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Desperté entre los brazos de Richard, ambos estábamos acostados en el suelo detrás de un sillón. Estaba completamente desnuda y el cabello se me pegaba a la nuca por el sudor.

Dejé un beso en los labios de mi novio para luego levantarme del suelo, sintiendo un cosquilleo en mi parte baja por lo anterior; necesito una ducha.

Tomé mi bolsa del suelo y algo de ropa de una de las maletas, me metí al baño y estando allí pude darme cuenta del desastrozo aspecto que tenía:

— Amaya— escuché a Richard llamarme desde afuera.

— Estoy en el baño— le respondí tomando un cepillo para arreglar mi cabello.

Richard entró al baño bostezando, podía ver a la perfección sus abdominales ya que no tenía camisa y su pantalón desabrochado le daban un aspecto sexys y salvaje, tal como me gusta.

Pero en cambio yo me veo horrible.

— Oye, mami, ¿por qué me dejaste solito?— preguntó besando mi piel entre cuello y hombro.

— Tengo que arreglarme, bebé.

— ¿Para qué?— esta vez abrazó mi cintura apegandome más a su cuerpo.

— R-Richard— susurré cuando juntó mi trasero descubierto a su entrepierna—. ¿Tienes un fetiche con los baños o qué?

— Todo lo que sea contigo le entro, Amaya— respondió con la voz ronca.

Tomé a Richard del cuello uniendo nuestros labios en un beso y lo empujé hasta sacarlo del baño:

— ¿Pero qué...?

— Si voy a ser una mami, entonces esta mami debe verse bien. Y si no quieres te aguantas o te aguantas, Camacho- cerré la puerta dejándolo con la boca abierta.

...

Ya era de noche, Richard se había pasado la tarde molestando y jugando conmigo. A pesar de la situacion en la que nos encontrábamos, él seguía actuando como normalmente lo hacía, como si nada estuviera pasando mientras nos besamos y corríamos persiguiendo al otro por el departamento como un par de niños.

Una parte de mi seguía preguntando qué le vi a este chico. ¿Su corazón? ¿Su tenacidad?, quizás. Todo lo que tiene que ver con él simplemente me encanta.

Sentada en el marco de la ventana miraba al reloj en la pared, marcaba las 10:37 p. m., era obvio que había mucho movimiento en el bar de abajo ya que el bullicio llegaba hasta aquí, no podía evitar pensar en ir a pasar un buen rato.

— ¡Richard!— lo busqué encontrandolo en la cocina devorando un emparedado.

— Dime, morena.

— Qué tal si bajamos al bar— me acerqué a él para limpiar algunas migajas de su mejilla y dejando algunas caricias en esta— y nos divertimos un rato.

— No— negó volviendo a morder su comida.

— ¿Pero por qué, Richard?

— Porque seguramente el francesito ese estará allí para andarte atrás como perro faldero y yo debo cuidar lo mío.

— Porque sea tuya no significa que me debas mantener encerrada— le sonreí alejándome de él esperando que dijera otra cosa, pero nada—. Entonces me voy solita.

— Amaya, vuelve aquí— exclamó llendo detrás de mi.

Cuando entró a la habitación luego de quince minutos ya me había puesto un vestido rojo y algo de maquillaje.

Cuando entró a la habitación luego de quince minutos ya me había puesto un vestido rojo y algo de maquillaje

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Mi Objetivo |Richard Camacho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora