| 113 | Sebastian Stan

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Dave tarda mucho en aparecerse por la puerta de la cafetería. No sé que estará haciendo, pero me niego a entrar a buscarlo. Así que avanzo y me siento en una de las bancas del centro comercial.

Coloco mi maleta en mis pies y cruzo mis brazos sobre mi pecho. Todo está tan lleno de adornos, tan navideño, tan alegre. Nunca me he declarado como una gran entusiasta de la Navidad, pero creo que también me merecía una festividad alegre y sin complicaciones.

Un nuevo nudo se aloja en mi garganta y mis ojos comienzan a picar nuevamente. ¿Por qué? ¿Por qué lo hizo?

Alguien se sienta a mi lado en la larga banca. Su repentina presencia hace que me obligue más arduamente a contener las lágrimas. Me niego a terminar este fatídico y terrible día llorándole a un extraño. Lo escucho colocar sus múltiples bolsas a su alrededor, solo para después soltar un gran suspiro.

— Oye, yo choque contigo en esa cafetería hace un rato.— alzo mi vista hacia él. Efectivamente me mira a mi, tiene una sonrisa cálida en los labios.— Si, disculpa eso. Tenía un poco de prisa. Tenían el último regalo que necesitaba.

Ni siquiera recuerdo que él haya sido la persona que me chocó, solo recuerdo que ese evento fue el que provocó que tanto Dave como Rachel notarán mi presencia. Eso solo me hace estremecer.

— No te preocupes.— mi voz es baja y extraña, así que trato de compensarlo con una sonrisa que termina siendo solo un extraño movimiento de las comisuras de mis labios.

— ¿Estás bien? — pregunta mirándome fijamente, yo me pregunto por qué sus ojos brillan de esa manera.

— Si.

— No luces bien.

— ¿Cómo luzco? — mi mirada se aparta de la suya.

— Triste.— me siento estremecer pero no digo nada.— Lo siento, no quería meterme en nada.

— ¿Por qué tienes tantas bolsas? — no quiero que hable del tema de mi tristeza, pero siento que si para de hablar yo tendré que sustituir el silencio con mi inminente llanto.

— Muchos sobrinos. Es mi obligación. Soy el tío genial.— sonríe una vez más hacia mi, le da una mirada rápida a todas las bolsas de distintas jugueterías.— Soy Sebastian.

— Morgan.

— ¿Vienes a visitar a alguien? — señala mi maleta, niego para evitar cualquier reacción en mi.— Oh, bien. ¿Pasarás Navidad con tu familia?

— No lo creo.

— Eso es un poco triste.

— ¿Todo acerca de mí es triste? — lo miro y él suelta una risa mientas niega.

— No, lo siento. Supongo que es tan normal para mí que simplemente olvide que no funciona para todos. No todas las familias son buenas.

— Déjame preguntarte algo, Sebastián.— él parece un poco sorprendido.— ¿Qué sería algo que jamás perdonarías?

— ¿Qué?

— Si, tan sencillo como eso. Luces como alguien muy simpático, amigable, feliz. Pero dime algo que acabaría contigo, algo que no pudieras perdonar.— me sorprendo a mí misma. Lo veo encogerse levemente de hombros.

— Um, no lo sé. Supongo que es una pregunta difícil. ¿Mentiras?

— ¿Qué clase de mentira?

— Una muy mala. Algo que no solo me dañara a mi, si no a personas a mi alrededor. Supongo que en realidad sería cualquier cosa que dañara a los que quiero.

| one shoots |Where stories live. Discover now