Con la corriente.

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Antes que nada, felices pascuas para todos los que estén en esa movida de conejos, huevos y cosas santas. Y quienes no, bueno... nada. Sólo espero que ninguno se prive de un buen chocolate este fin de semana. Ahora sin más dilataciones, este viene a ser un capítulo de—aunque no me guste mucho la palabra—relleno. Ya saben, no se puede vivir con giros y cosas bruscas, les doy su momento de paz a los personajes. Aunque bien valdría que presten atención, después de este vamos a ir preparando el terreno para el final. Todavía falta, igual. Saludos ^_^

Capítulo XXVI: Con la corriente.

Cuando me desperté la mañana siguiente, Lucas ya no estaba a mi lado. Y sé que es una frase completamente desoladora, pero yo no esperaba que él estuviese a mi lado. No me estoy quejando, lo prometo. Me había dicho que tenía que trabajar ese sábado y se marchó en algún momento entre las cinco y cuando finalmente me dormí. Esperaba que al menos hubiese podido descansar algo, aunque lo dudaba. Lo había molestado para que me hablara de nada y de todo, hasta muy entrada la madrugada. Y por muy extraño que parezca, él me complació. Me contó anécdotas de su niñez, de su paso por la universidad y a rasgos generales de su empleo. Por acuerdo mutuo tácito, ninguno mencionó a Gabrielle y sé que eso fue difícil para él, teniendo en cuenta que ella había sido casi una constante en su vida. Pero de algún modo se las ingenió para no traerla a colación y fue un gran detalle por su parte, me permitió conocerlo sin tener que estar pensando en temas del pasado no tan alentadores. Por ejemplo, supe que no había terminado sus estudios universitarios, no al menos hasta el año anterior cuando se decidió por retomar lo que había dejado en espera. «No me gusta dejar las cosas a medias» había dicho, peinando ausentemente mi cabello con sus dedos, «me tomé mi tiempo para decidir volver, pero era un pendiente que iba a tachar de mi lista.»

Y de ese comentario azaroso había surgido una conversación aún más interesante—al menos para mí—que implicaba aquella lista, que tan amablemente había confeccionado para “prepararme” como su novia.

—No esperaba que cumplieras todo—explicó en susurros—, pero si podías con la mitad ya me daría por bien servido.

—¿Sólo la mitad? ¿Y por qué diablos no me dejaste escoger los puntos que podía cumplir?

—¿Qué habría tenido de divertido eso?

Lo golpeé para callarlo y él había aceptado que su petición en gran medida había sido ridícula. Le pregunté en qué había estado pensando al momento de darme esa hoja, y que si en verdad creía que una mujer debía ser así para hacerlo feliz. Él no se demoró nada en responder, lo cual me sorprendió de buena manera.

—No escogí esos ítems pensando en una mujer que me hiciera feliz. Los escogí pensando en la clase de persona que mi familia esperaría para mí.

—¿Alguien tan aburrida? No creo que tu familia te quisiera castigar de ese modo—bromeé, tomando una de sus manos inquietas para posicionarla sobre mi vientre.

Me miró de soslayo y una leve sonrisa tiró de sus labios.

—Es cierto, a decir verdad creo que ellos saben mejor que yo lo que me conviene.

Enarqué una ceja al mirarlo y Lucas me dio un golpecito con su índice en ella, obligándome a bajarla.

—¿Y qué sería lo que te conviene?—insté, repentinamente siendo consciente de la seriedad de esa pregunta. ¿En verdad quería saber eso? Era como pedirle que me confiara una oscura fantasía y ya de paso soltarle un: “oye ¿cómo es tu mujer perfecta?” Sí, claro ya podía verlo respondiendo.

—Tal vez convenir no sea la palabra adecuada, yo diría lo que necesito—reflexionó en voz queda, felizmente ajeno a mis pensamientos tontos.

—¿Hm?—Opté por robarle su respuesta más famosa, pues no estaba muy segura de qué decir.

Lista de la Novia Perfecta. (Libro 2)Where stories live. Discover now