CAP (2)Amanecer entre sus sábanas

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Narrativa: Rose Paige

De manera automática agarré la sábana blanca de terciopelo tan delicada al toque y cubrí mi cuerpo con ella. El aire fresco que entraba por la ventana abierta se mezclaba con el perfume masculino que había quedado impregnado en la suave almohada, haciéndome suspirar profundo. Sonreí inconscientemente y busqué mi posición perfecta en la cama.

«Cuánta comodidad... »

Los rayos del sol penetraban en la estancia por el pequeño espacio que había entre las largas y elegantes cortinas color champán y... ¡Pausa! Yo no tengo ese tipo de cortinas en mi casa.

Aterrorizada, abrí los ojos de golpe y miré alrededor, exigiéndome a mí misma una explicación lógica mientras sostenía la sábana sobre mis pechos desnudos. Me había quedado dormida. «¿Cómo pudo ocurrir algo así?» ¡No, no, no! », negué mentalmente.

Como si participara en un maratón y mi vida dependiera de este, me levanté de la cama y una vez que acabé de recoger mi ropa tirada en el suelo, caminé hacia el baño mientras murmuraba unas maldiciones dirigidas a mí misma y principalmente al esplendor del karma que me vigilaba con tanto cuidado e interés–nótense la ironía.

—¡Mierda, mierda, mierda!—exclamé en cuanto agarré mi teléfono y la cruda resaca amorosa me golpeó. Eran las once de la mañana por lo tanto no la regué de manera mediocre sino que hasta me deberían dar un puto premio por mi performance. Sin darle más vueltas al asunto, marqué el número de Natalia, la única persona que podría ayudarme en ese preciso momento.

Tenía que haber llegado a casa para cumplir con la promesa que le hice a mi hijo de llevarlo al jardín. Era su último año allá y la profesora nunca se quejó de él o de mí, mucho menos de una impuntualidad por parte de nosotros.
Me detuve de todo lo que hacía y me quedé al borde de la cama con la ropa entre mis brazos mancando el número de mi amiga.

—¡Natalia!—suspiré aliviada en cuanto escuché su voz que provenía al otro extremo de la línea.

—¿Te encuentras bien?—preguntó Natalia con un tono envuelto en una intranquilidad exagerada. —Dijiste que llegarías a casa en un par de horas—añadió, regañándome.

—Lo siento... No sé qué pasó— esquivé—... me quedé dormida— admití al final mientras buscaba con lentitud el lápiz labial que normalmente llevaba conmigo. Siempre.

El reflejo de mí misma en la ventana me dejó desconcertada por largos segundos. Por primera vez después de tanto tiempo no tenía los ojos cansados, sino que era una mirada fresca que hacía que mis ojos verdes brillasen con fuerza. En cambio, mi cabello era una verdadera tormenta.

—Te pusieron algo en la bebida, niña— exclamó y me vi obligada a alejar un poco el teléfono de mi oreja.

—No, no, tranquila. — intenté calmarla un poco— Sabes que nunca tomo nada con ellos. Creo que solo fue el cansancio, ya que esta semana tuve que dividirme entre un par de cosas—le aclaré, ofreciéndome a mí misma una posible explicación que de todos modos era ilógica. No debí haberme quedado dormida con él. — ¿Y mi hijo, cómo está?

—Muy bien. Le preparé el desayuno y lo llevé al jardín, aunque tengo que reconocer que se decepcionó cuando le dije que no habías regresado aún.

—Gracias, Natalia, en serio, muchas gracias—suspiré aliviada—Iré a una entrevista de trabajo y después voy a recoger a Diego, nos vemos en la cena. Eres mi invitada—sonreí antes de cambiar la expresión de mi rostro por una mmolesta, ya que un mechón de pelo caía sobre mi semblante a pesar de las tantas veces que intenté alejarlo.

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