Capítulo XX. [III]

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―Esto me da mala espina, está muy silencioso

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―Esto me da mala espina, está muy silencioso. Muy calmado.... ―dijo Aixa.

―No se ven ni siquiera animales ―agregó.

Bajaron y siguieron el río. Todo ese silencio no le agradaba a Eileen. Era como si estuviera atrapada en uno más de sus sueños. Los arboles estaban secos y había matorrales con espinas. Caminaron lo más rápido que pudieron tratando de evitar ese ambiente tan tétrico. Encontraron una pequeña cueva que sería perfecta para su siguiente refugio. Esta vez la sucesora se encargó de prender la fogata demostrando lo bien que había aprendido de Aixa. El sol ya estaba ocultándose entre las montañas lejanas y empezaba a nublarse.

Del río solo pudieron pescar algunos peces pequeños por lo que tuvieron que optar por buscar algún otro alimento como hongos comestibles y fruta la cual era muy escasa.

―Esto no me está gustado nada ―dijo Aixa disgustada.

― ¿Por qué lo dices? ―preguntó.

―El panorama cambió drásticamente desde que atravesamos ese muro de piedra, pero tal vez son imaginaciones mías. Vamos a tratar de dormir. Ya se nos fue un día y nos quedan dos... por lo que veo solo llevamos una tercera parte del camino...

―Descuida. Yo traigo un presentimiento atorado en mi pecho, como si alguien estuviera guiándome... es extraño. En mis sueños siempre hay alguien llamándome y ahora en la realidad es la misma sensación. Tal vez es el cansancio.

―Sí, puede que el cansancio nos esté haciendo pensar cosas que no son ciertas. Bueno a dormir ―dijo Aixa.

Lo más duro para Eileen era a costumbrase a no tener un baño o algo parecido en ese lugar, tampoco le podía pedir a Aixa que la acompañara cuando fue a buscar un lugar lo suficientemente oculto. Ahora entendía todos aquellos niños scouts de Eirthan que acampaban fuera de sus hogares y llegó a ella el recuerdo que por más que le rogaba a su madre ser parte de ese grupo nunca la dejó. Estaba viviendo algo similar, solo que los niños scouts no tenía que sobrevivir a peligros mágicos.

Entró a la cueva y se envolvió en su capa.

Una niebla invadió la cueva, a pesar que Aixa encontró maleza para cubrir la entrada. De rato varios relámpagos cruzaban el cielo como si lo fueran a destrozar trayendo consigo una fuerte lluvia que las mantenía a alerta. La cueva estaba más arriba por lo que estaban salvadas de una inundación.

Otro relámpago iluminó la cueva y el trueno rugió con fuerza haciéndolas gritar. Su pesadez del sueño no las dejó permanecer un minuto más con los ojos abiertos.

Una vez que amaneció ninguna de las dos quería levantarse. Tanto alboroto por la lluvia no las dejó dormir tranquilas. Prepararon todo para partir hacia la meta por ese triste lugar. Hacía frío y a pesar de sus capas no lograban calmar su angustia.

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CYELITY. La elegida. [Libro I] [En edición]Où les histoires vivent. Découvrez maintenant