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Entro al auto nuevamente, lanzando el cigarro por la ventana mientras ponía unos papeles sobre la guantera del vehículo.

El hombre al volante lo miró por el rabillo del ojo, no queriendo tentar su ya poca suerte con su jefe. Sabía que al hombre no le temblaba la mano al momento de tomar una pistola, ni siquiera al momento de matar.

Un gruñido puso tenso el ambiente. Nadie dijo ni una sola palabra acerca de lo que estuviese pasando.

Una foto se cayó al suelo del auto, y los curiosos ojos del chófer siguieron su caída hasta que diviso el rostro infantil de un niño, se veía bastante triste.

"Conduce." La orden fue clara después de unos minutos.

Había demorado demasiado dentro de la comisaría, tanto que hasta parecía sospechoso.

Sabía cómo era su jefe.

Pero saber en qué cosas se encontraba involucrado era distinto. No deseaba problemas con nadie; una vida en paz y estúpidamente feliz era lo que necesitaba.

"¿Hola?" Dijo el hombre mientras mantenía el teléfono pegado a su oreja. "Los perdimos, están siendo llevados a otra ciudad." Las palabras resonaron en el auto y el chófer alzó una ceja imperceptiblemente. "Si, maldita sea, necesitamos movernos antes de que nos rastreen."

Miraba hacia el frente pero sus sentidos estaban atentos en esa conversación.

"Tráeme a esos niños de mierda o te vuelo los sesos, ¿Comprendes Ghost? No quiero fallos, así que hazlo bien."

Se había despertado por la lluvia en el exterior.

La habitación se había puesto más helada de lo normal y su cuerpo tiritaba los los rayos y relámpagos fuera. Desde pequeño su padre siempre había odiado que llorara por cosas como aquellas, castigándolo por ser como era.

Lo odiaba.

La lluvia le recordaba las noches en las que su padre lo dejaba encerrado en su habitación, sin luz ni velas, escuchando la lluvia y el viento azotar las ventanas del edificio.

Una vez, había gritado hasta que su garganta dolió, y solo había logrado que su padre entrara a la habitación hecho una fiera y lo golpeara con un el cinturón que usaba para el trabajo, mientras su madre gritaba en la habitación de en frente.

Por lo menos, RenJun lo había tenido más fácil. Era casi un alivio que jamás hubiera tocado un solo cabello de su hermanito.

Luego de aquello, DongYoung aprendió a no gritar, a sufrir en silencio las noches más horribles y frías. Y estaba bien mientras no volviera a golpearlo ni tocarlo.

No lo odiaba, pero su temor era acongojante.

Pasos se escucharon fuera de la habitación y por un momento sintió miedo que estuviera en alguna pesadilla y el pasado se repitiera.

La puerta se abrió y el rostro de TaeYong se asomó por la misma, oliendo a DongYoung en el aire. Llevaba solo un pantalón de dormir, la camisa no la tenía puesta. Su rostro mostró real preocupación cuando un sollozo escapó de los labios del Omega.

Se acercó con pasos rápidos, metiéndose entre las sábanas para acercarlo a su cuerpo y envolverlo en un abrazo fuerte.

"Recordé que no te gusta la lluvia." Susurró y DongYoung sollozó nuevamente. "He venido en cuanto desperté, lo lamento."

El omega negó mientras se abrazaba más a TaeYong, empapando el pecho desnudo del contrario. Estando cerca pudo escuchar su corazón acelerado, y sentir su cálida piel. Un gemido bajo también acompañó el momento.

The One I Can't Love [TaeDo]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu