Epílogo

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Varian miraba fijamente a la pared de la celda, al igual que treinta minutos antes, al igual que hace dos horas. Harry apareció al otro lado de los barrotes, pero el fingió que no le veía, hasta que le habló.

— Hola.

— Hola —fue la escueta respuesta de cortesía.

— ¿Tienes hambre?

— No, los guardias me dieron de comer.

Momentos de silencio incómodo.

— ¿Dónde están los otros presos?

— Los trasladaron a una cárcel flotante —Varian conocía la técnica, se deshacían de todos sus presos y los enviaban a una remota isla propiedad de la familia real, para crear la ilusión de que no había delincuentes en el reino.

— Ah... —fue la escueta respuesta— ¿Por qué me han dejado aquí?

— Aun se tiene que celebrar tu juicio.

El chico parpadeó ligeramente, aunque sin emoción. Le miró.

— ¿Tendré un juicio?

— Por supuesto, no somos animales.

— ¿Quién es el juez?

A Harry le entró un tic en el ojo.

— Pues, según mis fuentes, el mismo que resultó herido por tu causa en la convención de inventos.

— ¡Fue su culpa, él tocó donde no debía! —gritó Varian enojado, golpeando ligeramente los barrotes.

Harry ni se inmuto al arrebato, por lo menos, fingió no hacerlo, y pronto Varian comenzó a sollozar.

— No servirá de nada, me culparan, están seguros de que fui yo.

Se miró las manos desnudas, en la izquierda de las cuales lucía una extraña marca circular que brillaba en azul, al igual que su cabello.

Resultó que él mismo era la clave para quebrar las Rocas.

"Debí darme cuenta antes" —pensó. Creyó que haberse encontrado con esos trozos filosos con los que había construido las tijeras fue un grandioso golpe de suerte, pero de eso nada. Eran secretos, todo secretos que Quirin le había ocultado siempre y que ya no podía esclarecerle porque...

— Creen que fui yo quien mató a mi padre —se le formó un terrible nudo recordando—, n-n-no tengo pruebas para demostrar lo contrario.

Recordó la explosión de poder fluyendo desde dentro de él hacía fuera, como si fuese algo posible de olvidar aunque fuese por un momento. Esa sensación no se le iba del cuerpo y lo peor de todo es que quería repetirlo. Por desgracia, tampoco se le iban de la cabeza en pitido en sus oídos, los gritos ahogados de la gente, algunos heridos por la explosión de rocas, su padre tendido en el suelo, Lydia sin poder contener las lágrimas mientras se acercaba a su hermano y posaba dos dedos sobre su cuello, antes de negar con la cabeza en profunda tristeza, después todo fundió a negro. Y esa voz.

Te encontramos, heredero de Demanitus. Las Rocas Negras llaman a su príncipe y el príncipe ya ha respondido la llamada.

Después despertó ya en la celda, un maldito guardia le recito sus derechos como un niño recita la lección ante el maestro, tras lo cual le aseguró que sería procesado por sus crímenes, entre los cuales el más notable: parricidio.

Su padre estaba muerto, alguien más había acabado con su vida, y lo iban a culpar a él. ¡Todo por culpa de las malditas Rocas! ¿Dónde se supone qué estaba la ayuda que iba a recibir, ugh?

Dejame ayudarte a olvidarme (Cassandra x Varian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora