CYELITY. La elegida. [Libro I] [En edición]

Capítulo XVII. [II]

Se acercó a su oído y le susurró de derecha a izquierda todo lo que estaba maquinando su pequeña mente. Quería que fueran a su café favorito, ahí podrían pasar un agradable tiempo y la comida era muy rica de seguro ellos estarían encantados de comer ahí. También podrían ir a pasear a su parque favorito. Las puestas de sol hacen que el ambiente esté lleno de paz y tranquilidad; y si se dirigen hacia la presa que está detrás del parque los rayos de luz que se reflejan en ella hacen que tenga un brillo y color muy agradable.

―Entiendo...―dijo Crystal.

― ¿Qué están planeado? ―preguntó algo inquieta.

―Nada malo... los demás y yo estaremos cuidando Cyelity. Así que por favor vayan a cambiarse y ponerse ropas más cómodas. Los guiaré un rato a su destino en el mundo de los humanos, también les diré cómo se maneja el dinero en el país de Eileen y cómo deben comportarse...

―Creo que ya sabemos cómo comportarnos... ―dijo Aurán―. No somos seres comunes...

―Yo me refiero a que se comporten como la pareja de enamorados que son...―contestó en tono burlón haciendo sonrojar a ambos―. ¡Vamos señores! No pierdan tiempo ―hizo que se pusieran de pie―. Los estaremos esperando aquí.

―Pero Aurora ―replicó la diosa.

―Aurora nada, un día de descanso no hace daño―dijo empujándolos a la salida y obligándolos a ir al castillo para cambiarse.

No tardaron mucho. Llegaron apenados con la ropa que traían puesta porque estaban acostumbrados a sus ropas habituales y solo cuando tenía que ir por Eileen al mundo de los humanos tenía que vestirse solo unos minutos con aquellas prendas. Aurán sabía del clima que estaba sufriendo Eirthan en esos momentos, eligiendo un lindo vestido delgado color azul marino que llegaba por debajo de su rodilla. Una parte de ella quería lucir bien ante la presencia del guardián. En cambio, Eril vestía una playera de manga corta color rojo y unos jeans que combinaban con sus tenis.

―Qué guapos se ven los dos ―dijo Crystal muy emocionada.

―Espera ―dijo Eileen quitándose el broche de su pelo, le hizo señas a la diosa para que se agachara y le colocó aquel adorno de rosas azules que combinaba con su vestido―. ¡Listo! Te lo prestaré por esta ocasión.