La confesión de Ethan

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—¡Claire! —gritaba Ethan, esperanzado a que le contestara la chica que le gustaba—. ¡Claire! ¡Oye tú! —Se acercó a unos chicos de quinto grado—, ¿has visto a Claire?

—No lo siento.

Ethan al escuchar la primera sílaba se fue, y siguió buscándola entre toda la revuelta que se formaba después de la kermés del día de San Valentín. Había dejado a Serena en su carro y en cuanto lo hizo emprendió la búsqueda de Claire Everlin, a quien nadie había visto y parecía no haber existido ese día. Incluso sus amigos decían que no la habían visto, mentira que no se tragaba Ethan ni por un segundo.

Revisó la escuela de pies a cabeza, en cada rincón que se le ocurría: En los salones de arriba, echó un vistazo rápido al tocador de mujeres, incluso en la oficina del profesor de deportes, pero no estaba. ¿A dónde se había ido Claire cuando la perdió de vista con Ian?

Ian. Ese nombre lo detestaba más que a Serena y su habilidad de arruinar planes. Por suerte que no le había pedido ser su novia para aminorar los murmullos de la Élite sobre su coqueteo con Claire, pero ahora estaba atado de manos con un Levinson, y eso no le gustaba en nada.

Cuando caminaba hacia el carrusel —el cual consistía en que dejaban entrar los carros de los padres para que sus hijos no salieran de la escuela—, con la mirada abajo viendo por donde caminaba, con las esperanzas molidas y con un corazón que palpitaba y susurraba que tenía que enmendar todo ese enredo de inmediato, antes de perder su oportunidad de salir con alguien que en verdad era todo lo que quería en su vida. Al alzar la mirada logró visualizarla, esperando su carro. Estaba parada, cambiando el peso de un pie a otro, ya que llevaba tiempo sin sentarse, y para colmo el gran girasol, y algunos otros regalillos que le había dado Ian.

—¡Claire! —gritó Ethan, alzando las manos para que la castaña volteara a verlo—. ¡Por aquí Everlin!

Ella volteó y vio que Ethan se acercaba con rapidez. Miraba que el carro de sus padres entrara por la enorme puerta, para subirse e irse del lugar y de la persona que le había roto el corazón de la manera más tosca.

Ethan corría como si su vida se le fuera en ello. Era ahora o nunca. Estaba a unos metros de Claire, y ella volteaba no quería voltear a verlo. Pero sus impulsos eran más fuertes que ella, así que giró la cabeza y lo vio acortando la distancia entre los dos. Y antes de que Ethan llegara con alguna excusa, abrió la puerta trasera del auto y se desapareció de su vista.

Todavía cuando el carro estaba en movimiento, el pelinegro perseguía el carro hasta donde podía, gritando el nombre de la hija de los Everlin.

—¿Quién era ese chico, Claire? —preguntó su mamá, desde el asiento del piloto.

—Nadie —Negó con la cabeza—. Un compañero —rectificó— que quería que le hiciera su trabajo de inglés.

En la tarde Claire se encerró en su habitación para que al llegar su padre no la aturdiera con preguntas sobre el chico que le había regalado tantas cosas en ese día. Aparte de ello, no quería recordar el tortuoso momento en el que vio a Serena abrazando al inalcanzable y más grande patán de la preparatoria.

La Élite de New HighDonde viven las historias. Descúbrelo ahora