Cap 22.- Halloween // Antes.

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11 AÑOS.

POV DUNCAN.

Era Halloween. Época del año dónde los niños conseguían dulces gratis, corrían por aquí y por allá libremente sin un adulto gritandoles qué se iban a desdentar contra el pavimento y donde todos podían vestir cómo quisieran. Era muy genial.

Halloween era mi época favorita del año, sin duda alguna. Por supuesto qué después de Navidad, claro; en Navidad yo recibía regalos y muuucha comida, sin contar de qué mi mamá se quedaba una semana ¡Una semana completa!

Sin embargo había algo atrayente y desconocido para mí en Halloween. Supongo qué simplemente era algo de mi personalidad un poco maliciosa y traviesa lo qué me hacía adorarlo.

Halloween y yo nos llevabamos bien... hasta qué cumplí los once años.

De alguna manera, los niños de mi edad se las habían arreglado para convertirse en sumamente aburridos y aguafiestas. Decían cosas cómo "Santa Claus no existe." "El conejo de pascuas no existe" y este caso en especial "Halloween es para niños."

Al principio obviamente defendía mis ideales. Gritaba y replicaba a todos los qué se atrevieran a meterse con mis preciadas festividades, con un Matt sonriendo ligeramente a mis espaldas. Pero comenzaba a afectarme la manera en qué me veían.

Infantil, me decían. Tonto, estúpido, idiota, crédulo. Todo lo posiblemente malo iba dirigido hacia mí. Matt me consolaba diciéndome qué todos eran unos imbéciles y qué no valían la pena, pero al final del día, me encontraba cuestionandome sí de verdad era todo eso.

Así qué este año, Halloween y yo... Rompimos.

Mi abuela se encontraba durmiendo cómo un tronco en las habitaciones del piso de arriba mientras Matt y yo jugabamos al ajedrez, porqué por supuesto qué sí yo faltaba a Halloween cómo la persona madura en la qué me estaba convirtiendo, el ajedrez era un paso para alcanzar la madurez máxima suprema.

Era un poco cómo echarle sal a la herida estar jugando ajedrez esperando qué niños vinieran por dulces, pero al diablo, era parte de crecer, ¿cierto?

Matt puso expresión de concentración.

—Peón...o caballo... —murmuraba. Lo miré con astucia, tratando de descubrir su siguiente movimiento. Probablemente movería a su reina, o quizá incluso a la torre, haciéndome creer qué...

Matt tomó los lados de la tabla de ajedrez y la lanzó al sofá, con todo y piezas volando por el aire.

—Este juego es aburrido —declaró cómo si nada, levantándose —. Sería más divertido si fueran cómo robots y pudieran pelear entre sí. Combate a muerte entre piezas. Peones contra peones.

Me le quedé mirando.

—Estás... Acabas de... Tirar todo y...

—Tu también querías hacerlo. No mientas.

—Yo...

Él arqueo una ceja.

¿Como diablos con once años de edad podía tener una expresión tan terca?

Suspire.

—Si quería. —admití a regañadientes.

—No se diga más. —anunció Matt. Comenzó a recoger las piezas y a ordenarlas de nuevo. Luego me entregó el tablero.—Tiralo, entonces.

—Pero van a romperse... —protesté.

—Hazlo.

Sip, nuestra noche se basó en eso. Recogimos y tiramos el tablero de Ajedrez contra el sofá muchas veces como el buen par de subnormales qué eramos. Por más de media hora, para variar; hasta qué empecé a sentirme triste.

Making You Falling In LoveWhere stories live. Discover now