14

677 52 15
                                    

Rapunzel podría estar saltando de la emoción, si no fuera porque aun temía un poco (bueno, un poco bastante) la pesadilla de la noche anterior. Una persona no olvida fácil a otra con la que ha pasado los primeros 18 años de su vida, en especial si era la única persona con la que los había pasado. Pero ella se había decidido a olvidar a Gothel. Fue más fácil de lo que pareció, los primeros meses. Después llegó su coronación y con ella los deberes de ser princesa, su escapada con Cassandra que acabó terriblemente con su cabello kilometrico de vuelta... Su primera pesadilla con Gothel.

¿No estás contenta de qué mamá ha vuelto? ¡Pero mira, si te ha crecido el pelo! Vuelve a casa conmigo, mi bella flor.

Mi bella flor...

Todo en lo que Gothel pensaba cada vez que la veía, no a una hija, si no sus poderes concedidos por la flor.

"Nunca le importe" —pensó—. "No de verdad"

Rapunzel se mordió el labio en el patio exterior, donde esperaba con entusiasmo la llegada del carruaje con Varian dentro (Eugene no se encontraba con ella, a esa hora él tenía que dar su clase de "Como pensar como un ladrón" a los guardias, al menos aun le quedaba ese trabajo) a la vez que retenía dentro de si unas cuantas lágrimas y jugaba, tal vez demasiado rudamente, con uno de sus mechones rubios. Era toda una delicia pasar sus dedos por el cabello y que estos encontrasen un final, tal vez había encontrado un remedio anti estrés.

Había sido muy duro, aceptar que durante toda su vida había perdido el tiempo, amando como a una madre a esa mujer, a la que nunca le importó lo más mínimo ella, si no sus poderes.

Ni muerta dejaría que Gothel le pusiera las manos encima a su amigo, en especial cuando los poderes de este aun no habían despertado (o eso creía). Hiccup y Mérida la ayudarían en ese punto. Varian estaría seguro y protegido entre los muros del castillo. Era lo que los amigos hacían por otros.

— ¿Aun no ha llegado?

Todo mal en el corazón de Rapunzel se esfumó por completo al escuchar esa dulce voz a su espalda. La joven sonrió y sus ojos verdes brillaron al darse la vuelta para encontrarse con los ojos marrones y el cabello castaño de la reina, su madre, su verdadera madre. Esa mujer que le dio la vida y también todo su afecto, aun estando separadas, y por la que estaba dispuesta a arriesgarlo todo. Negó con la cabeza.

— No todavía, pero pronto —aseguró.

Arianna tomó la mano de su hija y se permitió disfrutar lo más que pudo del calor que manaba de la mano ajena entre sus dedos. Era tan feliz así, simplemente parada mirando al horizonte, siempre y cuando supiera que su pequeña-no-tan-pequeña estaba a su lado, tomandola de la mano. Era un privilegio que por años creyó que nunca tendría. No había visto a Rapunzel crecer, y eso era algo que la carcomia por dentro, pero se conformaba con saber que había mucha bondad, inteligencia y fuerza de superación en ese bebé que fue arrancado de sus brazos hace mucho tiempo. Era su pequeña gran heroina y la acompañaría en su madurez, aconsejandole lo mejor que pudiera, y amandola siempre hasta que no le quedasen fuerzas. Porque para eso estaban las madres y Arianna había tenido que esperar dieciocho largos años para serlo.

Hablando de eso y ahora que lo pensaba, el cumpleaños número diecinueve de su pequeña estaba a la vuelta de la esquina. Increíble como casi ya había pasado un año desde que había podido abrazarla por primera vez en años, en esa gran noche de su cumpleaños número dieciocho, transformando un evento triste en el mayor momento de alegría para el reino. El tiempo vuela cuando finalmente eres feliz.

Besó la coronilla de Rapunzel y después se permitió apoyar un poco su cabeza en la contraria. La joven princesa, aunque se estremeció porque ese gesto le había hecho recordar vagamente las falsedades de Gothel, aceptó de buen grado los mimos de su madre apegandose más a ella. Fue entonces cuando la mujer se dio cuenta de algo.

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora