021 ; Marcas en la Piel

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Si había algo a lo que Hanae fuera adicto, era al olor de Haruitsuki.

Era un delicioso olor a bosque frondoso. Cada vez que sentía el aroma del rubio lo único que podía imaginar era a sí mismo en un hermoso paisaje boscoso lleno de pinos, con la sensación de tierra húmeda y el sonido de un pequeño arroyo de agua dulce corriendo a sobre piedras.

Haruitsuki odiaba hacer ejercicio, correr y estar sudoroso no era lo suyo. Por supuesto que no, siempre estaba molesto durante la clase de educación física terminaba a lo último de todos los demás ; Al contrario de Hanae que siempre llegaba primero.

Después de esa clase, Itsuki terminaba sudoroso. Lo detestaba.

Pero Hanae solo podía pensar que aquel aroma solo se intensificaba cuando el rubio estaba en esas condiciones.

Después de correr todo el campo, los estudiantes de la clase 1-A se dirigieron a los vestidores correspondientes. Después de todo, aunque algunos fueran más atléticos que otros eso no significaba que no se cansaran por lo que los más rápidos se dirigieron a las duchas mientras los demás tendrían que pensar si cambiarse, esperar a ducharse o simplemente irse a casa de una vez por todas.

Hanae no tenía apuro para ducharse así que esperó sentado a que los demás chicos se adelantaran, Haruitsuki por su parte decidió sentarse con él juntos en la misma banca. 

El rubio estaba tan sudado como él y tomaba de la botella de agua que Hanae le había ofrecido mientras estaban fuera.

El olor a bosque inundó las fosas nasales del más pálido, quien sin poder evitarlo se inclinó al hombro de la camiseta de su novio e inhaló el aroma característico del de ojos color oro.

Haruitsuki lo notó más sin embargo dejó que el de pelos oscuros hiciera lo que quisiese, estaba demasiado cansado como para cuestionar las acciones de su pálida pareja.

Hanae, con una suave sonrisa descansó su cabeza en el hombro ajeno. Podía sentir la humedad de la camisa debido a sudor chocando contra su mejilla más sin embargo esa sensación no era para nada disgustosa. 

El vestidor estaba prácticamente vacío pues ellos habían sido los últimos en llegar para entrar a las duchas.

Finalmente el chico que estaba dentro salió y se vistió con su uniforme para luego irse a lo que supone Haruitsuki su clase. 

Luego de ello, era oficial que los únicos que quedaban en el lugar eran Hanae y Haruitsuki. El mayor hizo un movimiento en su hombro y Hanae se removió -al parecer se estaba quedando dormido-, el de hebras oscuras bostezó y talló sus ojos con los nudillos de sus manos, ciertamente desconcertado de lo que sucedía a su alrededor.

-Iré a ducharme, todas las regaderas están vacías. Ve y escoge una. -dijo Haruitsuki y se levantó de la banca. Tomó su jabón, shampoo y su toalla y empezó a caminar hacía una de las puertas donde emanaba vapor.

Hanae se acotó a observar la silueta de su novio adentrarse a la ducha que había elegido. El menor hizo un puchero, sí le hubiese encantado caer ante los brazos de Morfeo mientras se deleitaba con el olor del rubio. 

Suspiró y tomó su toalla y su jabón, se levantó con pereza de la banca y empezó a caminar en busca de una ducha -tampoco era cualquier cosa, todas las duchas eran idénticas-. El de hebras azuladas observó la cabeza de Haruitsuki sobre la puerta de su ducha, él se limitaba a masajear su cabeza, generando espuma a causa del shampoo, sus ojos estaban cerrados y su piel era perlada por las gotas de agua que chocaban contra su piel ruda y constantemente. 

Hanae quedó embobado ante tal imagen, y fue tanto la sublime belleza de su pareja que sintió sus mejillas arder; en efecto, su sonrojo se hizo presente, convirtiéndose en cual tomate. No lo pensó dos veces y abrió con cautela la puerta donde se encontraba el mayor duchándose, se adentró y la cerró de nuevo. El lugar era sumamente estrecho, por suerte Haruitsuki todavía no abría los ojos a causa del shampoo que caía sobre sus párpados. 

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