001 ; Invierno

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Los inviernos de Japón eran completamente fríos, las casas y calles completamente llenas de nieve, el sonido de las tablas deslizandose sobre las montañas cubiertas por la precipitación y la ropa abrigada era lo más común en esta temporada.

Itsuki, desde pequeño, nunca tuvo mucho afán de jugar con otros niños en la nieve; jugar con bolas de nieve tendía a ser peligroso pues los humanos se enfermaban con facilidad y el no quería tener nada que ver con un ello.

Incluso ahora, observa desde su lugar en el salón de clases como varios de sus compañeros juegan entre ellos con la nieve mientras que otros simplemente siguen su camino para entrar a la institución.

En el silencio de su salón, llegó aquel pálido chico amable el cual se encontraba con una bufanda cubriendo hasta su notablemente sonrojada nariz y mejillas.

Ashiya Hanae de por sí, se caracterizaba por aquel tono pálido de piel, él blanco ni siquiera era suficiente para definir lo nívea que su piel era.

El frío en invierno lo hacía enrojecer, su nariz, mejillas y orejas lucían resaltantes en todo su ,ahora , mucho más pálido rostro; sin embargo el frío no era suficiente para poder apaciguar la calidez de Hanae emanaba.

Con una hermosa sonrisa retirando tranquilamente la prenda de suave lana de su cuello, descubriendo su rojo y resplandeciente rostro.

- ¡Buenos días, Abeno-san! - Y ahí estaba, la sonrisa más hermosa del mundo dedicada a él, en un saludo mañanero, brillando cálida y dulcemente hacia él desde ese joven delgado.

- Buenos días...- Respondió con simpleza el rubio. El sabía que Ashiya era un parlanchín, justo como un niño de cinco años, y que a pesar de sus cortas y secas respuestas, el joven de pelo azulino siempre lo recibía con gran amabilidad y adoración.

- ¡Abeno-san esta mañana vi muchos muñecos de nieve de camino aquí! - Comentó sentandose en su lugar frente al rubio - Eran tan bonitos y redondos, me recordaron tanto a Peludito que me sentí triste al recordar que está con la Mononokean. - Hizo un pequeño puchero y suspiró, mostrando así su objeción ante la quedada de Peludito ese día.

- La bola de pelos no puede estar todo el tiempo en el mundo humano Ashiya, sabes que necesita relacionarse con otros youkais.- Respondió el de ojos de oro.

- Me pregunté si podríamos hacer un muñeco de nieve al final del día - Ignoró su excusa, como siempre.

- Estoy muy ocupado como para tener tiempo de estar jugando con nieve

- ¿Enserio? con todo este frío, me hubiera gustado estar nosotros tres... - suspiró dándose vuelta en su asiento quedando frente a la pizarra viendo al profesor llegar e iniciar la clase.

..

Al terminar el día, Itsuki notó como la nieve se volvía más densa y el cielo un poco más oscuro y predijo que nevaria pronto.

- Mononokean, ven - Invocó el rubio abriendo una puerta en el salón de clase cuando todos Obviamente exceptuando a Hanae, se habían ido.

- Adiós, Abeno-san - Se despidió el ojiazulino colocándose su bolso para emprender camino a su hogar.

El rubio asintió y entró en la habitación, pero, por alguna razón recordó el hermoso rostro de Ashiya con ese semblante triste y decepcionado por su respuesta.

Soltó un suspiró y se devolvió

- Hey, Ashiya- llamó Itsuki desde el pasillo donde el otro se encontraba caminando camino a las escaleras - quizás si podamos jugar un rato juntos en la nieve. -

Hanae volteó ante el llamado y se sorprendió por unos instantes para luego sonreír e ir corriendo hacia el rubio para entrar en la habitación que ya conocía hace tiempo, siendo recibido por un suave y lindo Peludito y una hermosa escritura por parte de la mononokean diciendo "Bienvenidos ヽ(*≧ω≦)ノ"

Ashiya de nuevo sonrió mientras respondía a los saludos y abrazaba a su pequeño Peludito.

Itsuki sonrió inconscientemente viendo el rostro de Hanae feliz.

El invierno era frío y desolado, blanco, vacío y solitario; Sin embargo, la sonrisa de esa persona era cálida y llena de felicidad, colorida y completamente rebosada de sentimientos y... Simplemente dulce y hermosa.

El invierno nunca se había sentido tan cálido.

Es lo que Itsuki pensó.



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