3

1.1K 86 64
                                    


Un viento gélido cubrió por entero la cabaña. La puerta se abrió bruscamente y por ella pasó nadie más ni nadie menos que el Caudillo de Hielo, la terrible criatura que asoló Corona hace siglos y que todo el mundo creía muerto (o que ya de plano, que era inexistente). Pero vivía, aguardando una oportunidad de oro para hundir Corona en la ruina y la muerte de nuevo. No descansaría hasta que solo quedasen cenizas y cadáveres cubiertos bajo kilómetros de nieve.

— ¡Burr, este frío no le hace ningún bien a mis huesos! —Gothel se quejó desde su banca.

El hombre de aspecto humano, pero que en realidad de humano tenía poco o nada, con grandes músculos que le hacían parecer un armario y cabello plateado cortado en punta, como si estos fueran estalagmitas, no dijo nada, pero cerró la puerta de la cabaña más despació de como la abrió y el fuego de la chimenea que había apagado con su llegada volvió a encenderse, para el agrado y la salud de la anciana bruja. Después, la bestia de hielo se movió tan libremente como si fuera su casa, tomó una manta de encima de una silla y cubrió a la anciana con ella.

— Eres todo un caballero —comentó Gothel, con una sonrisa de burla, mientras se arrebujaba en la manta. Suponía que algunas costumbres no se perdían— ¿Sabes? Yo no aplaudo a los caballeros sin armadura, uno de ellos me destrozó la vida, como ves. Sin embargo, contigo puedo hacer una excepción.

— Ya ahórrate tus historietas de vieja —él le interrumpió de forma descortés—. No he venido desde Arendelle hasta aquí para escucharte bajo la luz de una lumbre. Dijiste que ya tenías una buena alma con la que pagarme. Bien, muéstramela, solo la aceptare si es tan pura como el hielo que crean mis manos.

A pesar de la repentina descortesía de su aliado temporal, Gothel le seguía sonriendo. Con sus manos abrió el libro que tenía sobre su regazo, para descubrir que solo tenía páginas en blanco. Antes de que el Caudillo pudiera replicar qué clase de broma era esa, ella le habló al libro de repente.

— Mostradme a Varian, queridas —les pidió a las paginas de forma suave y cariñosa, como la mejor de las madres.

Rápidamente, ante los ojos de ambos varias tintas de diferentes colores empezaron a extenderse por las páginas en blanco, hasta formar ante sus ojos un dibujo de un chico de pelo negro, ojos azules y sonrisa inocente, pero aun así algo triste. Varian.

— Él tiene una conexión con la princesa —le explicó al Caudillo—. Son amigos. Si juego bien mis cartas él podría conseguir por mí algo de ella que necesito sin que se den ni cuenta. Después podrás usarlo para lo que te plazca, pero tengo planes grandes planes para él. Después de todo, ¿qué clase de madre sería si dejo abandonado a uno de mis niños?

— ¿Qué clase de cartas serían esas? —cuestionó mirando fijamente la imagen del joven al que iba a apresar.

Ella no pareció darse cuenta de que su aliado de tez fría observaba la imagen tal vez un poco más de la cuenta, o que incluso en sus ojos azules oscuros y duros brillaba algo por primera vez en mucho tiempo, el reconocimiento, acompañado de otra cosa que Gothel nunca había sentido de verdad.

— El amor —ella le contestó de forma cantarina y muy muy irónica—. El primer dulce amor de un chico de 14 años, que nunca se hará realidad.

— Quiero ver a la chica en cuestión. Muéstramela —le ordenó él al libro con las manos apretadas.

Las páginas se estremecieron ante la orden de otra persona que no era su dueña, pero aún así cumplieron. Varias páginas fueron pasándo sin necesidad de ser tocadas. De nuevo, tintas de varios colores rodaron por el blanco del papel hasta que dos imagenes de Cassandra quedaron al descubierto. En la primera, la joven lucía una sonrisa tranquila, pero a la par que inteligente y mordaz, mientras llevaba su vestido azul de dama de compañía. En la segunda, sin embargo, la joven de corto cabello negro y ojos verdes era mostrada como realmente era, vestida con la armadura dorada de la Guardia Real de corona y esgrimiendo su amada espada, combatiendo con el aire, preparada para cualquier cosa que pudiera suceder. El caballero más fiel de la princesa Rapunzel era una chica y era ella, su dama de compañía, la misma por la que Varian había perdido el juicio. El Caudillo de Hielo parecía querer asesinarla, a pesar de que no la tenía realmente ante él, a su juicio, cualquiera que luciera con tal orgullo el Sol de Corona sobre su pecho debía ser asesinado.

— ¿Algun problema? —Ghotel cuestionó— Puedo buscar otra alma si así lo deseas, pero estoy convencida de que estaríamos cometiendo un error...

— Al contrario, bruja, acabas de serme más útil de lo que pensé que serías —le confesó, de repente—. Has encontrado a The Manitus.

De nuevo la tinta volvió a correr por las hojas en blanco, mostrando poco a poco la figura de un gallardo y poderoso caballero, el cual daba mucha impresión de respeto. Sin embargo, la imagen se movía como si tuviera vida propia y el hombre se quitó el casco donde lucía una muesca circular, para mostrar la realidad. Debajo de tanto metal se escondía un chico enjuto de revuelto cabello negro, donde lucía mechones azules tan claros y limpios como sus ojos. Si bien era atractivo a la vista, en lo que a un héroe se refería, dejaba bastante que desear. Muy poca gente en Corona sabía que, en realidad, su gran héroe de leyendas y el paría social por excelencia de aquel tiempo, del que ya nadie se acordaba, habían sido la misma persona... antes del accidente.

El héroe alquimista, su acérrimo enemigo del pasado. El Caudillo no había dejado de pensar en él un solo momento todos esos siglos después de que le derrotase, salvando Corona y dando su vida a cambio. No precisamente porque deseara vengarse, pero esa parte su nueva aliada no tenía porque saberla. Por dentro, Gothel se dio una medalla a si misma, sabía que el Caudillo no iba a pasar por alto ese detalle.

— El chico es el descendiente directo más joven de tu enemigo. Además del único que ha heredado sus habilidades —estaba segura de que con solo eso, ya tenía ganado el apoyo total del Caudillo. Es decir, le estaba ofreciendo en bandeja de plata lo último que quedaba de su rival.

Ojo por ojo, ambas venganzas serían saldadas.

— ¡No es herencia, vieja estúpida! —bramó la bestia de hielo, de repente— Es él, lo reconocería en cualquier parte, de cualquier manera. He estado esperando mucho para que volviese al mundo de los vivos... ¡y aplastarle por lo que me hizo hace tantos siglos!

Gothel parpadeó.

— ¿Hablas de reencarnación? —preguntó, antes de echarse a reír ligeramente— Es un bonito cuento de hadas, pensar que todos hemos tenido más de una vida. Pero no pasa nunca.

— Callate ya mujer, hablas mucho y no tienes casi productividad —Gothel frunció el ceño por eso, pero él añadió—. Acepto tu oferta, la caída en desgracia de la princesa Rapunzel, a cambio del alma de ese joven al que llamas Varian.

Ambos villanos aceptaron la mano del otro en un apretón que ponía en riesgo todo el futuro del Reino.

— Ahora, bruja, tus dibujos son amenos, pero deseo encontrarme con mi nuevo juguete de carne y hueso lo antes posible. ¿Dónde está?

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora