡Hijo!— escucho al otro lado de la sala de espera

Alzo la mirada y la veo. Mi madre, con el pelo suelto, sin maquillaje, llorando, con un vestido holgado y unos tacones cortos. Nunca la había visto así. Corre hacia mí con los brazos abiertos, y yo me levanto para recibirla

— Hijo, mi niño ¿Cómo estás mi alma?— solloza en mi hombro. 

Unos brazos me rodean, por encima de los de mi madre. Abro los ojos deseando que fuera mi padre el que me estuviera abrazando, pero descubro, para mi sorpresa, que mi hermanita también había venido.

— Disculpen— dice la voz del doctor. Me giro para verlo, todo sudado, con la mascarilla por debajo de su barbilla y respirando agitadamente. Me tiende unos papeles y me dice en un susurro— Sé fuerte— mis piernas fallan— tienes diez minutos— dejo de respirar— O el niño, o la madre. Necesito ésto firmado en diez minutos.

— ¡Doctor!— un enfermero asoma la cabeza por la puerta del quirófano— ¡Los estamos perdiendo!— el doctor me da una última mirada esperanzadora y desparece corriendo por la puerta.

No escucho nada más, todo a mi alrededor baila sin una música audible. Hasta que siento el frío suelo bajo mi mejilla.

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Creo que dejaré la historia aquí. Melek muere, y el niño vive ¿O quizás el niño muere y Melek vive? A lo mejor los mato a los dos y apañao. No sé, pero no me siento con ganas de seguir escribiendo...



¡Que nooooooooo! Claramente el próximo capítulo llegará dentro de dos días, como mucho tres. Os la he jugado eeeeh. Me siento muy mala. No me odieis anda, dadle a la estrellita esa de abajo para darme apoyo y muuuuuuucho amor

Ahora las cosas son muy complicadas, y todo depende de una firma. La vida de una persona, o quizás de las dos, depende de la firma que ponga Ángel, o Junaid, como más os guste llamarlo.

¿Vivirá? ¿Morirá? ¿Qué crees que pasará?

La Chica del Hijab ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon