Cap 28.- Haz Qué Brille // Antes.

27 8 32
                                    


Dedicado a Nimzaj-Saotori bc idk ❤ uwu espero qué te guste este cap uwu

~°~

POV DUNCAN.

9 AÑOS.

—¿Y cómo se portó tu madre esta vez? —preguntó Abuela suavemente. Dejó un plato de comida frente a mí.

—Um, bien. —mentí. Mamá me había gritado esa vez, igual qué todas las veces anteriores. Me había hecho llorar sólo porqué le pedí un helado.

—Duncan. —advirtió mi abuela.

Mis ojos comenzaron a arder.

—Mamá no me quiere. —murmuré.

—Eso no es cierto. Tú mamá te ama.

Sorbí.

—Claro q-que no. Siempre me grita y siempre- me aparta cuando la abrazo.

—Es qué ella no sabe cómo dejarse querer, cariño —Abuela me dio una palmada en la espalda y se sentó a mi lado. Bajó la cabeza para mirarme a los ojos y me sonrió—. Ella te ama, sólo qué no sabe demostrarlo.

Una lágrima comenzó a caer de la comisura de ojo.

—¿P-por qué no sabe? ¿Ella no puede aprender?

—Demostrar amor no se aprende, Duncan—abuela suspiró—. Si fuera así de fácil demostrarlo, nos ahorraríamos un montón de malentendidos.

Mi labio tembló. Me encogí de un hombro.

—Supongo. —dije con voz débil.

Mi abuela me miró de reojo y sonrió.

—¿Recuerdas la historia de cómo me casé con tu abuelo?

Negué con la cabeza.

—Fue amor a primera vista. Lo supe porqué fue cómo si el tiempo se detuviera. Cariño, cuándo te pasé, créeme, tú mundo se pondrá de cabeza. Pero el problema es qué yo no quería mi mundo de cabeza, no, no lo quería en lo absoluto —la abuela soltó una risa seca—. Pero tu abuelo, ah... Ese viejo terco. Intentaba enamorarme. Dejaba flores de color rosa en mi ventana, de cualquier tipo, todos los días. Yo las tiraba frente a su casa para qué viera lo poco qué me importaba. O por lo menos eso me decía a mí misma.

» Pero un día, dejé de recibir flores. Fue cómo si mi corazón se detuviera. Me asusté. No sabes lo qué pasó por mi cabeza. Pensé qué él tenía otra —abuela sonrió, dos arruguitas aparecieron cerca de sus ojos—. Entonces fui a su casa. No sabía qué quería hacer exactamente, pero fui allá. Cuando llegué, todo su patio estaba lleno de flores rosas.

»“¡Sabía qué vendrías, Lucille!” recuerdo qué gritó. Parecía cómo si acabará de ganar un trofeo mundial o algo así. Me enoje con él, tengo qué admitirlo. Pero... Lo qué había hecho había sido tan dulce. Nadie nunca había hecho algo así por mí.

—¿Y qué pasó?

Abuela acarició mi cabello.

—Le dije qué era un idiota. Luego lo besé. Nuestra boda fue unos meses después. Estuvo repleta de flores de color rosa. Fue perfecto. Pero unos días antes de la boda, traté a tu abuelo terrible. No porqué no lo quisiera, es qué yo tenía miedo de qué él no me amará lo suficiente. Era cómo si quisiera empujar sus límites, ver hasta dónde podía amarme. Él lo hizo. Se quedó.

Sonreí.

—Abuelo te quería mucho. —dije.

—La hacía —admitió Abuela—. Hasta yo me hubiera dejado. Cuando le dije eso, él sólo se río y me besó. Me dijo qué a pesar de qué yo no lo demostrara, él sabía qué yo la amaba desde el primer momento. ¿Sabes cómo lo notó?

Mi boca se abrió.

—¿Era mago?

—No.

—¿Profeta?

—No.

Hice un puchero.

—¿Entonces, cómo?

—Por el brillo en mis ojos  —ella exclamó—. Dijo qué mis ojos eran cómo dos estrellas brillantes a su alrededor. Ese bastardo engreído.

—¡Abuela! —me reí.

—Extraño a tu abuelo cada día de mi vida —confesó Abuela —. Nunca le dije cuanto lo amaba, por eso intenté demostrarlo lo más qué podía mientras él estuvo vivo. Me hizo feliz. Me dio a tu madre. No puedo estar más agradecida con él por pasar su vida con esta vieja gruñona.

» Por eso, Duncan, quizá tú mamá no te lo diga o quizá no lo muestre de la mejor manera, pero ella te ama.

Miré a mi abuela, emocionado.

—¿Crees qué algún dia encuentre a alguien con ojos de erella?

—Estrella.—corrigió Abuela.

—Estrella.— repetí.

Abuela miró el cielo.

—Todos tenemos una estrella en nuestra vida, Duncan. Sólo qué no la vemos —ella se levantó de la silla—. Encontrarás a tu estrella, pequeño. Sólo trata de reconocerla y nunca la pierdas de vista. Puedes confundirte con otras estrellas fugaces.

—Yo quiero una estrella para siempre. —anuncié.

—Entonces, haz qué brille.

Y doce años después me pregunté a mí mismo:

¿Por qué nunca noté qué Matt era mi estrella?

Making You Falling In LoveWhere stories live. Discover now