CAP (44). Familia

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La llegada de mi abuelo fue, tal vez, el apoyo que necesitaba en ese momento. Aunque habían pasado tantos años sin vernos o saber algo el uno del otro, y aún sabiendo que me esperaba una futura larga y seria conversación con mi abuelo, sabia que podría contar con él.

—¡Cuéntanos más!.—escuché los gritos eufóricos de Lana y Diego que provenían del jardín.

Me dirigí con una lentitud característica a una mujer embarazada, apoyándome la espalda con las manos hacia el jardín, haciendo pequeñas pausas mientras mi chiquita me daba unos pequeños golpecitos que alteraban mi equilibrio.

En cuanto llegué en el jardín mi corazón empezó a latir con más fuerza, mi abuelo sostenía en cada una de sus rodillas a mis hijos, contándoles historias. Un sentimiento de melancolía se apoderó de mi, recordando momentos de mi infancia.

No pude dar créditos a la hermosa imagen que tenía en mi frente igual como no pude entender en cómo logró acercarse a los niños tan rápido.

—¡Mamá!—gritó Diego en cuanto notó mi presencia.—Júntate con nosotros.

Con una amplia sonrisa me dirigí hacia ellos momento en cuál la señora que acompañó a mi abuelo, se apresuró en llevarme un silla.

—Siéntase señorita.—me sonrió.

¡Oh vaya tratamiento!

—¿De que hablaban?.—pregunté y Lana dirigió su mirada hacia mi.

—Sobre mi padre.—contestó.

Quedé completamente atónita ante la confesión de la niña. Instintivamente busqué ayuda en los ojos de mi abuelo pero Lana se apresuró en seguir.

—¡Mi papa es un héroe!—exclamó contenta y fruncí el ceño.—Riqui nos contó como mi padre se fue a ayudar a algunos niños.

¿Riqui?¿RIQUI?

—Ricardo, corazón.—la corrigió mi abuelo con ternura.

—Neeeeh.—negó Lana con la cabeza.—Eres el abuelo Riqui.—rodeó sus manos en su cuello.

Mi abuelo suspiró, sabía lo mucho que le gustaba que la gente le hablé por el nombre completo pero a Lana parecía no importarle. De todos modos, él no insistió, sino acercó más a la niña a su pecho.

—Zuleina.—llamó a la mujer que se había retirado lejos de nosotros y que de inmediato apareció.

—Dígame señor.

—Cuida a los niños por favor, yo tengo unas cuantas cosas que aclarar con mi nieta.

La mujer asintió y con máximo cuidado bajó a los niños de sus rodillas, invitándolas a jugarse con ella. Ellos aceptaron felices la propuesta. Me apresuré a ayudar a mi abuelo en levantarse, y de paso hemos camino dentro de la casa.

—La amabilidad que me estás mostrando no te aliviarla el discurso que te tengo preparado.—me dijo severo.

—No me imaginaba lo contrario.—respondí girando la cabeza hacia él y notando su mirada seria sobre mi.

Me sentía muy estresada, podría adivinar que mi abuelo ya había acumulado unas cuantas informaciones sobre mi y mi pasado.

Decidí llevarlo dentro del despacho de Colín, allá íbamos a hablar tranquilamente sin que nadie nos interrumpa. De un momento a otro, a lo que le temía se me hizo realidad.

—Se todo.—dijo inexpresivo.—Se tú pasado, y no puedo decir que estoy muy orgulloso de lo has hecho pero, debo admitir que tienes unas cuantas cosas que te salieron bien, como el niño, el progreso y el novio. —hizo una pequeña pausa.—Por lo tanto no pienso hablar mucho sobre esto, no más una pregunta que quiero hacerte.¿Por qué no me buscaste?¿Por qué inventaste una nueva identidad?

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