Capítulo XXII. [II]

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Nyxlux tenía atrapada a Aixa

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Nyxlux tenía atrapada a Aixa.

―Te dije que no escaparías tan fácil de mi... ―sonrió―. Esta Sely ¿Es amiga tuya?

―Suéltala ―gruñó.

― ¿Y si no quiero? ―la retó―. Miren que tenemos aquí... la famosa diosa Artemis.... mi antecesora... Una vil anciana traidora ―escupió sus palabras.

Eileen preparó el rayo en la palma de su mano dispuesta a recuperar a su compañera. No había rastro de Nyn por ningún lado y no sabía si la hermana de Aurán le daría la espalda.

―Sería una pena que muriera ―dijo tomándola del cuello.

―He dicho que la sueltes ―dijo enojada lanzando un poderoso rayo que la hizo retroceder.

Aixa se liberó de sus garras y corrió despavorida hacia Eileen. Mientras ella fue detrás de Nyxlux atacando con todo su poder. La actual diosa del Infierno furiosa empezó a lanzar bolas de energía negra, pero gracias al su escudo que le enseñó Aurán resultaba ilesa. Nyxlux llamó a otros dos lobos para respaldarse y dificultando la defensa de Eileen, atacaban por ambos lados y eso le impedía contraatacar.

La esfera empezó a emitir una pequeña luz y Urso se proyectó yendo directo a uno de los lobos. Eileen aprovechó para sacar su daga y matar al primero empuñándola con todas sus fuerzas en su pecho. Y sin miedo, uso el fuego blanco esparciendo su poder y consumiendo en llamas al segundo. El bosque seco se prendió en una cálida luz blanca iluminando por fin ese tétrico ambiente.

―Ten cuidado Eileen, tu hermana gemela no es un ser amable y pacífico. Una vez que la Oscuridad los reclama su mente se destruye... ―advirtió Urso.

―Pero ellos no son malos... ―dijo Eileen mirando como Artemis abrazaba con fuerza a Aixa―. Solo está perdidos en su soledad.

―Puede ser... pero no te confíes...

Las llamas blancas separan a las gemelas quienes no podían dejar de mirarse. Ojos miel y ojos rojos. Hija de Cyelity e hija de Nyxla. Luz y Oscuridad.

―Es mejor irnos ―sugirió Urso. Su espíritu comenzó a distorsionarse.

― ¿Qué pasa?

―La gema se fisuró, así que no puedo permanecer mucho tiempo a tu lado. Vete Eileen ahora que tienes tiempo.

Hizo caso tomando su collar y corriendo hacia las demás. Siguieron el sendero de piedras cuando un grito desgarrador las detuvo. Era la furia de Nyxlux destruyendo todo a su alrededor.

―Vete Eileen y un favor ―dijo Artemisa colocando su mano en la cabeza de la pequeña―. Dale este mensaje a Aurán. Yo detendré a tu hermana y tú un día tendrás que volver para acabar con ella... Es difícil, pero es la única manera de que ustedes ganen fuerzas para detener a la Oscuridad. Gracias por devolverme un poco de paz.

Dieron media vuelta y siguieron su camino. Las ramas comenzaban a moverse en dirección a Nyxlux. Artemis usaba lo que le quedaba de poder para encerrar todo el mal. Voltearon y una barrea de ramas y espinas se alzó ante ellas llevando consigo diferentes criaturas.

―Con esto será suficiente ―dijo Artemis.

Por poco duró su tranquilidad al ver como un gran dragón rompía la barrera y en su lomo llevaba a Nyxlux con un aspecto lúgubre. El dragón se dirigió hacia Artemis para apartarla, mientras ella desplegaba un par de alas de humo negro.

― ¡Eileen corre! ―dijo Aixa jalando a la sucesora.

Artemis sacó una espada negra delgada de su espalda para enfrentar al feroz monstruo. Sus ojos rojos relucían como dos canicas. Sus dientes desalineados parecían muy filosos y no pedía dejar de ver aquellas enormes garras.

El dragón escupió un fuego negro y la espada de Artemis se convirtió en un escudo que evitó que fuera quemada. Ella corrió muy rápido llegando a su alargado cuello y haciéndole una profunda herida. Cayó provocando un pequeño temblor en el sitio. Siguió el camino alargado y llegó a la cabeza. Observó los ojos rojos y estiró su mano atravesándolos con un rayo negro.

Buscó por todos lados hasta localizar a Eileen. Las pequeñas llevaban un gran tramo avanzado y Nyxlux iba a toda velocidad detrás de ellas. Se dio prisa para poder ayudarlas.

Varias bestias aparecieron cerrándoles el paso.

Estaban muy asustadas y agotadas por tanta persecución. A Eileen le dolía demasiado el brazo y había perdido mucha sangre. Cayó de rodillas tratando de recuperar el aire y su vista se estaba nublando.

― ¡No te rindas! ―dijo Aixa ayudándola a ponerse pie.

Pero era demasiado tarde Nyxlux ya estaba delante de ellas.

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CYELITY. La elegida. [Libro I] [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora