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Cassandra no ama a Andrew, ¿por quién la toman? Ella no es la típica niña tonta que se enamora a primera vista, porque está totalmente convencida de que eso no existe, casi tanto como Varian lo esta de que la magia solo existe en cuentos de hadas. No, de hecho ella es muy inteligente, en toda su vida su sexto sentido nunca le falló y ahora este le decía que el tal Andrew no era de fiar. Lo sentía en el escalofrío que le recorrió en la espalda nada más le vio y esté comenzó a coquetearla. Por supuesto nunca admitiría en voz alta que ella era de las que creían en sensaciones y supersticiones, Eugene no se cansaría de burlarse de ella si se enteraba. De todas formas, le siguió el juego, aprovechó que el extraño no la conocía realmente y fingió caer rendida a sus brazos. Vería que pretendía el hombre y de paso se divertiría un poco. Coquetearle era solo un juego que no significaba nada para ella.

Varian se sentía especialmente feliz ese día, mientras se dirigía al palacio de Corona, en busca de Rapunzel. La necesitaba única y especialmente a ella (bueno, a su pelo) para probar su nuevo invento.

Su vena de alquimista, como siempre, no había podido estarse quieta. El joven se había hecho con algunos extractos de aquellas rocas negras puntiagudas que le inspiraron para crear el Cassandrium. Le había prometido a las chicas que no le contaría nada a nadie sobre ellas y la reacción que provocaban en el cabello único en su especie de la princesa y lo estaba cumpliendo bastante bien, ya que él no era Eugene, menos mal, pero ellas no le hicieron prometer que no las investigaría para descubrír que ocultaban. Así que aprovechó ese vacío para conseguir lo que quería y aun así seguir siendo un buen amigo. Sí, cuando se trataba de alquimia Varian podía ser realmente muy pillo, como cualquier otro chico de su edad.

Aunque no lo demostraba, el cabello de Rapunzel le había traído de cabeza desde la primera vez que lo vio ante él. Tan largo, tan indestructible y supuestamente mágico. ¡Bah, que cosas, la magia no existía...! ¿O sí? Después de todo la noble princesa de Corona no mentiría, ¿por qué iba a hacerlo? Realmente, la existencia de ese pelo aparentemente imposible, pero que existía, le había hecho dudar seriamente y por primera vez de su convicción férrea de que la magia no era real. Ahora tenía una duda muy grande dentro de sí. Si la magia existía o no, él quería, más bien necesitaba para su salud mental, saberlo con certeza. Y la respuesta se hayaba en esas rocas.

Todavía guardaba los resultados de las pruebas que le hizo a Rapunzel cuando ella y Cassandra acudieron a pedirle ayuda. Gracias a la suerte no se perdieron con la explosión. Varían estaba orgulloso de lo resistentes que eran sus máquinas... bueno, algunas. Esas lecturas le mantuvieron con los ojos y la boca bien abiertos en shock durante bastante tiempo, pero no supo como logró reponerse y utilizar la información para cambiar los polos en las rocas que fueran los mismos que guardaba dentro de si el cabello de la princesa. Sí, había descubierto que el pelo de Rapunzel y las rocas eran un nuevo tipo de imán nunca antes visto. Se lo habría dicho a todo el mundo y de seguro se habría hecho famoso, si no fuera por su promesa. Y eso era infinitamente más importante. ¿Con qué cara miraría a Cassandra y a la princesa, entonces, quienes habían confiado plenamente en él? No, fallar a su palabra no era una opción. Eso era un ejemplo sobre lo buen amigo que era el chico, otro ejemplo de ello era el hecho de que se había desvelado por semanas para crear con las rocas que había tomado unas tijeras especiales, creadas especialmente para cortar la melena de titanio de Rapunzel. No sabía si funcionarían, por eso necesitaba a su amiga para comprobarlo. Y si de verdad servían, bueno, le ahorraría a la joven muchas incomodidades, y eso es lo que los amigos hacían por otros.

El chico custodiaba celosamente la tijera de roca negra contra su pecho por los pasillos del lugar, saludando a cada criado y soldado que se encontraba por el camino. Puede que la exposición de ciencias de hace semanas no hubiera salido completamente a pedir de boca, pero al menos ahora la gente sabía que Varían no era el monstruoso brujo que pensaban, si no un inocente chico de 14 años que de ninguna manera deseaba ser destructivo. Solo eran gajes del oficio. Además era amigo de su querida princesa y si no querían que Rapunzel se pusiera triste, mejor era no hacer entristecer a ninguno de sus amigos, por muy pintorescos y extraños que estos fueran.

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora