No quiero... ¿o si?

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Buenas noches, es técnicamente temprano para lo que acostumbro pero acá estoy. En fin, mmm no tengo mucho que decir en este momento. Lo que sí, espero que me tengan paciencia la siguiente semana porque tengo examenes, parciales o prueba... como sean que le digan. Y voy a estar un poco ocupada como para escribir. En fin eso... buena lectura. 

Capítulos XXIII: No quiero… ¿o si?

Se podría creer que tras tantos años de hacer lo mismo, manejaría a la perfección el arte de llenar servilleteros. Pero estaba claro para mí que la práctica no hacía al maestro, ni siquiera al aprendiz más inútil.  

—Empuja y desliza, Kei. —George, que se encontraba al otro lado de la barra imitando mi trabajo, estiró su mano sobre la mía para mostrarme el movimiento—. No es tan difícil…

—Keila no tiene experiencia en empujar y deslizar, Georgi.

Me volteé en dirección de Paula, la cual estaba separando sorbetes, y le enseñé el dedo medio con mi mano libre de servilletas. George rió tirando otro montón sobre el mostrador y no pude evitar hacer una mueca de desagrado. El día del inventario era definitivamente el peor día del mes.

—Oh, simplemente no puedo creerme eso—espetó George, a quien en realidad todos llamábamos Georgi. No porque quisiéramos, sino porque él se había presentado ante nosotros con ese nombre y no éramos quien para negarle esa libertad—. Un caramelito como Kei, no debe tener problemas para encontrar quien empuje y deslice con ella.

—Hm…—murmuró Paula echándome una escéptica mirada—. No sé si apostaría por ello.

—¿Quieren dejar de hablar de mí empujando y deslizando cosas? Estoy intentando trabajar aquí…

—Hablando de trabajos, ¿enviaste las invitaciones para la presentación?

—¡Oh, será magnifico!—exclamó Georgi antes de que pudiera pensar en responder—. Arte, bebida, comida y gente sofisticada. No puedo esperar para que sea la gran noche.

Sonreí hacia mi compañero, para luego enfrentar a Paula.

—Todo enviado, gracias por la lista que me hiciste. Me facilitó mucho el trabajo.

—Claro, te aseguro que yo habría sido una excelente relaciones públicas.

Asentí, porque no podía negar que Paula había tenido un estupendo despliegue de genialidad y visión. Sabía que la muestra artística no habría podido lograrse sin sus aportes, ideas e investigaciones sobre el ambiente. Si todo resultaba como lo esperábamos, ese viernes tendría por fin lo que tanto había deseado prácticamente toda mi vida. Bueno, quizá no toda, pero sí desde que supe que era buena en algo más aparte de dormir.

—Por cierto, el catering ya está programado y todos están más que dispuesto a ayudar—añadió diligentemente. Ella en verdad podría haber sido buena en el negocio de organizador de eventos.

—Voy a ponerme traje—anunció mi compañero, dando unas palmadas en el aire con euforia.

Él siempre era bastante efusivo y alegre, casi como la gran mayoría de los empleados de allí. Exceptuándome a mí por supuesto. Me había tomado un poco de tiempo ponerme en clima y contagiarme del entusiasmo que todos parecían respirar en el restaurante. Más cuando al regreso de mi viaje, sólo quería encerrarme en mi habitación a pensar y pintar. Fue básicamente lo que hice a decir verdad, pintar y hacerme a la idea de que debía prepararme para mi gran evento. No podía quedarme atascada en pensamientos que no iban a ser, me había obligado a sacar el mayor provecho del viaje a Portland y lo había plasmado en mis lienzos. Ahí estaba el mar, los novios, una familia animada, risas, enfados y Lucas… todo lo había dejado en mis pinturas. Y me había resignado que allí era el único lugar donde debían permanecer.

Lista de la Novia Perfecta. (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora