Cavidades.

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¡Ustedes no pueden saber el sueño que tengo! Estoy a un paso de convertirme en zombie, pero es que no puedo dormir. En fin, ¡hola, mis queridos y bien informados lectores! Admito que me intimidan un poco, después del capítulo anterior, descubrí que tengo una horda de cerebros leyéndome. Ahora, no sé... siento que tengo que decir algo inteligente o corro el riesgo de que descubran la verdad xDDD Bueno, nada...es lindo saber que traducen latín, conocen clásicos y que algunos incluso tiene buena mano para el griego. 

Una muy sorprendida e intimidada Tammy, los deja para que lean. Saludos ^^

Capítulo VII: Cavidades.

Tras haber logrado que mi compañero de asiento permaneciera despierto toda la noche (con la prohibición de bostezar), tuve que responder a mi atrevimiento robando tres latas de Red Bull del carro de la aeromoza y bebérmelas en una sola sentada. Pero eso no era nada comparado con el instante en que Lucas tuvo que decirle a un inquieto niño—tres asiento delante de nosotros—que le parecía que su padre (claramente dormido) había dejado de respirar. El niño había soltado un berrido antes de brincar sobre su padre, el cual casi escupe el corazón por la boca ante el inexplicable llanto del pequeño.

De acuerdo, lo admito, eso último fue un tanto cruel por mi parte. Pero todavía me resentía por haber tenido que enfrentar al hombre en el cuarto de baño. Afortunadamente, tras una sonrisa y una disculpa cortés, logré escapar del lugar con mi orgullo en lo alto.

En resumidas cuentas, Lucas y yo habíamos gastado nuestro ingenio tratando de humillarnos mutuamente. Tuve que coquetear con una aeromoza y conseguir que aceptara mi número—¡Dios, cómo odié a Lucas entonces!—, pero no le di la satisfacción de verme vacilar. En contra partida, lo había hecho decirle repetidas veces a una anciana que el espíritu de su esposo muerto se había comunicado con él en un sueño. La mujer terminó abrazándose con fuerza a su cuello, jurando que sabía en su corazón que “su Richard no la olvidaría”.

Me sorprendía que al momento en que la señal de los cinturones se encendió para el descenso, nadie estuviese dispuesto a poner nuestras cabezas en una pica. Habíamos reído, gritado, fastidiado, cantado, robado, comprado, ilusionado ancianas y aeromozas, y hecho llorar niños en cada punta del avión, pero ninguno se había echado atrás frente a ningún reto.

Al instante en que nos formamos en la línea para recoger nuestro equipaje, Lucas llevaba unas ojeras grandes que opacaban el brillo natural de sus ojos y—gracias a uno de mis retos—estaba luciendo una especie de chaleco sin mangas que había comprado a un adolescente del avión. Su cabello estaba revuelto y en puntas, mientras que los vellitos rubios de sus brazos expuestos, se rebelaban abiertamente contra el frío. Se veía tan distinto al hombre que había embarcado conmigo en Seattle, que parte de mí aún esperaba que bajara el verdadero Lucas. Y sí, por si se lo están preguntando, le sentaba muy bien el chaleco sin mangas. Pero yo no iba a admitírselo.

—Te ves como la mierda—le dije sin poder contenerme. Él me envió una cansada mirada de reojo, obviamente estaba necesitado de una cama y a pesar de que ninguno de los dos había dormido, Lucas no contaba con el apoyo de tres Red Bull como yo.

—Mmm tú no te ves mucho mejor. —Sabía que estaba arrugada, desliñada y exaltada, pues la energía que le faltaba a él parecía haber saltado a mi cuerpo como una descarga eléctrica. En ese momento parecía el reflejo de una chiquilla con exceso de azúcar en Halloween, y uf… eso no le sentaba nada bien a mi imagen.

—Parece que ya estás listo para darte por vencido.

—¿Para darme por vencido?—inquirió con una sonrisita petulante—. Yo ni siquiera he comenzado, guapa.

Lista de la Novia Perfecta. (Libro 2)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin