CAP (16) ¿Puedes ayudarme?

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Narrativa: Colin Russell

Mi casa era un verdadero batallón, mi hija corría por todos lados con el perro que hace dos días había traído a casa sin ningún aviso. Suponía que lo había encontrado por las calles y como su nana no pudría decirle nada que incluía un rechazo, solamente se había conformado y había aceptado la situación.

Aún así, con todo el ruido de la casa mi mente estaba en otra parte. Alexander me llamó hace media hora diciéndome que logró encontrar algo sobre Rose. Decidió decírmelo de frente, aumentándome más el estado ansioso. Lo estaba esperando nervioso pensando en todas las cosas que podría decirme. No hace falta detallar todos los escenarios posibles que habían pasado por mi cabeza.

—Hijo—sentí la mano de mi madre sobre mi hombro —Te veo muy preocupado, ¿Te esta pasando algo?

—No, todo bien—me giré hacia ella fingiendo una sonrisa —Solamente estoy pensando en todos los detalles que incuben mi viaje a Roma. Sabes que me gusta tener todo en orden y que cualquier imprevisto puede acabar con mi buen estado de ánimo.

—Tal vez llegó el momento de concentrarte y en otras cosas, no solo en el trabajo—levantó sus cejas mientras se sentaba en el sofá.

—Mamá—suspiré —Mejor concéntrate en que ropa vas a sacar, ya casi es diciembre. Tienes que haces la nueva colección.

—No seas grosero Colin Russell-"—me regañó con la mirada para que después me muestre una imagen relajada y sonriente—Mi colección de diciembre será todo un éxito como todas. De hecho contraté a una chica que parece tener potencial. Solo hay que explorarlo.

—¿Nuevos empleados?—me senté a su lado después de agarrar mi copa con vino.

—Sabes que yo no pensaba en contratar más gente pero me atropellé con esta mujer en plena calle  hace casi una semana—hizo una pausa pensativa—En fin, le hice una prueba y aunque debe mejorar su forma de dibujar, ya le tengo miedo. Ella puede ser una concurrencia muy grande si trabaja para otras casas de modas.

Nuestra platica fue interrumpida por la llegada de Alexander, me levanté sin esperar ni un segundo más mientras que mi amigo le daba un regalo a Lana. Es impresionante como esa niña sabía manipular a todo el mundo.

—Doña Alejandra—se acercó hacia mi madre y le besó la mejilla.

—Ay, hijo!—exclamó mi madre—Cada día estás más guapo. Sabes, tengo una nueva empleada muy hermosa y como a este—me señaló con el dedo haciéndome rodear los ojos—no le interesa, ahora estoy pensando en ti.

—Siento interrumpir sus planes pero Alexander...—lo fulminé con la mirada— ven a mi despacho. —añadí bajo la confusa de mi amiga y la mirada dramática de mi madre.

Entré en el despacho y me apoyé sobre el escritorio mientras Alexander cerraba la puerta. Luego sacó un papel blanco de su chaqueta y me miró prolongando más mi estado.

—Empecé la investigación desde cero así que no tengo muchas información aún—me advirtió desde el inicio.

—A ver—me crucé de brazos y él se sentó a mi lado en el escritorio.—Dime lo que tienes.

—Rose Paige, veinticuatro años—aclaró su voz y empezó a hablar—nació muy cerca de Los Angeles, mejor dicho, en una colonia de norteamericanos ubicada frente al pueblo de Bahía. Sus padres se llamaban Raúl y Selena. En los registros encontré que tuvo  un hermano llamado Carlo.

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