CAP (39). Ultima noche

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Narrativa : Rose Paige

  

Una vez llegando a la casa supe que nos esperaba una conversación bastante seria ya que lo único que recibí de Colín fue una mirada nerviosa y un silencio agotador. Todo el camino se había quedado callado. La única ocasión en cuál habló fue antes de estacionar el coche, un simple "Hablamos en nuestra habitación, los niños no deben ser presentes" le pareció más que suficiente.

Pero se equivocaba.

Él no sabía de lo que eran capaz ellos y por más buenas que fueran sus intenciones, nada iba salir como él planeaba. A lo largo de la vida aprendí que es mejor no meterte con ese tipo de gente.

—Mamá—gritó Diego, corriendo hacía mi en cuanto nos vio, dejando sus pinceles.

—Mi amor.—lo abracé regalándole mi mejor sonrisa.—¿Y Lana?.—pregunté mirando a mi alrededor sin verla.

—Hola Colín.—sonrió mi hijo —Lana está en el jardín, hemos pelado.—confesó con tristeza.

—Hola campeón.—lo saludó Colín sonriéndole.—¿Por qué pelearon?.—frunció el ceño.

—No seas chismoso.—escuché la voz de Lana de la otra parte  de la habitación.

  Levanté la cabeza y miré hacía Colín quien negaba con la cabeza riéndose, mientras que Lana caminaba hacía Diego.

—¿Pasa algo?.—la pregunté en cuanto llegó en frente de mi, tomándole la mano.

—No seas en mala onda Rose, pero nosotros hemos pelado así que nosotros nos vamos a arreglar.—fulminó a mi hijo con la mirada y se me escapó una risa.

—Bueno.—me levanté .—Si se quedaran así inquietos los dos nunca van a reconciliarse. Hablando se resuelvan las cosas.

—Sin gritos y amenazas.—añadió Colín, refiriéndose a cómo había reaccionado yo en el coche.

Giré la cabeza hacía él y levantó una ceja haciéndome negar con la cabeza.

—Ven Diego, vamos a aclararnos.—dijo Lana rodeando los ojos.—Y dejemos que estos dos se arreglen también. —añadió agarrando la mano de Diego.—Si no nos vamos ahora nos harán a nosotros culpables y por sus problemas.

  Esa niña era una amor, y la atención que ponía a las cosas que la rodeaban era impresionante. Logró meterse tanto en mi corazón que me costaría mucho dejar de verla, aunque si fuera por un día.

  Giré la cabeza hacía Colín quien miró a nuestros hijos alejándose.

—En la habitación.—habló cortante, dejándome pasar.

Rodé los ojos y me dispuse a caminar hasta que por fin nos hemos encontrado en nuestro dormitorio.

— En una relación hay dos persona, una decisión no puede ser tomada así no más sin pensar el la opinión de la otra persona.—me crucé los brazos.

—Rose, no somos unos adolescentes. Vamos a saltarnos sobre estos momentos de estupidez. ¿Quieres?.—caminó hacía la cama, sentándose y mirándome.

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