Capítulo 6

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Nada más salir Melek, me llegó un mensaje de Miriam << Que no se te olvide lo de esta noche>>. Mierda, esa noche celebrábamos su cumpleaños. Le compro su regalo, una pulsera, y voy a casa. 

El caso de Ibrahim no era muy complicado, su padre había asesinado a su madre, y él lo apuñaló. Diríamos que fue por defensa propia, y el caso sería mío. 

Decido que ya es muy tarde, saco mi moto y acelero todo lo que puedo. Necesito despejarme y olvidar los labios de aquella chica, el vaivén de sus caderas, su sonrisa, esos hoyuelos, su mirada...

No sé ni cuando llegué a mi destino, hasta escuchar cómo Miriam gritó y saltó encima mía. Me quito el casco entre sus brazos, saco su regalo de mi bolsillo trasero y se lo tiendo. Al verlo salta de alegría como una niña y se lanzó a mis labios. Cierro los ojos buscando aquella sensación. No me sabían a nada, ella busca mi lengua ansiosa, pero yo rompo el beso, la aparto y me adentro en la pista de carreras. 

Veo a los que competirán esta noche. Nacho, Mert, Ilyas y Krizsto. Pongo 300 euros por Nacho. Esta noche pienso beber hasta la saciedad. Comienzan las carreras, la música suena alta y el alcohol está por todo el suelo. No recuerdo ni cómo subí a la moto y acelere a la calle donde vi por primera vez a Melek. No podía olvidarla, me sentía impotente porque no podía tocarla, besarla, morderla, hacerle sentir bien, gemir en mi oído... Me apoyo en la misma pared y le doy otro trago a mi botella. 

Su mano desliza por mi pierna, y su olor llena mis fosas nasales

— Si buscas a Rodolfo... esta noche no tiene fuerzas— digo al sentirla tan cerca

— Más bien busco a Miriam— la luz de mi móvil ilumina sus perfectas facciones, sus labios carnosos, sus cejas afiladas como la hoja de un cuchillo...

* * *

Mi cabeza duele como si me la hubieran estado martillando. No es mi cuarto, es el de Miriam. Lo reconozco por las cortinas rosadas y los edredones rojizos. Giro mi cabeza y la veo ahí, desnuda, me miro y yo también estoy desnudo. 

Me levanto con pesar y me dirijo a la ducha. Una ducha fría es lo que me despierta, y entonces los recuerdos golpean mi mente. Su dulce perfume, sus manos rodeando mis caderas, sus dedos corriendo por mi pierna, aunque solo sea para sacar mi móvil.

«¡Mierda!»

 Esta mañana trabajábamos juntos en el caso de Ibrahim. Corro desnudo fuera de la ducha y miro mi móvil, las 2:30 

«joder»

Me pongo mis pantalones y mi camiseta, y bajo corriendo las escaleras de la gran mansión de los padres de Miriam. Su madre me saluda, y yo le devuelvo el saludo sin parar a mirarla. Subo a mi moto (no sé ni cómo llegó ahí) y acelero camino a la autovía. Al llegar a la granjaescuela los dos policías me abrieron amablemente la puerta. Aparqué la moto y corrí a donde estaban las oficinas. No había nadie. Salgo para buscarla en otro sitio, cuando me cruzo con su amiga la rubia.

— Disculpa, ¿Y Melek?— la chica enrojeció

— M-Melek... Están todos en el comedor...

— ¿Vas ahí?— ella asintió— Entonces voy contigo

Caminamos por otros segundos, entrando y saliendo por pasillos y puertas hasta que empezamos a escuchar el sonido de cubiertos chocar y barullo, mucho barullo. Entramos en el comedor y veo a niños comiendo. Deslizo mi mirada buscando un velo. Y ahí está, sentada sola junto a un niño, en un rincón del comedor. Llevaba el velo negro, una americana y debajo un largo vestido negro. 

La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora