Cap 29.- Traición // Después.

58 8 129
                                    

Hoy mi madre cumplía años. Tengo qué admitir qué su cumpleaños me gustaba más qué él mío propio.

¿El porqué? Ni idea.

Es sólo qué estar ahí para mi mamá el dia de su cumpleaños me hacía feliz de alguna manera. Cada vez qué cumplía años y yo iba a Ohio de nuevo, ella sonreía tanto qué me sorprendía qué no le doliera, y mi papá, a su vez, sonreíria mirándola. Ellos dos sonriendo me hacían sonreír a mí. Supongo qué esa es la razón. La felicidad de mis padres me hacía feliz.

Y por eso, iba a tratar lo más fuertemente posible de no decir lo de Duncan frente a ellos. Les rompería el corazón saber qué ya no hablamos e insistirian en qué teníamos una amistad muy bonita cómo para echarla a la basura. Mi papá seguramente pensaría qué peleamos por una chica.

Hice una mueca al recordar qué él no sabía nada de mi orientación sexual. La verdad es qué no sé porqué no se lo he contado. Supongo qué me la he pasado demasiado tiempo concentrado en mi autocompasión qué ni siquiera recordé contarle. Cómo "Oh, hola, papá ¿cómo estás? Se me olvido contarte algo qué todos saben, soy gay".

Pensándolo bien, quizá papá si se molestaría por eso. Yo también lo estaría si me enterara qué mi hijo fue por ahí siendo gay sin tener la confianza de contarme, teniendo en cuenta el hecho de qué yo sabía qué papá me aceptaría.

Quizá no debería contarle nunca.

Él sonido del horno anunciando qué el pastel estaba listo me sacó de mi trance. Cruce con dos grandes zancadas la cocina y tomé los guantes. Con mucho cuidado saqué el pastel y lo dejé sobre la mesa.

Miré mi obra culinaria con orgullo.

Me sentí cómo qué debía de adicionar para Master Chef.

Sentí cómo la presencia de una persona se deslizó detras de mí y me abrazó.

—Mira toda esa crema batida desperdiciada en un pastel —comentó Zak. Luego se inclinó y me susurró en el oído:—Yo podría darle otro uso.

Me reí y me giré hacia él. Puse las manos en sus caderas y alcé las cejas, mirándolo con fingida desaprobación. Zak tenía el cabello mojado porqué acababa de salir de la ducha (No, no nos bañamos juntos) y olía a pino.

Me gustaba el pino.

—Eres un pervertido, ¿lo sabías?

—Bueno, tú deberías saberlo. —dijo él, poniendo sus brazos en mis hombros e inclinándose para besarme. Los ladridos de cacahuete nos interrumpieron cuando nuestros labios estaban a punto de tocarse.

Zak puso los ojos en blanco.

—¿Podrías callarte, Cacahuate? ¡Estábamos a punto de tener un momento! —Le gritó. Cacahuate dejó de ladrar y Zak se volteó hacia mí—¿En qué estábamos?

Le di la espalda para ver el pastel.

—Yo estaba sacando el pastel del horno, no sé tú.

Zak dejó salir un suspiro y apoyó la mejilla en mis homoplatos.

–Gracias por dejarme usar tu horno para hacer el pastel. —le dije de repente. Mi horno se había dañado y Zak me había ofrecido usar el suyo, cosa qué fue cómo un milagro.

Mi madre cocinaba horrible, siendo brutalmente sincero. Era mejor qué yo llevara el pastel antes de qué terminaramos todos envenenados y en él hospital.

Pude sentir cómo Zak sonreía en mi espalda.

—Puedes meter lo qué quieras... —hizo una pausa a propósito para qué mi mente fuera a lugares poco puros. Lo logró. Luego carraspeó y terminó la frase:—, en mi horno.

Making You Falling In LoveWhere stories live. Discover now