Capítulo XXIII

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Félix había regresado a la capital. Sólo había visitado su lugar de origen durante un fin de semana... Tenía planificado volverlo a visitar dentro de un mes. Ya era más fácil para él ver esos lugares que tantos recuerdos le traían. Pero lamentablemente cuando fue a ver a Julio, no le dió tan buenas noticias. Desde aquella vez que José y él se vieron en casa de Don Juan, a Félix no le había agradado José, conocía esa mirada enamorada y sabía que José estaba enamorado de Nicole.

El enterarse por su amigo de que Nicole había bailado con él... no le gustaba.

Nicole por su parte se dio cuenta que pasaba mucho tiempo pensando en José, le encantaba cuando Luisa llevaba cartas y a Luisa le encantaba verla sonreír nuevamente.  Hacía mucho tiempo que ella no sonreía de esa manera.

José siempre escribía cosas lindas, poemas, le encantaba saber de él, de su familia y le encantaba saber que había otra forma de amar, la forma como José la amaba. Y no la manera dolorosa como aprendió a amar con Félix.

Con José era diferente, era tierno, era serio, le encantaba todo de él, era guapo... al pensarlo sonreía.

José no perdía oportunidad para conversar con ella y quería declararle su amor a Nicole, sabía lo que había ocurrido con Félix y ella pero se daba cuenta que ella no era indiferente a lo que él sentía o al menos eso creía.

Don Juan estaba contento con José, sabía que era un buen trabajador por medio de Luisa, sabía que estaba enamorado de Nicole y a él no le parecía tan mala idea de que su hija fuera pretendida por ese muchacho honrado y bueno que ahora se acercaba a ella.

Un domingo por la tarde todos descansaban en la sala de la casa hablando de todo un poco cuando tocaron a la puerta y Luisa salió corriendo a ver quien llamaba. Cuando todos alzaron la vista, se dieron cuenta que José fue quien llegó. Nicole y él siempre hablaban fuera de la casa pero ese día ella se sorprendió de verlo allí.

Él saludó amablemente como siempre a don Juan y a su esposa e igual a Nicole.

Pero a Nicole le sorprendió que se dirigiera a Don Juan y le dijera que precisaba hablar con él. Don Juan también se sorprendió y se fueron juntos al estudio. Cuando ambos tomaron asiento, José miró a Don Juan y le dijo: 

-Creo que no ha pasado desapercibido por usted don Juan que amo a Nicole y que quiero ser novio de ella, pero como mi papá me ha enseñado a hacer las cosas correctamente, pido su permiso para poder pretenderla.

-Don Juan rió... y le dijo

-Claro que si muchacho, tienes mi permiso, sólo falta que ella te acepte, sabes que es muy necia pero si por mí fuera, ya serías parte de la familia.

José había pasado una semana repasando toda la conversación que tendría con don Juan, tratando de convencerlo de darle permiso de pretender a Nicole, y no sabía que sería fácil, pero Luisa le había ayudado desde hacía mucho tiempo dando buenas referencias de él, todo lo cual era cierto.

Don Juan salió junto con José del estudio y se dirigieron a la sala donde estaba toda la familia. Luisa si sabía, era una de las mejores amigas de José y sabía a que había llegado, pero la esposa de don Juan y Nicole ignoraban todo.

Cuando salió José ya con el permiso de don Juan, se dirigió a Nicole y la invito a dar un paseo a la plaza. Era un día de esos hermosos, el sol ya a punto de ocultarse y en la plaza muchas personas disfrutaban del atardecer que les brindaba ese domingo, ella miró sorprendida a don Juan y él solo hizo una señal de aprobación, Nicole contenta fue con José a la plaza y allí él la invito a un helado y se sentaron en una de las grandes bancas que había en la pequeña plaza que adornaba el pueblo.

Degustaron del helado y luego José le tomó la mano a Nicole y le dijo:

-Sabes que todo lo que escribo está inspirado en ti?

Nicole lo miró y asintió.

-He redactado todas esas cartas pensando que este día llegaría, sé que cuando empecé a mandártelas todavía amabas a alguien más, no sé si aún es así, pero estoy dispuesto a borrar todo el daño que él te hizo, a esperar lo que sea necesario para poder pretender ser algo más que un amigo en tu vida. Estoy muy enamorado de ti y me gustaría... no me encantaría pedirte que seas mi novia Nicole, hazme el hombre más feliz en aceptar mi ofrecimiento.

Nicole se sorprendió y le preguntó que si de eso había estado hablando con su papá.

-Mira Nicole, creo que eres una mujer que vale la pena, no quiero tener un noviazgo en escondidas, como unos delincuentes, quiero hacer las cosas bien, le pedí permiso a tu papá para pretenderte porque no quiero ocultar nada... quiero que todo sea correctamente, así me ha enseñado mi papá, a hacer las cosas bien desde el principio.

-Ella pensó.... que diferente era él a Félix, se sorprendió al pensar en él nuevamente, pero sabía que el amor que le brindaba José era diferente, le daba paz, era tierno, no era áspero como la que tenía con Félix, quien estaba acostumbrado a hacer siempre las cosas a su manera.

Nicole lo miró fijamente a los ojos y le dijo:

-José, la verdad yo no quiero que tu mal interpretes lo que te voy a decir, pero yo te quiero, no te amo.

-Eso lo sé- respondió José

-Lo único que te pido es que me permitas convertir ese cariño en amor y poco a poco hacer crecer lo que sentimos el uno por el otro, aunque yo te amo como no tienes idea pero puedo tener paciencia para que aprendas a amarme también.

-Me gusta mucho tu compañía- dijo ella.

-Ese es un principio- dijo él

Pasó ese día domingo y José se juró desde ese día que no la dejaría ir nunca de su lado.

Nicole se dio cuenta cuando llegó a la casa la falta que José le hacía. Se sintió vacía sin él.

Así pasaron los días entre paseos y visitas, pasaron tres meses. 

Un día llegó a la casa de Nicole y le pidió permiso a don Juan llevarla a la feria del pueblo vecino.

Don Juan accedió, pero recuerdas la hora de entrada en esta casa. 

-José rió. Sabe que siempre estamos puntual. Somos un grupo, no se preocupe.

Y se fueron, comieron algodón de azúcar, subieron a los juegos, Nicole nunca se había sentido tan feliz y al final del día se dio cuenta que ya casi ni pensaba en Félix. Si se acordaba de él, pero ya no dolía como antes, si lo hubiera tenía enfrente, le hubiera deseado que él fuera feliz como ahora lo era ella.

Se sentía plena al lado de José.

Faltando quince minutos para la hora acordada, Nicole llegó a la casa, pero no entró como José supuso que haría, como siempre lo hacia.

Ese día ella quedó en el umbral, él pensó en lo hermosa que ella era, tenía unos ojos hermosos que lo volvían loco pero quiso esperar como siempre, no presionarla.

Ese día ella le preguntó... Recuerdas lo que me preguntaste la primera vez que fuimos juntos a la plaza y comimos helado?

-Claro.

-Si quiero....

José rió de alegría, pensó que tendría que esperar mucho tiempo. La abrazo y la miró a los ojos, como pidiendo su aprobación a lo que Nicole sólo se acercó en señal de aprobación y se dieron un tierno primer beso.

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