Cap 17.- Padre // Antes.

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13 AÑOS.

POV DUNCAN.

—Mamá. —saludé. Intenté controlar mi tono de voz para qué no sonará emocionado. No quería qué se enojara. Desde hace mucho tiempo había aprendido a no actuar cómo los niños normales: corriendo hacia sus madres a abrazarlas.

No cuando sabía qué mamá iba a rechazarme.

—Dun.—respondió ella. Sonrió débilmente –cabe decir, una sonrisa totalmente falsa–, y puso su mano en mi mejilla.

No hice nada en respuesta. No abrazos, no besos en la mejilla, no muestras de afecto. No podía arriesgarme.

Su toque no duro mucho, al igual qué su estadía aquí tampoco lo haría. Estaba acostumbrado. Mirarla de vez en cuando y verla desaparecer. Sentía un abandono voraz después de eso, pero mi abuela lo llenaba con comida, mimos y anécdotas sobre sus días de juventud con el abuelo. Amaba cómo ella lucia cuando me contaba de aquella época: sus ojos, qué eran idénticos a los míos, brillaban de una manera qué no hacían usualmente.

Me gustaba pensar qué algún día, yo conseguiría a alguien qué haría los mios brillar de esa forma.

Sabía qué no pasaría, pero era otro de mis sueños estúpidos.

Mientras mamá paseaba por la casa, compartí una mirada con mi abuela. Ella sonreía dulcemente a su hija, pero pude ver un obvio brillo de desaprobación en sus ojos. No era ningún secreto qué ella esperaba qué mi madre me amará y me quisiera cómo... Bueno, era esperado.

A veces me preguntaba si era mi culpa.

Una vez, hace mucho tiempo, habia ido a  investigar con Matt en la biblioteca motivos por los qué quizá mi madre no me quería. Tan triste cómo eso suena, realmente pensaba qué tenía qué haber un motivo. Al finalizar el día, habíamos llegado a la conclusión de que podría ser por depresión post-parto o algo así. Es decir, no había razones para qué me rechazara cómo lo hacía; por lo menos yo no pensaba qué me comportaba así de mal cómo para qué ella no me quisiera. Pero si mamá tuviera depresion post-parto, sería algo qué notariamos.

Ella lucia fisica y psicológicamente bien.

Yo había empezado a pensar qué simplemente ella no podía amarme.

O quizá yo le recordaba a mi padre. Era una teoría exageradamente positiva. Jamás conocí a mi papá; él había muerto en un accidente de coche antes de qué yo naciera.

Abuela decía qué se amaron un montón.

A lo mejor, los ojos de mi madre brillaron alguna vez, cómo los de la abuela hacian cuando hablaba del abuelo. Tal vez esa luz se apagó cuando mi padre murió.

O, una voz maliciosa se coló en mis pensamientos, cuando te tuvo.

Trate de callar esa voz. Por esos tiempos, me gustaba excusar la actitud de mamá con cualquier argumento, cualquier cosa qué no fuera tan dolorosa cómo la realidad. No necesitaba auto-alimentar mis sospechas.

No hay qué ser un genio para saber qué fue una total pérdida de tiempo.

Recordaba conversaciones qué eran pistas qué yo ignore.

Tan joven, le decían, y con un niño tan grande.

Ella siempre forzaba una sonrisa.

—¿Cómo te ha ido, mamá? —le pregunté, tratando de hacer conversación. No me perdí de la pequeña mueca de dolor qué hizo en la parte de “mamá”. Aparte la vista y trate de no tomármelo personal.

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