Olí el aroma del café, una agradable forma de despertar al lado de un copito de azúcar.
Me moví hacia el otro lado de la cama, puse mi brazo sobre el cuerpo de él, esperando tocarlo pero no lo sentí. Abrí mis ojos rápidamente y no lo ví, solamente observé una almohada arrugada y aquella parte de la cama también.
—¿¡Yoongi!?—pregunté.
Lo único que me faltaba ahora es que me dejaran como la típica mujer que no encuentra a su marido en la cama después de una noche.
Me puse de pie, con una sábana tapándome todo el cuerpo y caminé hacia el otro lado de toda la habitación, en dónde estarían el sofá.
—Hey, hola.—dijo él.
Me encontré a Yoongi organizando una maleta, vestido informalmente.
—Buenos días... —saludé acercándome a él— ¿Qué haces empacando tus cosas, Yoongi...?—pregunté.
—Me voy.—respondió mientras doblaba una camisa.
—¿Eh? —fruncí el ceño— ¿A dónde?
—A Corea, ¿a dónde más?
—Pero, si aún falta la gala.
Me acerqué a él y agarré su mano, para detener sus movimientos.
—Sí, lo sé. Eres tú quién se tiene que quedar para al gala, yo no.—me miró— Terminó mi pasantía.
—No te irás de aquí.—lo abracé por al espalda con fuerza— No importa esa pasantía chota, que te venga a buscar la yuta hasta acá, no me importa si sucede eso, pero yo me voy contigo.
—Jimin, estás en bolas debajo esas sábanas; vete a vestir primero y después ven a discutirme. No es bueno estar desabrigado así, Jimin...
—¿Te preocupas por mí?—sonreí.
—No, manzana.
Iba a responderle algo pero el ruido de la puerta abriéndose me interrumpió, y Taehyung entró al cuarto junto a Hoseok.
—Holi—Taehyung se detuvo en seco cuándo me miró—. Estás en bolas, hermano.
