Capítulo 39

7.9K 569 41
                                    

Mis manos sudaban, una vez que había subido el auto condujo a saber dónde…solo quería ver a mi niño, eso era lo único que me importaba en este momento. Se adentró a una colonia demasiado peligrosa, en las calles habían muchachos he incluso hombres tatuados y con perforaciones, veían al auto como si ya lo conocieran.

Llegamos a una casa pequeña, desde aquí podía verlo, tenía barandales en la parte de enfrente, un gran portón por donde el auto entro, conforme se adentraba a la orillas habían flores y árboles, era un túnel de puras plantas, estas no parecían tener mucha vida, su color trasmitía tristeza y soledad.

Al llegar, el hombre quien venía conduciendo se baja y abre la puerta para que bajara de ella, dudosa comencé a salir del auto mirando a los lados, el hombre me veía con un semblante extremadamente serio. Me  sobresalto cuando me toma del codo y nos vamos adentrando a la casa, el lugar era lujosa por dentro, nada comparada con la fachada que mostraba en la entrada.

―Bienvenida a nuestro hogar.- Hernán venía hacía nuestra dirección, venía con los brazos tendidos. ¿A qué se refería con “nuestro hogar”? ―Retírate.- le ordena al hombre y este me suelta para irse. ―Estas preciosa.- me toma de la mano y besa de ella. Alejo rápidamente mi mano.

Se volvió loco o qué, quien se ve hermosa con unos pantalones deportivos y una playera de los teletuvis. ¡Por Dios, este hombre sí que está muy loco!

―Quiero ver a mi hijo.- dije claro y firme.

―Pronto, mi amor.- pasa su mano por mi mejilla pero me alejo.

― ¿Qué pasa contigo?, tiempo atrás me maltrataste y ahora me tratas como si tu pareja fuera.- escupí con enojo, estaba desconcertada por su comportamiento.

―Eso era porque mi tío te quería para él, pero desde el primer momento que te vi me encantaste.- dice con una voz seductora. ―Ahora serás mi esposa, solo mía, como debió ser.- su mirada obscurece, lo decía muy enserio que hacía que todo mi cuerpo temblara.

― ¿Qué…qué dices?- arrugue mi frente, esto era broma.

―Lo que escuchaste, tú y yo nos vamos a casar.- dicho eso, me toma del brazo y me acerca a él pata estampar sus labios en los míos, sentía asco, me resistí y no le di entrada, se aleja y me mira enojado. ―Ya te acostumbraras.- me lleva a jalones a un cuarto, al abrí mi corazón paraliza, mis ojos se nublan, era Izan.

Corro hacía él y lo abrazo, él de igual manera me abraza, me aleje y puse mis manos en su rostro y lo inspeccione para ver que no tuviera ningún golpe y lo sorprendente vino cuando vi a mi alrededor, juguetes por todos lados, un armario grande que juraría que estaba lleno de ropa para Izan, además su cama estaba forrado de Cars, su película favorita.

―Nuestro hijo ha estado bien aquí.- volteo a ver a Hernán desconcertada.

―Sí mami, mi papá me ha cuidado, hemos ido a comprar juntos todos estos juguetes.- se aleja de mí y lo abraza a él, quedo helada ante tal acción.

―Pero…él no es…-Hernán me interrumpe.

―Es hora de dormir.- le dice a Izan y este asiente frenéticamente, Hernán le revuelve él cabello, y luego viene hacia mí. ―Vamos.- me lanza una mirada de “cállate y obedece”, estaba aún en shock, ¿qué acabo de hacer Hernán?











Al salir de la habitación Hernán me lleva a lo que supongo que es la cocina.

― ¿Por qué le has mentido a mi hijo?- él toma una copa y se sirve vino, paran luego llevárselo a la boca.

―Te dije que íbamos a formar una familia e Izan ahora es mi hijo.- sonríe maliciosamente.

― ¡Hernán no!- prefería al Hernán malo y agresivo, este me asusta más. ―Él no es tu hijo y yo no seré tu esposa.- el tira la copa haciendo que me sobresalte, se acerca a mí.

― ¿Quieres que Lauro e Izan mueran?-pongo mi cara de desconcierto. ― No pongas esa cara ¡por el amor de Dios!, sabes quién es Lauro, ¿crees que soy estúpido como para no saber que el imbécil de mi hermano te lo ha contado unas horas antes?- este hombre estaba demente. ―Así que tú decides, mi amor.- se aleja de mí.

Maldición, ¿qué hago?, no puedo decirle que sí y casarme con alguien a quien odio en este momento.

―Entonces… ¿qué decides?- sirve vino en otra copa.

―No, no me casaré contigo.- debía haber otra manera de escapar de esto.

―Está bien.- sonríe maliciosamente. ― Entonces tendrás que elegir, Izan o Lauro.- dicho eso me toma del brazo y nos dirigimos a un cuarto, al entrar mi corazón late rápidamente. Izan y un niño más grande que supongo que es Lauro, estaban en una camilla, estaban conectados a una máquina, ambos estaban dormidos o los habían dormido.

―Las maquinas son bombas, solo tienes un minuto para desactivar uno de las máquinas y escapar… ahora te vuelvo hacer la misma pregunta por última vez, ¿Aceptas casarte conmigo?- por mi mejilla ruedan lágrimas, trago el nudo que se me había formado en la garganta y agacho la mirada.

―Sí, Hernán, acepto.- un sollozo sale por mis labios.

No podía ser tan inhumana como para elegir a mi hijo e irme, Germán nunca me perdonaría el haber matado a su hijo, tampoco me lo perdonaría a mí misma, era mejor casarme, no había de otra.




No pensé que de un día para otro iba ser la boda, me encontraba frente a un espejo, vestida de novia, me veía de pies a cabeza, esta no era yo, esto era una farsa, trate de no llorar, juro que lo intente pero una lágrima rueda por mi mejilla.

― ¿Estas bien, muchacha?-pregunta la señora quien me maquilló y peino, estaba recogiendo sus cosas para irse.

―Sí.- mi limpio rápidamente la lágrima y le sonrió. ―Ya sabe, la emoción.- no quería que sospechara nada, mi hijo y Lauro aún se encontraban conectados a las bombas y Hernán me amenazó con matarlos si hacía algo mal.

―Lo entiendo, cariño.- sin más, toma su bolso y sale no sin antes darme un abrazo y felicitarme.
Sigo viéndome en el espejo hasta que la puerta se abre de golpe y volteo hacia ella, Paul venia entrando, abro los ojos como platos.

―Samantha.- se acerca a mí y me abraza.

―Paul, ¡no!- me alejo de él, mi hijo comenzaba a correr peligro. ― ¡Vete!- él me mira desconcertado. ― ¡Los niños!- digo cuando parece no captar, dicho eso salimos de la habitación donde nos encontrábamos, corrí hacia el cuarto donde estaban los niños aunque el maldito vestido me estorbaba.

Mi corazón me iba a salir por la boca, el cronometro había comenzado y Germán estaba ahí, en estado de shock y sin nada que hacer, solo quedaba 50 segundos.



¡50 SEGUNDOS ES MUY POCO TIEMPO!

Ahora sí, Insúltenme por dejarlas con la intriga, jajajaja, las amo, lo saben, por favor relájense, no quiero ser la causante del paro cardiaco que les dará.

Comenten que tal les pareció.

Valentina 💀

¿Coincidencia?Where stories live. Discover now