Cap 29.- Part III

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No le costó nada a Duncan caerse dormido. Fue cómo si se hubiera desmayado. En un minuto, su mirada whiskey somnolienta estaba en mí y en el otro estaba dormido; su boca entreabierta y murmurando cosas inaudibles. Esas pastillas realmente le pegaron fuerte.

Durante mucho rato estuve sin hacer nada. Sólo sentado en la cama al lado de Duncan, mirando al vacío y con su celular en las manos. Mi corazón daba un vuelco cada vez qué pensaba en lo qué me podría encontrar allí. Mi puño se cerraba fuertemente alrededor del aparato. No me sentía emocionado por descubrir qué había allí, era otra sensación. ¿Ansioso, quizá?

De cualquier manera, lo qué los mensajes significaban era mucho para manejar.

Estuve semanas enojado. Meses. Indignado ante la idea de qué Duncan ni siquiera hiciera un esfuerzo por arreglar nuestra relación o lo qué quedaba de ella. Y descubrir esto era cómo un balde de agua fría.

Si él realmente quiso arreglarlo todo, entonces...

Me sentí cómo la mierda y ni siquiera había comenzado a leerlos.

No sé cuánto tiempo me quedé mirando a ningún lado en particular, pero finalmente sacudí mi cabeza e intenté despertarme. Estaba siendo una gallina. Eran unos... Tontos mensajes. Además, viniendo de Duncan seguramente eran igual de fríos qué los demás. Recordé su simple hola. Él no era exactamente lo que se diría expresivo.

Restregué mis manos contra mi rostro.

Lo único qué me impulsaba a leerlos era la curiosidad y el conocimiento de qué Vanessa me mataría si no le contaba lo qué los mensajes decían.

—Bien, es hora.—murmuré. Me levanté de la cama y le disparé una última mirada a Duncan. Descansaba en posición fetal, frunciendo el ceño en sueños. Me pregunté brevemente qué soñaba antes de salir de la habitación. Probablemente recordaba cuando me le declaré cómo todo un idiota.

Parecía hace una eternidad qué había pasado eso. Tan lejano. Él llorando por Emilia; yo metiéndome por su ventana, preparándome mentalmente para otra noche consolándolo. Las emociones que habían sentido ese día habían sido tan intensas qué aún podía sentirlas, saborearlas. Exploté de la peor manera.

Tenía miedo de explotar de nuevo. Yo no era tonto (por lo menos no tanto). Superar a alguien al qué llevaba amando desde siempre no era tan fácil cómo unas cuántas semanas con otro chico. Y la cosa es qué, cuando estaba con Zak, la pasaba tan bien, hacíamos tantas cosas, qué era capaz de sentir cómo si Duncan y yo nunca nos... Cómo si Duncan nunca me hubiera roto el corazón. Pero cuando estaba con Dun, era cómo si todas las cosas que hice con Zak se desvanecieran. Y de repente yo era ese niño de nuevo, mirándolo con ojos grandes y oscuros, esperando qué me notara.

No quería explotar de nuevo. Explotar significaba decir mis sentimientos y eso de algún modo, era cómo echar todo con Zak a la basura.

Me escabullí por la casa, intentando no hacer ruido. No era tarde, quizá las diez de la noche, pero en la casa Thompson se duermen apenas oscurece, sí señor. Además, no quería despertar a mamá, con eso de qué estaba enferma, necesita descansar.

Hice una nota mental para hablar con ella de eso luego. Algo me dijo qué lo de su enfermedad no era tan simple cómo ella lo había hecho parecer.

Salí al patio, recibiendo una ráfaga de aire frío cuando me deslicé por la puerta. Me senté sobre una de las sillas playeras posadas allí y miré a ambos lados antes de desbloquear el celular y entrar en la mensajería. Literalmente, pude sentir cómo mi corazón se detuvo cuando vi mi nombre en primera fila, cómo el último al qué Duncan le había enviado.

Making You Falling In LoveWhere stories live. Discover now