💞PinkyPoo Hyung y PinkyPoo bebé

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YoonGi era apenas un infante de cinco años de vida cuando conoció la decepción por primera vez. De más está decir que no le gusto para nada. Pero a veces, los días que comienzan grises se convierten en los más soleados.

Min YoonGi estaba ese día, enfadado. Muy, muy enfadado. Desde que aprendió sus primeras palabras, Min fue caracterizado por todos sus conocidos como un niño "peculiar". O sea, una manera educada de decirle que era un raro. Partiendo por el hecho de que a pesar de poder hablar perfectamente apenas y se comunicaba por palabras, siguiéndole, el que nunca quisiera jugar con cosas de su edad, no le gustaban los juguetes que sus padres compraban para él por más novedosos y caros que fueran, siempre estaban fuera de su interés. Además, el pequeño pelinegro parecía repeler el contacto humano, no jugaba con otros niños en el parque o en el jardín de infantes, y la idea de correr de un lado para otro, no era de su agrado para nada. ¡YoonGi ni siquiera veía televisión! Las caricaturas le aburrían, y después de menos de un capítulo de lo que fuera que sus padres pusieran en la tv para su entretenimiento, su concentración se veía dirigida a cualquier otra cosa.

Bueno, no cualquiera.

Un piano. Todo el mundo de YoonGi se volcaba en ese enorme e imponente instrumento que descansaba siempre solo en el salón de su hogar, con la tapa alzada, el banquillo polvoriento y las notas casi rígidas por la falta de uso. Con unos escasos cuatro años de edad, lo que consumía la vida de Min YoonGi era encaramarse en el banquillo y tocar al azar notas sin ningún sentido en específico. Lo amaba, enserio amaba ese piano, no era el hecho de tocar, era la hermosura del instrumento, cada uno de sus relieves de madera barnizada, sus amplias notas blancas y los hermosos y dulces sonidos que emitía con parsimonia era todo lo que el pálido niño necesitada.

Pero eso no duró por siempre.

El día en el que los Min se mudaron, cambiándose de ciudad desde Daegu hasta Busan, cambiando de casa y vendiendo diferentes muebles para poder tener el dinero suficiente que el cambio requería, YoonGi se despidió entre lágrimas de lo que sería por siempre el objeto más importante y que más marcó su vida. Cuando presenció como esos hombres extraños desbarataban a su mejor amigo, sintió como si una parte de él fuera asesinado, y lo único que pudo hacer fue encerrarse en su habitación a sufrir por la perdida.

Para cuando la familia Min llegó a Busan, sólo habían pasado dos días desde "ese día" y YoonGi seguía profundamente triste y ofendido. Se sentía pisoteado y pasado a llevar, por lo que cuando su madre se asomó por la ventana de la cocina para preguntarle si le gustaría ayudarle a preparar la comida –cosa que a YoonGi solía gustarle bastante- el niño sólo se levantó del lugar donde estaba, y haciendo como si no hubiera escuchado nada, caminó hacia el otro lado del jardín, en el límite donde su césped y el del vecino se fundían.

— ¡Niñ-ooo!

Aunque la palabra fue clara, a YoonGi le pareció un feo balbuceo. Lo suficientemente feo como para voltear la mirada buscando al –probablemente- feo ser que lo había emitido. Pero cuando YoonGi volteó lo último que vio fue algo feo. Min YoonGi se encontró frente a él al ser humano más precioso que hubiera visto alguna vez y que hubiera podido imaginar ver. Algo incluso más hermoso que su amado piano.

Un pequeño niño, tan pequeño que con suerte rozaba el hombro de YoonGi, caminaba de manera algo torpe por lo cortas que eran sus piernas en su dirección, estirando los brazos mientras que abría y cerraba los puños. Usaba un pequeño pijama –YoonGi supuso que era un pijama- de vaca enterito, y un chupete con una pequeña cuerda que lo adhería a un botón en su camisa. Pero eso no fue lo que llamó la atención de YoonGi, para nada, ni un solo poco. En cambio, lo que sí lo hizo sentir como si ese momento fuera crucial en su vida, fue el rostro del infante. Y es que por dios, era tan chiquito, tan lindo y adorable, con esos ojos marrones mirándolo con emoción, casi brillando, como si YoonGi fuera algo realmente importante, de una manera en la que nunca nadie lo había mirado, su piel tostada que parecía ser la cosa más suave del mundo, y por sobre todo, sus dos mofletes enormes, esa hermosa e infinitamente tierna facción que hizo que los ojos de YoonGi se abrieran en grande.

PinkyPoo ❀ YM (Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora