CAP (15). Solo trabajo

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Narrativa: Colin Russell



Por fin el día había acabado. Tres juntas que parecían interminables, más de diez horas trabajando y haciendo el monetario habían sido más que suficientes.
Deposité mis pies sobre el escritorio y apoyé mi espalda en el respaldo del asiento mirando hacia la puerta pensativo.

"Esto no significa que me conoces, conoces las señales de mi cuerpo pero no mi interior. Me conoces cuando estoy entre tus sábanas pero no sabes nada de lo qué pasa después de ese momento.".

Cerré los ojos y pude ver su rostro, como sus labios se movían mientras hablaba y sus ojos verdes expresivos.

"Si quieres ayudarme, no te metas en esto. Mantenerte al margen es lo que debes hacer".

Abrí los ojos y una vez más clavé la mirada en la puerta, pareciendo un simple espectador de una película que se desarrolla en frente de mi. El único problema: esa película era mi vida que se desarrollaba a toda velocidad y yo por primera vez en la vida desconocía las respuestas de tantas preguntas que me había hecho.

—¿Qué es lo que escondes Rose?—monologué en voz baja, pensativo.

Me incliné hacía mi escritorio y agarré el teléfono. Un montón de llamadas perdidas y mensajes. Los ignoré y entré a mirar las fotos de la galería. Sabia perfectamente lo que estaba buscando. Encontré lo que me estaba torturando mentalmente e incliné la cabeza mirándola mientras otro recuerdo apareció en mi mente.

"Sí, lo pensé y aceptó irme contigo a Roma".

   "Sí, lo pensé y aceptó irme contigo a Roma"

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—Al final de todo aceptaste acompañarme. —miré la foto una vez más, pero al mismo tiempo me entró un mensaje nuevo.

"Hoy no quiero pelear. Ni siquiera contigo. Diego me contó que jugó fútbol con el padre de Lana. Gracias igual".

- La madre de Diego.

¿Qué? Debía ponerle un nombre y como la muy orgullosa no quiso decírmelo pensé en algo muy apropiado a la realidad.

—Me volveré loco—me confesé a mi mismo.—Una me niega todas las respuestas...y la otra también.

Quería saber quién era esa mujer desconocida, me intrigaba con solo pensarla. Parecía una mujer que sabía lo que quería, bastante caprichosa, con un gusto abierto por la sexualidad que al mismo tiempo provocó un sentimiento de admiración hacia ella dentro de mi. Lana no era una de esas niñas que se encariñaba con cualquiera y ella lo había logrado.

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