Cap 27.- Preocupaciones // Después

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—Hola. —le dije, sonriendo.

Zak me devolvió la sonrisa, bajando las pestañas.

—Hola, guapo.

Pusé los ojos en blanco.

—¿Alguna vez dejas de coquetear?

—Nah. —él respondió sin vergüenza alguna. Tomó mi mano y la besó, mientras yo me acomodaba en el asiento de su auto.

Me le quedé mirando.

—Espero qué no tomes la costumbre de besarme la mano ahora. Creeran qué yo soy la pasiva.

Él se río por lo bajo.

—Qué va. Tienes pinta de macho alfa —dijo. Luego suspiró alegremente— ¿A dónde vamos?

—A un prostíbulo.

—Creí qué ibamos a una perrera. Recuerdo haberte dicho qué quería adoptar un perrito y quería qué me acompañaras.

Le di un codazo.

—¿Entonces para qué preguntas?

Zak sonrió de lado.

—Supongo qué costumbre. —contestó. Encendió el auto y condujó hasta allá, mientras qué por el camino yo le contaba lo qué había pasado con Vanessa.

—Nos asustamos porqué pensabamos qué quizá había salido con un hombre y de verdad había metido la pata, pero en realidad no pasó nada.

—¿Quizá si metió la pata con la prima de Jude?

—No lo creo —repusé—, ella parecía decir la verdad. Y es la única versión qué tenemos, ya qué Vanessa estaba muy borracha para recordar.

Zak rió por lo bajo.

—Qué turbio.

Sonreí suavemente en respuesta, pero no dije nada.

—Sólo espero qué puedan reconciliarse. Thomas y ella hacían buena pareja. —continuó Zak.

Suspiré.

—Yo también espero eso.

Para cuando llegamos a la perrera, se había hecho más tarde de lo esperado y yo tenía hambre. Dios, podría comerme unas diez hamburguesas en ese mismo instante. Zak me miraba por el rabillo del ojo mientras entrábamos a la estancia.

—Parece qué vas a vomitar. —comentó.

Gemí.

—Tengo hambre.

Zak río, sus ojos azules destellando.

—Ah, vale. Eso lo explica —repuso sonriendo—. Cuando nos vayamos, puedes comer todo lo qué quieras.

El tono que uso me hizo pensar qué quizá no se refería a a comida.

—Hmm. —murmuré en respuesta. Una agradable señora nos guió dentro del lugar y nos mostró a todas las mascotas con una sonrisa. Zak se quedaba gritando por cualquier criatura viviente de allí, en serio. Hasta llegue a pensar qué iba a adoptar a la señora también.

Caminé guardando mis distancias con los perros, mirándolos a cada uno. Me gustaban mucho los pastores alemanes, pero no vi ninguno allí. En cambio, vi un pequeño pug frotando su espalda contra el suelo y resoplando graciosamente.

—Hey, Zak —llamé. Zak vino corriendo hacia mí, con una sonrisa amplia— ¿Qué tal este?

Zak chilló.

—Oh Dios mio, este es perfecto.

Rasqué mi barbilla.

—Todos para ti son perfectos.

Making You Falling In LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora