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   Estamos en el único lugar en el cual podemos pasar miles de horas sin cansarnos

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   Estamos en el único lugar en el cual podemos pasar miles de horas sin cansarnos. Decido pedirme un batido de durazno con leche y lo comparto con Juggie, quien al principio no tenía apetito extraño en él. Nos hemos ubicado en una de las mesas más alejadas de la entrada. Yo estoy sentada al lado de la ventana y él está acostado sobre el mismo asiento, recostando su cabeza entre mis piernas, permitiendo que peine su cabello con los dedos. Se ha dormido hace unos quince minutos y yo estoy relajándome de tal forma que seguiré sus pasos.

   Soy sorprendida por un flash de repente y miro a Pop con el ceño fruncido, sin entender el por qué de su interrupción.

—Espera un momento —camina rápidamente y se pone a hablar por teléfono a lo que yo me encojo de hombros a la nada y sigo con mi tarea.

   Me acomodo el gorrito de Jug en mi cabeza y tomo la chaqueta de mi novio que ha dejado sobre la mesa para ponerla sobre su torso al notarlo temblar. Media hora después, Pop vuelve a aparecer frente a mí y me tiende tres fotos. Somos nosotros dos, nada más en diferentes tamaños. Sonrío de forma sincera y admiro la escena, somos tan tiernos.

—¿Me la puedo quedar? —le pregunto bajito, sin querer despertar al pelinegro que duerme apaciblemente.

   En la foto, él duerme de forma tranquila y sin preocupaciones, tomando una de mis manos y apretándola contra su pecho

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   En la foto, él duerme de forma tranquila y sin preocupaciones, tomando una de mis manos y apretándola contra su pecho. Su otra mano, está sobre su estómago. Yo, lo estoy observando con una sonrisa llena de amor, con su gorro gris en mi cabeza, acariciando su cabello con la otra mano. Me encanta esta foto.

—Sí, esas dos son para que las guarden en sus casas. Estas dos chiquitas caben en sus billeteras, para que siempre se lleven consigo —explica extendiéndome otras dos del tamaño de cuatro monedas. Saca su billetera y me muestra una foto de él y su esposa de adolescentes. Que tierno... Toma la más grande y la mira con una gran sonrisa—. Y esta va para el tablero de la cafetería. Son mis clientes número uno. Sí que se han ganado la lotería los dos, ¿huh? Es un buen chico, al igual que tú.

   Bajo mi vista para ver su expresión despreocupada y no puedo evitar acariciar su mejilla.

—Sí, soy muy afortunada de tenerlo.

Daboia Russell |Jughead Jones|Where stories live. Discover now